23 de junio de 2015
Los que no tenemos acceso a los círculos que toman decisiones, ni a fuentes orales de primera mano, solo nos queda leer lo que se filtra a los medios y redes sociales, leer artículos de opinión, escuchar a los analistas políticos, a los amigos cercanos, y tamizar la ola diaria de rumores, si queremos tener opinión propia sobre lo que está ocurriendo o pudiese ocurrir en el escenario político venezolano.
Con esa premisa y aceptando que no pretendemos predecir, mercado muy competido y exclusivo de facultos, nos atrevemos a coincidir con los que hablan de la necesidad de una transición política en Venezuela, precisando que la misma comenzó ya hace tiempo, marcando su inicio la elección de Caldera por el “chiripero”, continuada con la de Chávez, agudizada con su muerte y acelerada por los desatinos del gobierno “encabezado” por Maduro, al que hoy le toca asumir sin remedio, que la suma de errores repetidos lo hacen el responsable prescindible y que nos acercamos a la oportunidad de un nuevo cambio de gobierno, que significará otro paso en dicha transición hacia un país distinto al que hemos tenido por lo menos en los últimos 30 o 40 años, con los errores en el cálculo de fechas que suelen aceptarse cuando se habla de épocas antiguas o por lo menos, que hoy nos lucen lejanas.
En este punto es indispensable aclarar que transición es un proceso y no un evento, por lo que elecciones, decesos, renuncias, nuevas elecciones y cosas por el estilo, son hitos que marcan etapas, no todas de avance y que no necesariamente implican el cambio que se espera de un proceso transicional.
Para ponerlo de manera de que yo lo entienda, venimos de una democracia incipiente que ilusamente creíamos consolidada y aspiramos ver en vigencia una democracia real en la que las libertades políticas y la igualdad de oportunidades sean garantes de mejor calidad de vida para la gente, producto del ejercicio pleno de derechos y obligaciones por parte de cada uno de nosotros.
Lo que conocimos no era lo mejor, sus errores nos trajeron estos otros y el riesgo de seguir cometiéndolos estará presente mientras no aceptemos que todos tenemos algún grado de responsabilidad en lo pasado, en el presente incierto que vivimos y en el diseño de ese futuro que decimos querer distinto.
Y a todas estas ¿qué? No hay lugar a dudas, la situación que vive el país hace indispensable acelerar la transición.
Las realidades económicas demuestran lo erradas que has sido las políticas populistas, que lejos de prepararnos como ciudadanos para enfrentar las crisis, nos desnudan ante nosotros mismos como mendigos en riesgo cierto de perder las migajas que nos mantenían y por tanto, cada vez más desamparados. Enfrentarlas es factible desde el punto de vista técnico; economistas de diferentes vertientes del pensamiento económico han realizado propuestas hasta ahora ignoradas: convocarlos y generar un plan concertado para la recuperación económica luce posible, sobre todo, si entendemos que el peso de la crisis debe recaer sobre los venezolanos de una manera proporcional a la capacidad para soportarla. Pretender repartir uniformemente las cargas mientras los estímulos se concentran en unos pocos, sería seguir dándole píe al argumento de que el cambio lo quieren solo las minorías sociales y económicas menos vulnerables.
Inseguridad es la otra realidad que enfrentamos todos los venezolanos, agravada por una política no solo permisiva, sino proclive a la proliferación de grupos armados que actuando al margen de la ley, amparados por aquellos llamados a hacerla cumplir, se han ido apoderando de territorios y sentimientos, coartándonos en nuestros movimientos y afectando nuestras posesiones, inclusive la que no tiene reposición, al menos en esta vida. La transición demanda acuerdos en el sentido de reprimir con firmeza y con apego a los derechos humanos toda manifestación delincuencial, soportado en un sistema de justicia severo y presto, que deje claro la inconveniencia de apartarse de la ley, reforzado este accionar con un esfuerzo sostenido en educación y en actividades deportivas y recreacionales aplicadas desde la más temprana infancia.
Seguridad jurídica, seguridad personal y seguridad social son las topias que apuntalarían la recuperación que todos estamos demandando.
¿Cómo facilitar la transición?
- Aceptar que negociar para resolver conflictos es la única forma de evitar (o suspender) enfrentamientos cruentos entre bandos.
- En principio no hay temas intocables; el grado de concesiones en cada tema puede y debe concertarse entre representantes legítimos de las partes.
- La selección de los negociadores es crucial. Cualquiera no sirve para negociar; se requiere habilidades técnicas y caracteres atemperados, pero sobre todo, quien negocia tiene que representar al grueso de su sector y contar con credibilidad en él. Dicha selección no es parte de nuestras responsabilidades como ciudadanos comunes, pero si una exigencia a los que nos representan.
- Las negociaciones para ser efectivas se adelantan en privado y en un clima de confidencialidad. Esto conspira contra nuestro deseo de saber que está pasando, pero que hay que aceptarlo como indispensable para el éxito.
- Lo más importante es que los que negocian son otros, que no tenemos que estar de acuerdo con ellos en todo y lo más cínico, los que se preocupan por el costo de los acuerdos en su imagen, siempre tendrán la oportunidad de decir que no los comparten.
- ¿Qué está pasando en este momento de la transición?
- Se está negociando, de eso no hay duda.
- A pesar de que hablamos siempre de dos bandos y de que en realidad existen de manera gruesa, los mismos no negocian como tales todo el tiempo e incluso, hay partes de dichos bandos que actualmente no negocian y no parecieran dispuestos a negociar, al menos en lo inmediato.
- La existencia de partes dentro de los bandos hace obligante que las negociaciones sean intra e inter bando, lo que implica dificultades adicionales.
- La oposición no tiene una representación monolítica; se habla de la MUD de los partidos, de los radicales y de los partidarios de una tercera vía.
- Los partidos mayoritarios dentro de la MUD, calificados como tales mediante normativas internas, gracias a un juego que pretende ser muy habilidoso, consultó en primarias algunos nombres y se apresta a designar a la mayoría de sus eventuales representantes en la Asamblea Nacional, garantizándose desde ya la existencia de bancadas por partido, intención que mostraron al asignarse por siglas los resultados de las primarias realizadas..
- En consecuencia, el uso de la Tarjeta Única para votar por los asambleístas de la MUD, lejos de reflejar un comportamiento amplio, ratifica que en parte de la oposición se mantiene la intención de apropiarse del sentimiento opositor para el beneficio de algunos colores partidistas. Las derrotas son de la unidad y las victorias de los partidos
- Prueba de lo contrario sería que se le ofreciese a los electores la oportunidad de apoyar al partido de su preferencia mediante la selección de su tarjeta y que le permitiesen a los que así lo prefieran, manifestar su deseo de cambio utilizando la Tarjeta Unitaria. Voluntad Popular se diferencia del resto de la MUD y hoy anuncia que mantiene su tarjeta, confiando en estar en la cresta de la ola y resultar el más votado.
- El oficialismo se fracciona, al menos en: los originales (militares 4F y familia del difunto), los que se autocalifican de izquierda (más de un grupo) y los radicales anti democracias occidentales. Aunque los dos últimos lucen en el mismo lote, mantienen discrepancias entre ellos (culturales diría Fernando Mires).
- Las elecciones internas del PSUV definirán la fuerza de cada sector, quedando como incógnita que harán los partidos aliados y las escisiones recientes en el caso de negárseles presencia en las planchas a la asamblea.
- En términos electorales hoy la ventaja pareciera favorecer abiertamente a la oposición y por ello la MUD se comporta altanera y confiada en capitalizar la mayoría para los partidos más grandes dentro de su alianza.
- Es conveniente tener en cuenta que las encuestas hablan ciertamente de un contundente rechazo numérico al gobierno, que no se manifiesta con la misma contundencia al explorarse el apoyo a los partidos conocidos de la MUD.
- Si hay elecciones será por la presión internacional que obliga a guardar las apariencias, porque existe para el gobierno la posibilidad de que si no las gana, al menos logre una votación decorosa, para lo cual por primera vez el oficialismo necesita hacer trampas.
- Por la vía de las parlamentarias, ya anunciadas para el 6 de diciembre, tendríamos escenarios diferentes que considerar, partiendo de (1) que las gane el gobierno y todo siga igual (improbable), (2) las gane el gobierno y decida negociar en lo económico y/o en lo político (probable e improbable), (3) las gane abrumadoramente la oposición y el gobierno negocie (improbable), (4) gana la oposición, con o sin la mayoría contundente y el gobierno se niega a negociar (probable e indeseable) y (5) gana la oposición sin mayoría absoluta, se integra la cámara de acuerdo a la representación proporcional y la asamblea, presidida por la oposición, se hace parte del proceso de transición (probable y deseable).
- Con la oposición ganando las parlamentarias, inclusive con la mayoría absoluta, se plantea la interrogante ¿Y ahora que ganamos, qué hacemos? El impacto político sería muy importante en el componente imagen y autoestima, pero de dudoso valor práctico, particularmente con el gobierno aferrado al poder, que no ha ejercido constitucionalmente y que no hay razón para creer que vaya a hacerlo a partir de ese momento,
- La incertidumbre, para las partes, del camino electoral apuntala la tesis de que una salida democrática no electoral, negociada entre los bandos, pudiese tener acogida mayoritaria en el país. La misma se vería reforzada por la opinión (y los recursos) de la boliburgesía, que se arriesgaría a tener que enfrentar competidores en el futuro, con tal de mantener lo conseguido hasta ahora.
- Adicionalmente, las negociaciones (producto de elecciones o no) cuentan con el apoyo de varios países; los mismos no interactúan todo el tiempo, lo que añade complejidad al proceso.
- Estados Unidos aparentemente decidió abrir operaciones directamente con el gobierno al no vislumbrar posibilidades de contar con una opción fuerte y unida en la oposición. Esto “agarró” movidos particularmente al Estado Vaticano y otros países europeos, mientras que Cuba y Colombia parecen estar en la jugada.
- Con o sin elecciones, y lo que es peor, sin importar el resultado de las mismas, la transición es obligatoria dada la insostenibilidad económica del modelo aplicado y la posibilidad real de un estallido social de consecuencias imprevisibles. Se dice que en cuanto a escasez aún no hemos visto lo peor y que 2016 se vislumbra más difícil, hasta el extremo de que se rumora la existencia de planes de ayuda humanitaria para evitarnos calamidades extremas.
- Los factores que han constituido el oficialismo tienen la necesidad de salvar el capital político que les legó Chávez. La permanencia en el gobierno merma dicho capital cada vez más aceleradamente, como de hecho se está evidenciando en la práctica.
- No nos estamos refiriendo a los que han hecho dinero gracias a la corrupción; esos se interesan por conservarlo (el dinero, no el gobierno) y dadas las magnitudes de las que se hablan, negociar el disfrute de aunque sea solo parte de él les será suficiente.
- Pensamos en quienes tienen un proyecto político, equivocado para nosotros, pero que confían en la incapacidad de la oposición, o ¿debería decir de la MUD?, para resolver el entuerto que ellos encontraron y que están dejando en condiciones muchísimo más graves, después de dilapidar unos ingresos que hubiese permitido un empuje importantísimo al desarrollo de nuestra sociedad.
- Ellos quieren deshacerse del gobierno y entregarlo a quienes a la larga confían poder acusar de ser los responsables del colapso final y así aspirar a retomar posiciones de gobierno.
- En consecuencia, con o sin parlamentarias, preferiblemente con estas para el status quo, tanto para el gobierno como para la MUD, se impone la renuncia del Presidente Maduro (enfermedad, decepción, presión insostenible, compromiso con el proyecto o lo que suene mejor), su reemplazo por el Vicepresidente (el actual o el más conveniente para el momento), llamar a elecciones en 30 días o en el máximo permitido por la constitución y
- elegir por acuerdo político (oficialismo y oposición, todos o parte de ellos) un gobierno constitucional que se encargue de tomar las duras medidas que no se pueden seguir sorteando, que aguante con mercadeo político, programas selectivos de apoyo a los realmente más necesitados y apoyo militar para el control de los colectivos armados, calificándolos como lo que son, fuerzas paramilitares que intentan substituir a los cuerpos constitucionalmente autorizados para la defensa de la sociedad, y lo más fundamental, que se aboque a la reinstitucionalización del Estado venezolano, mediante la vía legal más apropiada. Voluntarios estamos seguros que hay, y algunos, creemos, lo harían con la mejor intención y la capacidad necesaria para armar los equipos de trabajo indispensables.
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