Su seriedad, su condición de mujer, y Petrobras, garantizan que Dilma Rousseff pronto deberá liar sus petates
MARIO SZICHMAN Nueva York/ Especial para TalCual
Y no eligió peor plataforma para lanzarse a la arena pública que Petrobras, la empresa petrolera estatal, que ha producido más corrupción que crudo, alimentando las maquinarias políticas del gobernante Partido de los Trabajadores fundado por Luiz Inácio Lula da Silva, otro benemérito al cual, algún día, la verdadera historia rendirá escasos tributos.
Todo empezó y terminó con Petrobras. Rousseff entró por la puerta grande de la administración pública brasileña, y será arrojada a patadas de la administración pública por culpa de esa empresa.
Según The Financial Times, Petrobras tiene un grave problema de imagen y se ha convertido “en el paria del mercado petrolero internacional. Para decirlo de manera simple, los mercados odian esa compañía”.
En fecha reciente, el banco Credit Suisse encuestó a 160 gerentes que analizan portafolios de empresas. De ellos, un 60 por ciento dijo que las acciones de Petrobras tenían un valor superior al estimado, la mayoría cuestionó los cambios en su administración, y casi una quinta parte pronosticó que la compañía nunca podrá generar balances positivos.
El principal problema, dijo el periódico londinense, es que el dinero generado por Petrobras se desvanece en el aire. En los primeros nueve meses del 2014 (últimas cifras disponibles), las pérdidas alcanzaron a 5.400 millones de dólares.
Pero todavía en septiembre de 2014, el petróleo oscilaba en los 80 o 90 dólares por barril. Ahora están a la mitad. Es casi inevitable que el déficit empeore.
En la actualidad, Petrobras adeuda 261.000 millones de dólares, cuatro veces superior a lo estimado en el 2014. No es casual que Moody´s, la evaluadora de riesgos, haya rebajado el mes pasado la calificación de la empresa, enviándola paulatinamente hacia el territorio de los “junk bonds.”
La mala situación financiera de Petrobras nada tiene que ver con la caída en los precios del petróleo sino, como en el caso del ente estatal venezolano PDVSA, con su conversión en caja chica del gobierno y de sus faraónicos planes para perpetuarse en el poder.
Petrobras está hundida hasta las cejas en un escándalo de larga data, que comenzó cuando Dilma Rousseff lideraba la compañía. El drama principal, dijo The New York Times, un periódico bastante mesurado a la hora de ofrecer juicios, “es un colosal escándalo de sobornos”.
Y a eso se suma la clara posibilidad de que en el 2015, por segundo año consecutivo, habrá una contracción de la economía, algo que no ocurría desde la Gran Depresión de 1929-1930.
En los últimos días, centenares de miles de personas (The Economist, otra publicación bastante conservadora, ubicó la cifra en un millón) salieron a la calle para exigir la renuncia de Rousseff.
Esta semana, una encuesta de opinión de Datafolha indicó que su índice de aprobación es del 13 por ciento. Al lado de ella, los índices de aprobación del presidente de Venezuela Nicolás Maduro son siderales. Recuerdan los de Elvis Presley antes de que ganara algunos kilitos.
CORRUPCIÓN NACIONALISTA
La Corte Suprema de Brasil autorizó hace poco la investigación de docenas de importantes figuras políticas, entre ellas los líderes de ambas cámaras del Congreso. Ex ejecutivos de Petrobras llegaron a acuerdos con la fiscalía para reducir sus sentencias, a cambio de revelar chanchullos.
Por ejemplo, empresas de construcción que intentaban obtener acuerdos con la empresa petrolera pagaron sobornos de alrededor de un tres por ciento del valor de los contratos. Y los sobornados obtuvieron ganancias realmente espectaculares. (Al menos para Brasil, en Venezuela apenas alcanzarían para financiar el cumpleaños del hijo de algún funcionario público).
Un gerente, Pedro Barusco, prometió a la fiscalía devolver casi 100 millones de dólares que ocultó en un paraíso fiscal. Los ejecutivos también dijeron que parte de los sobornos fueron canalizados hacia el gobernante Partido de los Trabajadores y hacia otros partidos y líderes de la coalición oficalista. Porciones del dinero fueron empleados en la primera campaña presidencial de Rousseff, en el 2010.
Todo el esquema, dijo The New York Times, entró en vigencia “durante el período que correspondió a la época en que la señora Rousseff fue presidenta del directorio de Petrobras, desde el 2003 hasta el 2010”. En esa época, Rousseff era también ministra de Energía y jefa de gabinete de Lula.
Por supuesto, Dilma nada sabía de esos chanchullos. Tampoco Lula. Eso es muy elogiable desde el punto de vista de la honestidad, pero ¿qué clase de presidenta es ella, qué clase de presidente era Lula, que no vieron tamaña corrupción?
Cuando un amigo nuestro pasa de un Volkswagen a un Cadillac, de inmediato entramos en sospechas. Cuando se divorcia de su devota esposa y se empata con una estrellita joven de la televisión, también entramos en sospechas. No hay que ser un paranoico para detectar cambios en otra persona, desde la vestimenta hasta su nuevo apartamento.
Un día, Dilma, o Lula, se encontraban con un funcionario que manejaba un modesto automóvil. Un año más tarde, el mismo funcionario ya tenía dos yates, a sus hijos estudiando en Yale, y a sus dos queridas una montada en un high rise en Copacabana, y la otra estudiando en Londres. ¿Eso les parecía normal?
ESPERANZAS FRUSTRADAS
Cuando Rousseff ingresó a Petrobras, quiso convertir a la compañía en el modelo económico de Brasil. La empresa pasó a controlar los campos de crudo mar afuera, y recibió el encargo de adquirir buques, plataformas petroleras y otros equipos.
La intención de Petrobras de crear industrias locales para abastecer Petrobras, así como refinerías en estados controlados por aliados del Partido de los Trabajadores, dijo el diario neoyorquino, “creó millares de trabajos… hasta ahora”.
Tanto el escándalo de sobornos como la baja en el precio del crudo obligó a Petrobras a suspender tareas en una serie de proyectos, entre ellos un enorme complejo de refinerías en Itaboraí, cerca de Rio de Janeiro.
El sindicato que agrupa a los trabajadores de la refinería dijo que del 2013 hasta ahora, la fuerza laboral se redujo de 35.500 a menos de 5.000.
Leirson Fabiano Santos, un trabajador que perdió su empleo en la refinería, dijo a The New York Times, que alrededor del 90 por ciento de los obreros votaron por Rousseff, pero añadió, “Ya no tengo nada bueno que decir sobre ella”.
Según Santos, ahora Rousseff “quiere aumentar los impuestos y los precios del combustible. Por lo tanto nosotros, la masa, tendremos que pagar el precio por la corrupción de Petrobras”.
Parece imposible que Dilma encuentre una vía de escape. El real, la moneda del país, perdió más de un 30 por ciento de su valor en relación al dólar desde que ganó la primera ronda de las elecciones presidenciales en octubre. Y nadie sabe cómo Petrobras emergerá de sus problemas. En la actualidad, figura entre los entes petroleros más endeudados del mundo.
Inclusive el ministro de Finanzas de Brasil, Joaquim Levy, cuestionó la idea de brindar tanto poder a empresas corruptas como Petrobras.
Pero, todavía queda una esperanza. Expertos de la industria energética dijeron que Brasil cuenta con algunos puntos fuertes que no existen en otros países petroleros como Venezela.
Eso incluye instituciones confiables, como la Policía Federal, que descubrió el escándalo, y la Corte Suprema, que autorizó la investigación de poderosos legisladores gubernamentales. También en Venezuela existen diferentes organismos del gobierno, pero no tienen tiempo de investigar a funcionarios oficiales, porque dedican su tarea, de manera exclusiva, a investigar a la oposición.
Es posible que en el futuro logren ser equitativos. Pero por ahora, el día sigue teniendo 24 horas, están abarrotados de trabajo, y no cuentan con personal suficiente. Esa es una de las razones que el chavismo perdurará.
Dilma Rousseff quiere ser una presidenta seria, respeta la división de poderes, detesta a los corruptos, desea el bienestar de su pueblo, permite manifestaciones multitudinarias, hasta ahora no ambiciona comprar los principales medios de comunicación del país, ni ha querido endiosar a Lula como el expresidente supremo e inmortal. Y así le va a ir. Muy pocos creen que llegue a concluir su mandato.
@mszichman
http://marioszichman.blogspot.com/


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