La tragedia de Uribana, no es una casualidad porque la violencia carcelaria se ha convertido en cotidiana en esta Venezuela estrafalaria. El tráfico de armas y drogas en los penales, la extorsión, el ejercicio de tiranías internas por parte de mafias de reclusos regidas por los famosos pranes, la corrupción de los guardias, las condiciones infrahumanas; todo eso ha convertido a las cárceles de aquí en una vergüenza de inmensa magnitud
OSCAR TENREIRO
El tráfico de armas hacia los penales, el de drogas, la extorsión, el ejercicio de tiranías internas por parte de mafias de reclusos regidas por los famosos Pranes (acrónimo de Preso, Rematado, Asesino Nato, según parece ser el término acuñado originalmente en Puerto Rico), la corrupción de los guardias, las condiciones infrahumanas; todo eso ha convertido a las cárceles de aquí en una vergüenza de inmensa magnitud.
Si alguien lo dudase que piense en el número de reclusos muertos en motines diversos de los últimos seis meses: más de seiscientos, en un país cuyos burócratas se vanaglorian de haber eliminado la pena de muerte.
Y en Uribana, casi un centenar entre muertos y "desaparecidos". Y pongo las comillas porque hay más de 30 desaparecidos... en una cárcel. No se sabe la razón, nadie lo explica. Y el asombro llega al máximo cuando uno de los presos rescatados grita, al ser evacuado, que habían enterrado gente dentro de la cárcel.
Y la Ministra responsable dice, para que nos asombremos aún más, que nunca se sabrá la verdad de lo ocurrido. La crisis que vivimos se revela una vez más con toda su estridencia.
¿Hay espacio ante algo así para emprenderla contra unos medios que no han hecho otra cosa que dar la noticia usando los recursos que les son propios?
Porque ante una situación que pone ante nuestros ojos una vez más el nivel de deterioro de las instituciones venezolanas, lo lógico es dejar de lado el esfuerzo de justificar las conductas de los responsables recurriendo una vez más al enfrentamiento ideológico-político, en lugar de reconocer que han sido rebasados por la amplitud y complejidad de los problemas.
II
Es eso lo que me empeño en hacerle notar a quienes insisten en que Venezuela es un teatro de lucha entre una esclarecida revolución y una derecha negra e irresponsable. ¿Hasta cuándo decir eso ante problemas que escapan a toda simplificación? Convertir cualquier debate en una lucha de contrarios políticos sirve para encubrir verdades pero no ayuda a la lucidez. Y menos aún a resolver problemas.
El tema carcelario exige muchas cosas que poco tienen que ver con la cuestión ideológica-política. Por una parte se impone la necesidad de definir normas de calidad, estándares, tanto para el manejo jurídico y administrativo-técnico de las cárceles, como para la de considerar seria y profesionalmente la cárcel como edificio, tema al cual le he dedicado espacio, siempre alarmado de que no se considere. Como se ha evadido entre nosotros toda discusión sobre lo que debe ser un edificio público.
Si hay una omisión grave de la revolución bolivariana ha sido el no haberle dado forma a un modelo normativo de las edificaciones públicas.
Si uno pudiera reconocer, por ejemplo en la Misión Vivienda, el esfuerzo por mejorar la calidad del edificio, eso no se ha llevado a otros ámbitos de actuación, salvo en ejemplos aislados.
Y en este caso pareciera obvio que los arquitectos en el Poder no han podido influir en los más altos niveles de gobierno para que se entregue a equipos profesionales idóneos la tarea de construir un Sistema Carcelario decente.
Ocurre lo que ha sido característico de estos años: importa sólo sostener un Poder que se divide entre parcelas de responsabilidad sin comunicación entre ellas. Y así, la Ministra de Asuntos Carcelarios, sin formación profesional en la materia, asume a su manera la solución de uno de nuestros problemas más graves, adoptando el modo excluyente típico del Régimen, que le impide sumar voluntades. Pensar que fracasará es de simple lógica.
III
Vale recalcar que no hemos visto entre las declaraciones que la Ministra ha hecho, ninguna alusión al posible establecimiento de un plan general de construcciones carcelarias respaldado por algún equipo profesional conocido.
Todo se maneja con el característico estilo de los últimos 14 años: secretismo, declaraciones esporádicas, muestras aisladas de actividad aquí y allá, rumores... un estilo que nada tiene de moderno en el sentido de uso correcto de los medios e instrumentos dentro de un marco jurídico claro. Venezuela sigue siendo manejada como una especie de hacienda ya no bananera sino petrolera, para nuestra humillación y no poco desespero.
Y resulta imprescindible en este punto hacerse una pregunta basada en lo que la semana pasada decíamos sobre los marcos de referencia. ¿Es posible dentro del marco de referencia político-social creado por el Régimen resolver in extenso el problema carcelario? La respuesta es un rotundo no.
Toda la maraña de para-milicias vestidas de rojo, motorizadas y armadas, los colectivos con armas largas y uniformes que enfrentan a las policías, las milicias que exhiben su agresividad frente al otro, son grupos sociales creados o favorecidos activamente por el Régimen, que rozan el crimen, que mueven a su antojo los límites de la legalidad bajo la mirada protectora de la autoridad constituida.
Y las prolongaciones de esta conducta hacia esos enclaves de criminalidad que son hoy las cárceles, vía contrabando de armas, intercambio de información delictiva y respaldo a los Pranes en el mantenimiento de territorios bajo su control, son públicos y notorios.
La única manera de desmontar ese aparataje de ambigüedad ante el crimen sería comenzando con un abandono consciente de la práctica ideológica que ha construido ese marco. Y sabemos quién le dio forma y con qué objetivos. Ese es el problema mayor.
oscartenreiro.com
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