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miércoles, 26 de agosto de 2015

En la frontera hasta los niños colombianos saben que deben irse antes de que llegue la GN

24 agosto, 2015 | por Vanessa Lizarazo
Efecto Cocuyo


San Antonio del Táchira.- Ya se cumplen 72 horas desde que iniciaron las deportaciones de colombianos indocumentados que residían en diferentes sectores del municipio Bolívar en el estado Táchira.

Hasta este lunes 24 de agosto, según fuentes del Gobierno venezolano, la cifra de deportados ascendió a más de 500 personas sólo en San Antonio del Táchira, entre ellas menores de edad.

Entre el drama de los deportados y de aquellos que perdieron sus hogares, tras las demoliciones masivas realizadas por maquinaria de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb) en el sector de La Invasión, se suma la zozobra y preocupación de aquellos colombianos que conscientes de su situación optan por abandonar el país antes de ser expulsados.

“Yo me voy antes de que vengan y me saquen con mi mamá y mis hijos”, dice Marbel Sanguino, una colombiana que llevaba 12 años en el sector de Llano de Jorge y se dedicaba a la confección de bluejeans.

“En Cúcuta yo tengo a mis hermanos, yo no voy a exponer a mis hijos a que pasen necesidades como la de las personas que están deportando”, agrega Marbel con nostalgia al tener que dejar sus enseres, fruto de su trabajo.

“Me da tristeza dejar la casa con mis cosas, pero más me entristece ver a mis tres niños y a mi mamá recoger su ropa y tener que cruzar el río como si fuesen delincuentes”.

Marbel Sanguino es madre soltera, trabaja a diario para el sustento de su madre de 75 años y de Gabriel, María y Diego de 12, 8 y 4 años respectivamente; sus tres hijos estudiaban en un colegio de San Antonio, y comenta la colombiana de 30 años que ya sus niños tenían los uniformes y algunos útiles que con esfuerzo había comprado para el nuevo año escolar.

“María es venezolana, pero, al igual que sus hermanos que son colombianos, se tiene que ir, no la voy a dejar; allá tendrán que adaptarse a un nuevo colegio y amigos”.

Marbel recibe la ayuda de una vecina que en su motocicleta la traslada junto a sus hijos y su mamá hasta el camino que conduce al río. “Me dicen que eso es rápido, esta mañana muchos vecinos se fueron. Son unos 15 minutos a pie cruzando el río para llegar a Juan Frío (Colombia), y ahí me esperan mis hermanos”.

Cada niño lleva consigo una pequeña maleta con ropa, se despiden de sus familiares venezolanos y toman el camino que los lleva al vecino país, ninguno de ellos saben lo que significa un estado de excepción o una deportación, solo saben que “si llega la guardia nos llevan a todos por ser colombianos”, dice Gabriel, el mayor de los hermanos.

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