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domingo, 2 de junio de 2013

Maduro necesita un crucero

Por: LUIS NOÉ OCHOA | EL TIEMPO de Colombia
5:36 p.m. | 31 de Mayo del 2013


Si requiere asesoría, pídasela a la presidenta de nuestra Corte Suprema, Ruth Marina Díaz, timonel de la justicia. Ella viajaría gustosa a explicarle los detalles para su descanso remunerado.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, habló duro contra el mandatario colombiano. También el presidente de la asamblea, Diosdado Cabello, y el canciller Elías Jaua. Cada uno quiere hablar má duro. Es posible que tilden a Santos de “majunche del imperio”.

Están que trinan por la visita que realizó el miércoles a Colombia el líder de la oposición, Henrique Capriles, que fue recibido en el Congreso como si fuera una estrella de Hollywood.

En la plaza de Bolívar, la gente le pedía cachuchas firmadas. Algunos dijeron que se parece a Simón Bolívar, aunque una simpatizante de Chávez dijo que se parecía a Simón el Bobito. Nuestros parlamentarios, las secretarias y los secretarios se peleaban por tomarse fotos con él. Y como que le regalaron el libro autografiado de poemas de Roy Barreras.

En el Palacio de Nariño, cuando todavía olía a azufre –pues se acababa de ir el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden–, Santos y el líder de la oposición venezolana comieron tajadas de maduro frito y dialogaron sobre la paz de Colombia –aunque en uno les salió un Cabello–, las economías, la transparencia, las pantalonetas, las fronteras, sobre el papel, no higiénico, sino de la oposición, y sobre un tema sensible para Venezuela: el compromiso que hubo en Unasur de pedir que se haga la auditoría de los votos. ¡Ajá!

Eso ofendió al heredero de Chávez, quien aplica aquello de que el amigo de mi enemigo es mi enemigo y en típica pataleta de celos, dice que Santos le metió una puñalada por la espalda.

Esta pelea es traída de los Cabellos, pues uno recibe en su casa a quien quiera. Nadie le puede condicionar los amigos. Eso no figura en ningún convenio internacional.

Jaua, por su parte, dijo: “Esto nos obliga a revisar la participación de Venezuela en el proceso de paz en La Habana”. Chantaje puro, verde o maduro. Pero no es muy grave, porque yo creo que los jefes de la guerrilla no se sienten tan a la sombra de esta mata de plátano. Y, por demás, el proceso ya tiene carta de navegación propia, y los líderes farianos están con pereza de volver al monte, donde ya los zancudos les parecen drones. E inclusive no querrán ir a Venezuela, pues, por desgracia para el bravo pueblo, hermanos bolivarianos, hay poca comida, escasean el aceite y la harina para las arepas, y ni siquiera hay papel higiénico. La embarrada.

Mas, no se deje dar pedal, presidente Maduro, pase la página, pues algunos se alegrarán con este impasse. Usted y Santos se llevan bien y los dos pueblos se necesitan.

Lo que pasa es que usted está estresado por exceso de trabajo y necesita darse un crucero. Si requiere asesoría, pídasela a la presidenta de nuestra Corte Suprema, la magistrada Ruth Marina Díaz, timonel de la justicia. Ella, que vive sobrada de millas, viajaría gustosa a explicarle los detalles para su descanso remunerado.

Puede llevarse unos diez amigos, que todo estará viento en popa. Y en alta mar también se trabaja a toda vela. El crucero relaja. Le cuento que dicen mis fuentes que aquí entre magistrados ha cambiado el lenguaje, y se hablan en términos marítimos. De hecho, ella se llama Marina: si hay críticas, se dirá que “es-lora”. Para pedir algo entre colegas se dice: quiero pedirte un “babor”. O “¿me haces un cruce...ro?”. Allí no se hace un descanso, sino se “ancla”. Y, aunque uno casi hunda el barco, se conserva la canoa.

En fin, calma, presidente Maduro. No se deje echar al agua por malos consejeros que buscan pescar en mar picado. La amistad con Colombia debe estar en cubierta. Así que si quiere que su país salga a flote, dese un crucero en el barco de la diplomacia. Ayúdenos con la paz, que va por buen viento y buena mar.

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