¿Estamos dispuestos a cegarnos -y a dejarnos cegar- por un nuevo culto para perder el siglo XXI?
RICARDO VILLASMIL BOND | EL UNIVERSAL
sábado 9 de marzo de 2013 12:00 AM
La situación es dramática. El héroe máximo moría tras una larga y penosa enfermedad, dejando tras de sí a un país exhausto y polarizado en torno al significado de su vida pública y de su legado. Parte de la población llora por haber perdido a su líder y conductor político y espiritual, a su libertador. La otra parte lo celebra como un castigo divino a la personificación del mal en la Tierra, al demagogo dictador. Pocos permanecen indiferentes.
Sus herederos no la tienen fácil. El panorama económico y social que deja el héroe es desolador. Luego de décadas de lucha, la economía está devastada. Sus extravagancias, dentro y fuera del país, han agotado las arcas públicas, el orden público ha sido suplantado por la anarquía, las tierras y las empresas están en la ruina y parte importante del capital financiero y humano ha huido del país. Pero esto no es todo. Las facciones amenazan con devorarse entre sí, y entre ellas destaca un nuevo y sumamente peligroso actor en la vida política: los militares. El héroe los introdujo en la vida política y les dio un papel protagónico en ella, y ahora, el genio se niega a volver a su botella.
Hablamos, evidentemente, del año 1830. El héroe es Simón Bolívar y su extravagancia llevar la revolución libertadora más allá de nuestras fronteras. La independencia había prometido traer consigo abundancia e igualdad, pero bastaba con levantar la mirada para entender que nada de ello iba a cumplirse, al menos no en lo inmediato. El propio Libertador reconoce lo desolador del panorama ("... la independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás... "); y los peligros que se asoman ("le temo más a la paz que a la guerra").
Apareció entonces el culto al héroe, resultado de la fusión de dos cultos: uno del pueblo y otro para el pueblo. Apareció como la necesidad que ambos, pueblo y gobierno, tenían de "disimular un fracaso y retrasar un desencanto", como lo expone Carrera Damas en El culto a Bolívar. Como el mítico pueblo de Cirene, agobiados por las dificultades del presente, optamos por mirar al pasado, y perdimos así nuestro futuro. Así perdimos el siglo XIX y tuvimos que esperar que muriera Gómez para entrar en el XX. ¿Estamos dispuestos ahora a cegarnos -y a dejarnos cegar- por un nuevo culto para perder el XXI?
@rvillasmilbond
www.ricardovillasmil.com
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