Mientras el pueblo pueda acudir a votar, puede decirse que hay democracia. A veces restringida, aporreada, cercada por los privilegios políticos o económicos de algunos, pero democracia. Así que el voto es el principal instrumento que hay que usar para garantizar la existencia de la democracia y por tanto de todos los demás derechos
ENRIQUE OCHOA ANTICH
Aunque entra en la categoría de derechos políticos, el voto está, sin embargo, en la base de los otros derechos, pues es a través de éste que el ciudadano, que el pueblo todo, decide. El sistema interamericano reconoce incluso a la democracia misma como un derecho humano más. Es por tal razón que, aunque para nada lo es todo, la existencia del voto define si un sistema es democrático o no.
Mientras el pueblo pueda acudir a votar, puede decirse que hay democracia. A veces restringida, aporreada, cercada por los privilegios políticos o económicos de algunos, pero democracia. Así que el voto es el principal instrumento que hay que usar para garantizar la existencia de la democracia y por tanto de todos los demás derechos.
En Venezuela son muchos los mitos que se han divulgado y que todos los días se divulgan acerca del voto, lo que al final tiene por consecuencia la más deplorable de todas: que algunos ciudadanos claudiquen en el ejercicio de ese derecho fundamental y se abstenga. Siempre existe, claro, la posibilidad de que alguna persona no se sienta atraída por ninguna de las propuestas políticas en disputa y en este caso la abstención es un derecho.
Pero abstenerse porque se crea que el voto no es secreto (como tanto suele decirse en esta comarca) cuando sí lo es, o que se hace trampa con las máquinas cuando no se hace, o que el Registro Electoral está intervenido para hacer imposible la victoria de la oposición, constituye un acto de suicidio ciudadano que debemos deplorar y combatir.
Toda esa quincalla por demás ignominiosa que mira traiciones en toda admisión de derrota (como se hizo alguna vez con Rosales y ahora se volvió a hacer con Capriles) o que inventa mentiras canallescas respecto de quien (como el Rector Vicente Díaz) sólo ha cumplido escrupulosamente con su deber, tiene que ser arrojada al trasto de la basura de una vez y por siempre. Así que a despejar toda duda de aquí al 16D. Porque, sin duda alguna, vale la pena votar.
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