GREGORIO SALAZAR - Tal Cual
A más de 639,5 kilómetros de altura, mientras recorría con serena placidez su trascendente curso orbital, tuvo lugar nuestra conversación con el nuevo orgullo de la flota espacial bolivariana, el Satélite Miranda, que operará como plataforma de apoyo para la conservación, defensa, protección y mejora ambiental.
El lanzamiento de este portento de la tecnología revolucionaria a escasos siete días del día de las elecciones constituyó uno de los golpes más exitosos de la campaña del candidato a la reelección. Que se recuerde, aparte de uno que otro cohete de varilla lanzado en Maracaibo y los fuegos artificiales del Día de Barquisimeto, en el ámbito del espacio exterior no tuvieron las fuerzas opositoras posibilidad de contrarrestar el impacto propagandístico de esta proeza aeroespacial.
Y ya que ningún medio público ni privado se interesó en hacerle seguimiento a este suceso, la iniciativa periodística estaba de anteojito. Las peripecias vividas para concretarla son muy largas y el espacio corto. Básteles saber que utilizamos para llegar al Miranda un globo aerostático y un traje de astronauta de segunda mano, adquirido en mercadolibre.com a precio de golilla. Exacto: el utilizado por el austriaco Félix Baumgartner hace apenas dos semanas. Fue hecho verdaderamente providencial. Recuerden que un reportero sin suerte no llega a ninguna parte.
Mientras nuestro globo ascendía buscando la estratosfera, apreciaba absorto nuestro planeta Tierra, surcado de brillantes vetas de los más variados colores que lo asemejaban a una metra. Una prodigiosa canica, una colosal nate. El pensamiento voló tras los recuerdos de nuestra hermosa infancia cuando con harta envidia veíamos jugar a los otros niños porque y nos volvemos a exasperar nunca pudimos aprender a lanzar las putas metras.
Al divisar la bandera tricolor adornando su fuselaje, el pecho se nos hubiera inflado de orgullo patrio si nos lo hubiera permitido el apretado traje espacial de Baumgartner, una talla menor que el suscrito.
Ganga es ganga. Pero ya estábamos volando a la par del Miranda y no había tiempo que perder. Lo saludé con efusividad: ¡Buenos días, compatriota! ¡! Quedé desconcertado. Si el satélite venezolano me hablaba en chino, todo estaba perdido. Ni papa entendí de esa lenguarada. Claro, si ese era su lenguaje nativo qué otra cosa podía esperar. Sin desesperarme, comencé a explorar su cubierta metálica hasta dar con un botón rojo al lado de un letrero: "Botón nacionalizador".
Lo apreté e intenté una pregunta:
¿Qué tal sus primeros días de trabajo? Ah, sí, el más gafo. Ustedes no trabajan allá abajo y esperan que yo me afane en estas soledades siderales respondió y suspiré aliviado.
Era una voz excesivamente electrónica, como la del antiguo 119 de CANTV tan oída los 31 de diciembre, la que decía: "al oír el tono serán las once horas, cincuenta minutos, etc".
¡Pero todos hemos visto las gráficas que ha mandado del territorio nacional! insistimos.
Como cualquier turista. Imagino que Aristóbulo, Rodríguez Chacín y Al Aissami han llegado haciendo lo mismo en Puerto La Cruz, San Juan de Los Morros o Turmero. Camisas floreadas, chinelas, lentes oscuros y foto y foto...
¿Entonces ese no es su trabajo? Digamos que sí. Yo voy fotografiando toditas las áreas contaminadas del territorio nacional. Fíjese en aquello que parece el Lago de Maracaibo.
¿No es el Lago de Maracaibo? No, es el Lago de Valencia que sigue creciendo y creciendo con las aguas servidas y ya se tragó a La Punta y Mata Redonda.
Qué barbaridad...
¿Ve aquella inmensa mancha verde? Ya. Parecieran sembradíos para la soberanía alimentaria.
No, ese sí es el Lago de Maracaibo, verdecito de tanta lenteja de agua, la lemna, pues...
¡Qué horror! ¿Ve aquello que parece una cordillera multicolor? ¡Pero qué lindo! Lindo porque no le pega el tufo, pero esa es la montaña de basura del vertedero de El Chaparral. Todo eso yo lo he fotografiado milimétricamente con una definición superior a la de la cámara del Curiosity. Eso ha quedado perfecto, como si le hubiera hecho a cada bacteria, a cada microbio, una foto tipo carnet.
¿Y después? Ah, después no sé. A mí nada más me mandaron a que los retratara.
¿Cómo se lleva con el Satélite Simón Bolívar? Nos vemos de lejitos. Yo giro por aquí y el gira por allá. No quiero nada con el bochinche. Por cierto, el comandante ha dicho que va a mandarle el satélite Manuelita. Estoy esperando que lo haga para solicitarle inmediatamente un satélite Catalina.
¿Y eso? Nooo, es que yo solo y fastidiado no me voy a quedar por aquí arriba. Qué va...
¿Pero no dice que no quiere nada con bochinche? Próxima pregunta...
Nos anuncian que pronto estaremos fabricando y exportando cientos como usted.
Primeramente sólo en formato llavero, pero tenga por seguro que, sea como sea, cada venezolano tendrá su propio satélite.
¿Qué mensaje le enviaría a los venezolanos? Que se sientan orgullosos de este salto histórico. Todo yo soy histórico.
A ver, explíquese.
Bueno, por ejemplo, este tubito que ve aquí es el último que produjo la planta de tubos de Sidor.
Magnífico. ¿Qué otra cosa? Este espejo retrovisor...
Ajá.
Era del camión de campaña del comandante. No nos salieron los dólares de Cadivi para importar uno original.
¿Qué es lo que más extraña de la tierra? La comida criolla.
¿Qué platillos en especial? La sopa wanton, el chop suey y el arroz chino.
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