Tal Cual Digital
Chávez admitió que se le halló un tumor maligno y que debe atender un estricto régimen médico para su recuperación. Tal situación configura un nuevo escenario con implicaciones políticas en dos ámbitos directos: la gobernabilidad inmediata del país y el futuro de la campaña presidencial de 2012
Por: Alejandro Botía
El anuncio hecho el jueves en la noche por el presidente Hugo Chávez sobre su estado de salud, si bien confirmó finalmente los rumores que durante las últimas semanas alertaban acerca de un cáncer que afecta al mandatario nacional, no despeja del todo las interrogantes respecto al panorama político nacional en el futuro inmediato.
La gran pregunta que más de uno se hace es ¿y ahora qué? Chávez admitió en cadena nacional desde Cuba que se le encontró un tumor maligno, que ha sido operado dos veces; que está siendo objeto de drenajes para limpiar completamente la zona afectada y que atiende un estricto régimen médico para su recuperación.
Lo que no dijo el jefe de Estado, sin embargo, es el lugar exacto en que estaban focalizadas las células cancerígenas que le fueron extraídas, la magnitud y grado de propagación de la enfermedad y, en definitiva, el tiempo que se estima podría durar su recuperación.
Así las cosas, tanto lo que dijo el mandatario como lo que omitió, configuran un nuevo escenario que, básicamente, tiene implicaciones políticas en dos ámbitos directos: la gobernabilidad inmediata del país y el panorama que se proyecta para la campaña presidencial del 2012.
¿TEMPORAL O ABSOLUTA?
En cuanto al primer punto, los principales voceros oficiales, comenzando por el vicepresidente, Elías Jaua, se han apresurado a declarar que Chávez está en pleno uso de sus facultades y que se encuentra al frente del gobierno.
La convalecencia presidencial no sería, según la versión oficial, una razón para considerar la ausencia temporal del mandatario quien sigue gobernando desde Cuba, aseguran.
Éste último punto, sin embargo, plantea al menos un debate a nivel político y en la opinión pública. El artículo 18 de la Constitución consagra de manera expresa que Caracas es el asiento de los órganos del Poder Nacional, por lo cual, gobernar desde otro país podría ser considerado como un fraude a la Carta Magna.
Si a esto se suma el reconocimiento de la enfermedad presidencial (con lo cual la gira se convirtió en convalecencia), ya serían dos los argumentos de peso para sustentar un debate acerca de la falta temporal del Jefe de Estado.
Pero el tema, no obstante, no pasa de ser una disquisición jurídica sin mayores implicaciones prácticas. Primero, porque la propia constitución es vaga e imprecisa a la hora de calificar en qué consiste una falta temporal y debido a que en ninguna parte está escrito quién la determina y bajo qué procedimiento se declara. Además, en definitiva, el chavismo es mayoría en la AN y cualquier debate al respecto se estrellará con una pared roja-rojita.
En consecuencia, la falta temporal del Presidente es un problema más político que jurídico. Ésto, porque una ausencia demasiado prolongada de Chávez generaría mayor ansiedad, nuevas tensiones y, en pocas palabras, afectaría la gobernabilidad de Venezuela.
Por todo esto, es poco probable que Chávez permanezca fuera de Venezuela, más allá del mínimo indispensable para estabilizar su condición médica, independientemente de cuál sea su verdadero estado de salud.
Incluso en caso de que la situación sea de mayor gravedad, el mandatario perfectamente puede mantenerse en el poder el tiempo que él decida. Salvo la muerte, o un notorio y severo cuadro de incapacidad física o mental, es virtualmente imposible que prospere iniciativa alguna para declarar la falta absoluta del Presidente.
Para llegar a este punto har ía falta pri- mero, una declaratoria de ausencia temporal que por el momento ya fue descartada por Elías Jaua. Luego, viene el requisito de agotar un segundo permiso por 90 días para finalmente llegar a que la AN decida "por mayoría de sus integrantes (es decir, la bancada del PSUV) si debe considerarse que hay falta absoluta".
Pero un segundo escenario de gobernabilidad se abriría si la condición de Chávez fuese terminal. En tal caso el presidente tendría que apurarse por regresar, poner la casa en orden y preparar las condiciones para la terminación del actual mandato.
Esto pasa por hacer los respectivos ajustes en el organigrama del gobierno, el partido y, sobre todo, por designar al vicepresidente que, según la Constitución, tendría que culminar el período en caso de que físicamente Chávez no pueda.
DE CARA AL 2012
Si las implicaciones de la salud presidencial son importantes de cara a la gobernabilidad inmediata del país, no menos trascendental es el peso de este factor en el desenvolvimiento y perspectivas de la campaña presidencial en 2012.
Un Chávez incapacitado o fallecido, dejaría al "proceso" ante el reto de encontrar un digno sucesor del comandante capaz de mantener la unidad de la fuerzas revolucionarias, enamorar a las masas y vencer a la oposición en el contexto de un chavismo sin Chávez.
La ausencia de su líder, es sin duda el mayor peligro para la continuidad de la revolución. Chávez, quizás el político más excepcional habido en Venezuela, ha logrado avanzar en su proyecto a lo largo de estos casi 13 años, gracias a su inagotable capacidad para interpretar y conectarse con los sectores populares, mantener la cohesión y sometimiento de sectores abiertamente heterogéneos y controlar a su antojo al sector castrense y el aparato del Estado.
Pero salvo la unción sucesoral que pueda conferirle legitimidad a un eventual candidato post Chávez, es improbable que alguien pueda mantener intacta y acrecentar la herencia política que deje el Presidente.
Muchas facciones e intereses dentro del proceso son hoy contenidas sólo por el peso del mandatario, cuya desaparición abriría las puertas a una Caja de Pandora en las filas rojas.
En caso de que Chávez sea el candidato, también se plantean un par de escenarios. Si se recupera plenamente, el presidente podría afrontar la campaña en las mismas condiciones que lo ha hecho siempre: actos masivos, alocuciones interminables, recorridos agitados por todo el país. Sería otra vez el líder de la revolución contra las huestes contrarrevolucionarias.
Pero si no se repone del todo, ¿podría hacer campaña sólo por televisión, a través de cadenas o desde Miraflores? ¿Usará bastón o muletas en sus actos proselitistas? En ambos casos, el tema de la salud presidencial no desaparecerá ya nunca de la palestra pública.
LA GRAN BATALLA
A los fardos con que llegará Chávez a la campaña el 2012 (en caso de que sea definitivamente el candidato): la mala gestión de gobierno, la inflación desatada, el desempleo galopante, la inseguridad, el agotamiento tras 13 años en el poder, la crisis eléctrica, el "comandante" deberá ahora sumar el espectro del cáncer.
Si hasta antes del viaje a Cuba el panorama político nacional avizoraba un virtual empate técnico entre un Chávez en franco decrecimiento desde hace 4 años y una oposición cuya aceptación entre el electorado viene en constante crecimiento desde entonces, ahora el escenario electoral para el 2012 debe proyectarse con el agregado de un presidente disminuido y enfermo.
Por si fuera poco, mientras la oposición perfecciona sus instituciones para el gobierno colegiado de su pluralidad y afina los mecanismos para la selección consensuada de candidatos unitarios a todos los cargos en liza para las elecciones del 2012, el chavismo acrecienta sus tensiones internas y ve surgir la sombra sobre la cabeza de su propio líder.
Ahora el reloj comienza a girar en sentido inverso para ambos sectores. La revolución trata de ganar tiempo y correr la arruga para ver si la salud de Chávez mejora o en el peor de los casos encontrar la manera de salir del atolladero.
Por el contrario, la oposición comienza a correr contra el cronómetro para anticiparse a los acontecimientos. Ya se habla de adelantar las primarias, precandidatos indecisos comienzan a insinuar sus aspiraciones electorales y la posibilidad de triunfo electoral y acceso al gobierno, más que una quimera empieza a ser cada día una realidad más palpable.
Pero nada de esto quiere decir que Chávez esté derrotado o que la oposición tenga el triunfo asegurado. Hasta ahora, el reconocimiento efectuado desde La Habana sólo significa que el Presidente ha encontrado un nuevo e inesperado escollo que lo ubica frente a lo que quizás constituya la batalla más importante de su carrera pública, pues finalmente lo que está en juego es su vida.
Inesperadamente, por un juego del destino, el hombre que ha dicho representar el legado del Libertador, Simón Bolívar, ve cómo la naturaleza se interpone en su camino. Sólo el tiempo dirá si logra luchar contra ella y hacer que lo obedezca.
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sábado, 2 de julio de 2011
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