Cada mes los estudiantes de Medicina pierden entre uno y dos días de clases por paros que se dan en la Universidad Central de Venezuela. Foto: William Dumont
Un carrito de curas sin insumos y con una botella de refresco como recipiente para descartar agujas; residentes que levantan informes médicos con réplica, lo que debería indicarse y lo que puede hacerse; estudiantes que se gradúan sin poder cumplir el récord de cirugías pero con un saco de historias de pacientes que fallecieron esperando por entrar al quirófano. Del otro lado de la crisis humanitaria están los médicos y el futuro de la profesión en el país. La Facultad de Medicina de la UCV está golpeada por la deserción de alumnos de los posgrados y la fuga de profesores: 62% de la plantilla está conformada por jubilados y en los últimos dos años 120 docentes han renunciado
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DIANA SANJINÉS / SIETE DÍAS - EL NACIONAL
DSANJINES@EL-NACIONAL.COM
8 DE MAYO 2016 - 12:01 AM
A las 6:40 pm del viernes 8 de abril las puertas de la emergencia del Hospital Dr. Miguel Pérez Carreño se cerraron bruscamente. “No hay salida ni entrada para nadie hasta nuevo aviso”, ordenó una funcionaria de la Guardia Nacional Bolivariana. Minutos antes habían llevado sobre una grúa a un hombre bañado en sangre y en estado crítico. En instantes, más de seis policías se desplegaron en el centro de salud. “Seguramente ocurrió otro enfrentamiento entre bandas y policías”, dijo un residente que está habituado a escenas como esa.
A las 6:40 pm del viernes 8 de abril las puertas de la emergencia del Hospital Dr. Miguel Pérez Carreño se cerraron bruscamente. “No hay salida ni entrada para nadie hasta nuevo aviso”, ordenó una funcionaria de la Guardia Nacional Bolivariana. Minutos antes habían llevado sobre una grúa a un hombre bañado en sangre y en estado crítico. En instantes, más de seis policías se desplegaron en el centro de salud. “Seguramente ocurrió otro enfrentamiento entre bandas y policías”, dijo un residente que está habituado a escenas como esa.
Momentos con aires de guerra se viven diariamente en el Pérez Carreño. Los médicos se han acostumbrado al sonido ambiente que generan las sirenas de las patrullas, a los toscos pasos en los pasillos de los funcionarios que con armas largas se pasean por el área de emergencia y a los gritos ahogados de familiares que piden un milagro que resuelva la falta de insumos, medicinas, materiales quirúrgicos y equipos dañados.
Esa noche no hubo descanso, la emergencia de obstetricia estaba full. Mientras futuras mamás, de entre 16 y 21 años de edad, se quejaban porque llevaban más de doce horas esperando, Gladys Pinto suturaba a una joven que sufrió un desgarre luego de dar a luz precipitadamente en un cubículo de observación. Punzada tras punzada la joven de 21 años reflejaba en sus ojos intenso sufrimiento. Previamente, le habían hecho una Revisión Uterina Bajo Anestesia (RUBA), técnica que se enseña a los residentes y que la crisis obligó a bautizar como RUSA porque allí la hacen Sin Anestesia. El método consiste en retirar toda la placenta y examinar el útero. El dolor inaguantable debe ser controlado mentalmente por cada madre. No hay camas disponibles, así que la recuperación la tiene que hacer en una silla.
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