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miércoles, 30 de enero de 2013

De Cuba a Uribana

Tal Cual

Mientras este ritual de santificación, con afiches y pendones en las avenidas, se ha convertido en la prioridad oficial, afuera hay otro país que se estremece con los homicidios del fin de semana o se escandaliza en los supermercados por los altos precios y la escasez de alimentos y medicinas.

ELIZABETH ARAUJO

De La Habana a la cárcel que en estos días estremeció a los venezolanos, por su ya frecuente explosión de violencia, no median más de 1.630 kilómetros, si seguimos en línea recta el recorrido de la fibra óptica que generosamente tendió Cantv hacia la isla antillana para que las instrucciones de los Castro seguramente lleguen sin interferencias. Todavía la ministra Iris Varela, quizás la funcionaria más inepta que ha pasado por este remedo de revolución, no sabe cuántas personas murieron, ya que, según insólitas declaraciones suyas a La Verdad, no se deberían contar los "muertos viejos" que permanecían ya cadáveres en el centro penitenciario, cuando ocurrió la requisa de la Guardia Nacional.

El punto es que el convaleciente mandatario, que habla casi a diario con Maduro, hace reír a las enfermeras y es capaz de firmar decretos o escribir una larga carta antiimperialista, parece no haberse enterado que en la cárcel de Uribana se acaba de registrar una de las peores tragedias penitenciarias con 58 muertos y más de 90 heridos. Si lo sabe, poco habrá de interesarle porque, a decir verdad, ¿cuánto les importó a Maduro, Jaua y Villegas cuando emprendieron su viaje a Chile para pregonar que el Comandante se había recuperado y estaba casi listo para regresar? ¿Hubo acaso algún funcionario que se reuniera con los familiares de los reclusos muertos o heridos? ¿Sabe ese pueblo que tanto mencionan los resultados de la investigación que se habría hecho tras los sucesos de La Planta? Con este plan de vendernos un líder continental invencible e invisible "que libra una gran batalla por la vida", como suele decir el ministro de Comunicación, el país se está diluyendo en la nada, ante unos ministerios que prácticamente no trabajan y un vicepresidente dedicado a elevar el culto religioso del líder benefactor y sacrificado que se enfermó por estar dedicado a su pueblo.

Mientras este ritual de santificación, con afiches y pendones en las avenidas, se ha convertido en la prioridad oficial, afuera hay otro país que se estremece con los homicidios del fin de semana o se escandaliza en los supermercados por los altos precios y la escasez de alimentos y medicinas. Un gobierno que ignoró las lecciones que pudieron haber dejado las matanzas en Tocorón en 2010 o la de El Rodeo en 2011, y la más reciente del año pasado en La Planta. Una administración que se burló de las medidas dictadas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos para atender las exigencias de la población penal de Uribana, y cuyo desenlace fatal la ministra Iris Varela atribuye a una feroz campaña de los medios de comunicación para sabotear sus planes de "humanización carcelaria".

Atrapados entre las noticias provenientes de Cuba y Uribana ­o cualquier otra cárcel a punto de estallar­ los venezolanos asistimos a diario al hundimiento del país que alguna vez quiso salir adelante, como lo hacen sus habitantes, pero que estos saboteadores en el gobierno o en las demás instancias del poder, se niegan a dejarlo crecer en paz y prosperidad. De La Habana a Uribana no media más que un nombre, el causante de toda esta tragedia nacional.

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