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sábado, 31 de marzo de 2012

Turbia, cautelar e innominada


GREGORIO SALAZAR - Tal Cual

Nos cuentan que hay por allí mucha autoridad llevando sin disimulo la cara amarrada y cuando uno oye las causas de tal enfurruñamiento no puede menos que concederles la razón: los chicos de la prensa han vuelto a las andadas.

Sería más correcto decir que siguen en las andadas, pues no han parado de informar aquí y allá, de esto y de lo otro sin preocuparse para nada por aportar los respectivos informes o soportes técnicos, que es lo que están solicitando quienes fiscalizan la moralidad de la nación.

El caso más patente es el de los reporteros de sucesos. Mataron a treinta, a cuarenta, a cincuenta, dicen todos los fines de semana sin aportar un solo informe que los avale. ¿Dónde están los protocolos de autopsia?, se pregunta uno. ¿Dónde las pruebas de balística y el levantamiento planimétrico? Nada, no hay una sola experticia técnica que compruebe esa mortandad que tan severamente erosiona la buena imagen del gobierno nacional y de su ministro del interior.

Antaño el reporterismo de sucesos era mucho más técnico. Recuerdo, al decir esto, al diarista más destacado que tuvieron las páginas rojas del occidente del país en el pasado siglo. Si les digo que se llamó Heberto Colina, no les digo nada, porque todavía se lo sigue recordando como Camacho, el seudónimo que utilizó durante toda su interesante vida reporteril, recién llevada al cine.

Camacho era poseedor del Paper Mate más fotografiado de la prensa nacional y seguramente del mundo. Que baleaban a un cristiano en un botiquín de El Bajito, allí estaba al día siguiente retratado el bolígrafo de Camacho casi invadiendo el tatuaje de pólvora en los intercostales del occiso. Que el pleito era con arma blanca por los lados de Ziruma, la foto destacaba la precisión técnica del famoso lapicero apuntando el surco fatal. Si la punta metálica de aquel instrumento reporteril lo certificaba, no quedaba margen alguno para la duda o la incredulidad. Era el rigor de la técnica informativa dando constancia del rigor mortis.

Los reporteros de sucesos de ahora no utilizan el bolígrafo, al menos como Camacho, sino que se apostan a las puertas de la morgue, Black Berry en mano y en modo calculadora, suma que te suma, (¿qué cómodos, no?), y después nos arrojan sus terroríficos balances. Pero hay quien no les cree, sobre todo en el alto gobierno, por falta de informes técnicos.

¿Qué cómodos, no? Lo correcto sería que todas las actas, planos e informes de criminalística y las actuaciones de los detectives y del médico forense vinieran incluidos en una separata con la edición del día porque si no, esto se nos vuelve un relajo. Cierto que el papel periódico está caro y Cadivi estítico, pero de repente pudiera colocarse en esos pliegos algunos avisos que compensaran los gastos.

Igualito pasa con quienes han venido informando sobre la supuesta contaminación del agua en algunas regiones del país. Creen que con sacar una fotografía de un pez negro diciendo que es un bagre cubierto de petróleo pueden afirmar que el Río Guarapiche está contaminado. A despecho de los colegas, y poniéndome en los zapatos de un fiscal celoso de sus atribuciones constitucionales, les preguntaría: ¿y quién me dice a mí que eso no es un corroncho? Por eso, me ha parecido muy pertinente la solicitud que ha hecho la fiscal a un juez para que se prohíba informar sobre la contaminación del agua sin el respectivo informe técnico. La medida es cautelar e innominada. Cautelar porque indica a los periodistas que deben andar moscas, so pena de cárcel, e innominada porque, obviamente, no tiene nombre.

Más allá de que las fuentes de agua y las informativas estén vedadas o contaminadas, dejen la pereza, colegas. ¿Qué les cuesta, antes de sentarse a escribir, meter una porción del agua sospechosa en un recipiente de esos utilizados para muestras de orina y enviarlo por Ipostel a las oficinas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Scherfigsvej 8, DK-2100, Copenhagen, Dinamarca, y al recibir los resultados, entonces sí, proceder a informar como se debe? Y digo a la OMS porque la otra condición puesta por la fiscal es que el informe sea emitido por una autoridad "competente", lo cual resulta desde todo punto de vista imposible en este reino de la incompetencia total.

Tampoco voy a coincidir con los caricaturistas, editorialistas, cronistas, articulistas y comentaristas que para eludir la medida fiscalizadora, dicen que van a proponer intercambiar todos los informes técnicos por un solo informe médico. No se pasen, por favor.

Finalmente y a propósito de la medida cautelar, quiero recomendarles mucha cautela en el lar, y especialmente en el fogón del lar, a la hora de montar la olla del sancocho: tengan cuidado con el agua que utilizan mientras no llegue el informe de la OMS. Es que yo, de verdad, no me fío, chamos. ¿Y si está contaminada?

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