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miércoles, 1 de agosto de 2012

La construcción de la verdad

Tal Cual

Todo hecho político se juega en una doble dimensión: la perspectiva del vencedor y la del vencido Venezuela ha tenido una sola independencia, y se la debemos al Libertador Simón Bolívar

"La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los Gobiernos Democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo Ciudadano el Poder. El Pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía".

Bolívar.
Discurso de Angostura

   
MIGUEL ÁNGEL LATOUCHE

Nadie puede atribuirse, como lo ha hecho el Presidente, ser legatario de la figura del Padre de la Patria, todos, si acaso, somos hijos de Bolívar

I. La derrota de Aníbal en manos del ejército liderado por Escipión el Africano, implicó la victoria de Roma sobre su principal rival, el dominio del Mediterráneo y el inicio de una expansión sistemática de lo que podemos considerar el imperio más importante del mundo antiguo. De la misma manera, significó la destrucción de Cartago y su desaparición. Todo hecho político se juega en una doble dimensión: la perspectiva del vencedor y la del vencido. La historia, ya lo decía Foucault, sirve para construir un discurso que permita, o no, justificar el ejercicio del Poder, legitimarlo.

El ejercicio del poder se juega, a fin de cuentas, en la posibilidad de construir un aparato ideológico a partir del cual se justifica el modelo de organización que adopta la sociedad en un momento determinado, tanto como la existencia y las acciones de la clase en el poder.

Quizás por eso los actores políticos intentan amarrar sus acciones a los contenidos de la historia, al legado de los Padres Fundadores. Quizás por eso todos se sienten herederos de las gestas que los antecedieron, tratan de emularlas, tratan de convencer a los demás acerca de su derecho por representar los intereses de la República.

Ahora bien, esa es una cosa y otra muy diferente es el intento por reescribir la historia para hacerla conveniente a intereses de carácter partidista o para justificar una gesta de carácter particular. El Personalismo político necesita justificarlo todo mediante la construcción de unos criterios de verdad que le resulten convenientes. Así por ejemplo: decir que Juan Vicente Gómez, el Taita, el amo del poder, respondía a los intereses de la burguesía, que se vio subyugado por ésta, representa como mínimo un error de interpretación de la figura histórica del dictador más férreo que hubiera tenido el país.

A los venezolanos nos gustan los mitos, la echadera de cuentos, nos cuesta mucho chequear las fuentes, revisar los documentos históricos, contraponer puntos de vista.

Quizás por eso nos gusta tanto citar el texto del decreto de Cipriano Castro que reza: "la planta insolente del extranjero ha profanado el suelo sagrado de la Patria". Sin tomar en consideración que el manejo irresponsable que hiciese el Cabito del erario público, su negativa a negociar el pago de una deuda contraída por su gobierno propició el bloque.

No se trata de justificar las acciones del imperialismo europeo, por supuesto que no. Se trata de entender nuestra propia responsabilidad, de comprender que Venezuela facilitó en ese contexto la invocación que los EEUU realizaran de la Doctrina Monroe y lo convirtió en mediador. Nos gusta leer la historia a conveniencia. Así, hay gente que se declara bolivariana pero le disgusta el Bolívar del Discurso de Angostura.

II. En el ámbito de la pobreza de nuestro discurso político, se hace un intento por apelar a lo que se tiene. A la invocación permanente al Panteón Sagrado de los héroes, a una heroicidad militar que no nos ha legado suficientes instituciones civiles, a la promesa convenientemente elaborada, a una comprensión de nuestro devenir que se escribe en un tono sesgado, que irrespeta las pocas tradiciones republicanas que nos quedan. Es problemático este intento que desde las instancias del poder público se hace por emparentar nuestro proceso político contemporáneo con la gesta heroica independentista. Venezuela ha tenido una sola independencia, se la debemos al Libertador.

Nuestra Soberanía nunca ha estado en juego. ­A veces creo que el Presidente confunde nuestra historia con la historia cubana­. Yo estoy convencido que en este empeño por reescribir la historia, por reinventar el rostro del Libertador, por justificar a Castro y condenar a Páez, no se juega la suerte de la República, se juega, eso sí, la suerte de un Partido Político, la suerte de la clase política que ejerce el poder en esta circunstancia en la que nos encontramos.

Nadie puede atribuirse, como lo ha hecho el Presidente, la heredad de la figura del Padre de la Patria, todos, si acaso, somos hijos de Bolívar. Hacerlo es tan estúpido como declararse sobrino o nieto o lo que fuera de una figura histórica en particular y creer que eso le da a uno determinadas credenciales. Uno es lo que es en función de lo que hace, no en función de lo que hereda. A fin de cuentas: La verdad es lo que es y no lo que uno cree o desea que sea.

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