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viernes, 29 de julio de 2016

Así vive Jorge Camperos, un zapatero de verdad

Prensa MUD.- Dar los buenos días al subirse al ascensor o en la camionetica era una costumbre que distinguía el gentilicio venezolano. Pero se ha ido perdiendo en la misma medida en que se ha vuelto más difícil la vida cotidiana, en la cual, hasta tomarse un café, algo que no faltaba en ninguna casa para obsequiar a cuanto visitante se apareciera, se ha vuelto un lujo.

“El drama empieza apenas uno se levanta, porque lo primero que uno hace es meterse al baño, y entonces necesita papel higiénico, pasta dental, shampoo y jabón para bañarse, y no hay nada de eso, o si hay, es muy poco”, se lamenta Jorge Camperos, de 61 años, un vecino del centro de Caracas que en 1990 dejó su empleo como auxiliar de contabilidad para dedicarse al oficio de zapatero porque, en ese entonces, le resultaba mucho más rentable.

“Al salir del baño uno quiere desayunar, pero tampoco hay café, ni harina con que hacer arepas, y si quiere comer pan debe ir a la panadería a hacer una cola de quién sabe cuánto tiempo a ver si le venden dos piezas, porque cuando hay mucha gente solo venden una por persona”, asegura Camperos, quien recibió al equipo de Prensa Unidad Venezuela en su modesto hogar, que también sirve de local a su negocio, para contarle sus cuitas y sus propuestas para que el país salga de la crisis.

“Es muy difícil decir `buenos días´ después de que uno ha pasado por esto tan temprano. Y eso es todos los días, porque mañana siempre es peor que hoy”, agrega con voz suave, tono que no ha perdido a pesar de las vicisitudes que padece junto a su esposa y sus tres hijos adolescentes, las mismas que padecen hoy millones de familias venezolanas.

“Y esto es aquí en Caracas. En el interior no sé cómo hacen, no sé a qué santo se pegaran para alimentar a sus muchachos”, agrega tras comentar que conoce gente que no pudo enviar a sus hijos a la escuela en las últimas semanas de clases, de manera regular, porque no tenían qué comer.

Los análisis que hacen los economistas y las cifras y estadísticas en las que suelen apoyar sus opiniones ahora dicen poco de la verdadera realidad que están viviendo los venezolanos. Los testimonios de familias como los Camperos, resultan mucho más elocuentes.

“Aquí estamos tratando de que al menos en el almuerzo comamos completo. En la mañana comemos cualquier cosa y en la noche pan saborizado – no relleno – con algo. Hemos llegado a eso porque la situación económica obliga. He perdido 20 kilos, ya la ropa no me queda. Mis hijos están igual, en la misma situación que el resto de la gente en este país”, cuenta.



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