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jueves, 1 de marzo de 2012

El crepúsculo

SIMÓN GARCÍA - Tal Cual
@garciasim


Hasta el más torpe de los gobernantes hubiera encontrado algo que celebrar del éxito de un evento democrático de su oposición. Si hubiera querido restar importancia al surgimiento de un retador con una sólida base de partida, podría haber resaltado otros ángulos.

Pero el de aquí no pudo.

Ligando a la soledad de los centros de votación, lo aturdió una participación que no auguraba nada bueno para sus planes continuistas. Para mayor desconcierto, las fuerzas de la unidad democrática ejercieron una auténtica democracia participativa en contraste con el dedo autocrático poniendo candidatos en un tablero caprichoso.

En vez de actuar como estadista, abrió su boca para que fluyera lo que prefiere en lugar de ideas: un buen surtido de bajos ataques, abundantes insultos, provocaciones malandras. Incentivó a sus seguidores a tornarse más agresivos. Intentó reponer una alta polarización hasta que se vio manoteando en balde contra un contendor que estaba fuera de su alcance.

Sabe que el país está cansado del ring que usó durante más de una década. La reducción de la política a un enfrentamiento binario no le está funcionando igual.

La atracción gravitatoria de la unidad y las experiencias de convivencia entre partidarios de proyectos políticamente rivales están cambiando el escenario desde abajo.

Su pretensión de reciclar ofertas, cumplir a medias y con premura otras, ahogar con dinero las demandas largamente insatisfechas no es suficiente para recobrar el vigor ofensivo.

No puede deshacerse de la pesada carga de las ilusiones amelladas a fuerza de espera.

Al borde de su combate estelar es víctima de sí mismo. Se aferró tanto a la estrategia de exclusión, persecución e intimidación que no le llega a la otra mitad del país que dividió con saña.

Allí no encontrará un voto porque no hay, como entre sus seguidores, frustraciones y desengaños.

Necesita exacerbar el fanatismo ideológico de sus votos duros, a la vez que atraer nuevos sectores con una piel de cordero que es más conocida que su propensión a rendir por cansancio a sus oyentes.

Pero capturar a la vez a un arco tan extremadamente diverso es muy difícil para quien aborrece la pluralidad y moldea el pensamiento único.

Por primera vez la agenda se le va de las manos. No atina a bloquear el efecto de moralización y la transmisión de una sencilla idea: se están dando las condiciones para llevar a otro presidente, Henrique Capriles, a Miraflores. Algo más que un cambio de hombres o de estilos.

Capriles es el sueño del país posible. Un camino hacia el siglo XXI. El portavoz de una política de progreso que ahora debe unir a todo el país y darle confianza a los sectores que sienten que con el cambio pueden perder mucho porque es muy poco lo que poseen.

Al viejo régimen le llega su crepúsculo. Venezuela está oliendo a primavera.

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