El presidente de la República Hugo Chávez aspira llevar al país a objetivos propios del primer mundo como si las necesidades básicas se encontraran resueltas. Por su parte, Henrique Capriles Radonski se compromete a enfrentar los problemas más apremiantes de una población aquejada por los males del tercer mundo.
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La propuesta de Capriles
La propuesta de Chávez
ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
domingo 7 de octubre de 2012 12:00 AM
Existen diferencias fundamentales entre las ofertas electorales de Henrique Capriles y Hugo Chávez, pero hay una que puede resultar decisiva a la hora de tomar decisiones sobre el futuro del país: mientras el segundo fundamenta su modelo ideal sobre premisas abstractas unas (independencia) y metas propias de los países desarrollados y/o dominantes ("conformación de un mundo multicéntrico y pluripolar"), el primero, realista y moderado, coloca el acento en la seguridad, el empleo, la salud, la educación, la nutrición, el agua y la vivienda.
En otras palabras, mientras uno aspira a objetivos propios del primer mundo, como si las prioridades básicas ya estuvieran solventadas, el otro se compromete a enfrentar los problemas más apremiantes de una población aquejada por los males del tercer mundo.
Al conjuro de la realidad
Son dos ópticas que hablan de percepciones opuestas de la realidad. Una es la de un joven candidato, con un discurso inclusivo, a lo largo de 14 años de vida política, enriquecido ahora por su entrañable peregrinaje a través del la Venezuela recóndita, en contacto con las poblaciones más alejadas (y no sólo geográficamente) de los centros de poder.
La otra es la de un mandatario desconectado de la realidad (una forma de negarla es eludirla), embebido en sus sueños de grandeza universal e ignorante de las durezas de la vida cotidiana que sufren las grandes mayorías.
Pisar tierra o pastorear nubes
Así, mientras el programa del oficialismo contempla, entre cinco promesas básicas, la necesidad de "seguir contribuyendo con la salvación de la vida en el planeta", el programa de la Unidad Democrática plantea la urgente necesidad de "detener el crecimiento y reducir decisivamente el número de muertes violentas", advirtiendo que "en el 2011, 19.336 venezolanos murieron a manos del hampa".
Chávez, anuncia que convertirá "al país en una potencia", en todos los órdenes", Carriles pisa tierra en salud y se compromete a "garantizar, (en los primeros 100 días de gobierno) servicios de emergencia, Unidad de Cuidados Intensivos y quirófanos en los 55 hospitales centrales de estado y cabeceras importantes".
Chávez proclama la necesidad de "defender, expandir y consolidar el más preciado bien que ha logrado la revolución", como si ésta no se hubiera logrado hace 200 años (negación implícita de la gesta bolivariana), mientras Carriles, sobre la base de su experiencia como gobernador, se ocupa de "garantizar acceso al agua a los 4 millones de habitantes que hoy no la reciben y deben pagarla
200 veces más cara", así como de "brindar acceso a viviendas de calidad a los más de 15 millones de personas que habitan en viviendas precarias".
Chives se refiere a la urgencia de "continuar construyendo el socialismo del siglo XXI para trascender el sistema salvaje y perverso del capitalismo, Carriles propone "consolidar un Estado descentralizado,
transparente, plural, respetuoso de la constitución, las leyes, los derechos humanos, las
atribuciones de los otros poderes, la paz y la legalidad internacional".
El papel del Estado
De manera que ante un estados centralizado y macrocefálico, que pretende asumir el poder de las regiones, arrebatar a los empresarios su papel como generadores de bienes y servicios e inmiscuirse en áreas que no le son propias, Capriles rescata la noción descentralizada, que sin embargo, implica la existencia de un estado fuerte, capaz de asumir las tareas de la reconstrucción nacional, pero siempre en conjunción con un sector privado también fuerte, que permita la generación de empleo y aporte recursos para la inversión pública y social.
Pero el tema va más allá de lo estrictamente económico y por eso Capriles advierte cómo "consolidaremos un Estado respetuoso y promotor de la diversidad política y social, de la equidad de género y de la convivencia entre posiciones políticas diferentes e incluso contrapuestas".
La reconciliación
Por eso el núcleo que alimenta todos los propósitos contenidos en la propuesta de Capriles se centra en la reconciliación, algo que Chávez ignora en su programa, aun cuando lo utilice en la plaza pública.
Y es que el discurso de la reconciliación no resulta sólo un componente estratégico de campaña, sino, sobre todo, un esfuerzo por recuperar valores como la convivencia pacífica y los métodos civilizados para dirimir diferencias. Capriles está consciente de que problemas como la gobernabilidad y la violencia, pasan por un estado de paz social, sin el cual cualquier tentativa de hacer avanzar un programa sería inútil.
Chávez, por el contrario, ratifica el avance hacia el socialismo del Siglo XXI, fundamentado en las contradicciones sociales. Pero en la medida en que ha perdido apoyo popular se le ha hecho más difícil el control social y la gobernabilidad. Ante eso, cualquiera de los dos que gane, tendrá como tarea urgente la recuperación de esa base de sustentación de cualquier régimen democrático.
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