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miércoles, 22 de agosto de 2012

Transición

CARLOS OTEYZA - Tal Cual

Sólo pronunciar la palabra genera malestar en algunos sectores, lo intuyo. Sin embargo, ¿queda algún otro camino luego del triunfo del candidato Capriles? ¿No tenemos acaso que pasar del autoritarismo a una democracia incluyente y respetuosa de las instituciones y de los derechos humanos? No escribimos con ánimo de levantar una polvareda entre los familiares de los venezolanos que están hoy en prisión injustamente, ni de los venezolanos que han sido expropiados, ni de los miles de empleados petroleros que han tenido que salir del país para encontrar trabajo, ni de los que se sienten abatidos porque sus familiares han sido asesinados impunemente.

Entendemos que la ingenuidad puede, en ocasiones, ser tan letal como una bala extraviada, y que hay mucho dolor a flor de piel. Además desde el gobierno se insiste para que la división entre los venezolanos se ahonde y se reproduzca, pero el movimiento de ciudadanía que ha tomado vuelo en todo el país, detrás de la candidatura democrática, tiene que desembocar no sólo en una sólida victoria, sino en asegurar que esa victoria permita actuar de manera firme y cohesionada contra cualquier movimiento desestabilizador que quiera desconocer los resultados electorales.

¿Y luego? De inmediato habrá que dialogar, establecer lazos para pasar a una etapa no confrontacional sino todo lo contrario, de realizaciones y de implementación de políticas públicas que demuestren que el cambio ha llegado. Quienes esperan el triunfo democrático sólo ­o principalmente­ para pasar factura a quienes han gobernado en estos años, no estarán facilitando un verdadero cambio.

Nos luce obvio que para que la transición sea efectiva, es decir, que genere la mayor estabilidad política y bienestar en la ciudadanía, hay que comenzar desde ya a crear un clima de tolerancia, una disposición ciudadana al diálogo, a salirse de la ecuación "ganadores y perdedores".

Como no sabemos exactamente en qué condiciones se hará la transición, creemos que lo más conveniente es que vayamos internalizando una tenaz disposición a enfrentar problemas de difícil solución y a trabajar para que la confrontación vaya dejando de ser la columna vertebral del país. Habrá que hacerlo no sólo desde las instituciones, sino desde la cotidianidad, desde el lugar donde se trabaja, en la escuela, en la oficina, con los vecinos.

¿Acaso no es el momento ahora para recordar que toda la carga de resentimiento existente en el país no se inició con el verbo presidencial? Que lo haya intensificado no quita que en el año 98 había en la población ánimo para que un presidenciable ofreciera cortar cabezas, aunque fuese de manera figurada. Suficientes carencias existían.

Fortalecer el resentimiento y el autoritarismo puede generar dividendos electorales, lo sabemos bien. Sin embrago, ha quedado un país maltrecho por todos sus costados y solamente la bonanza petrolera de estos años lo ha podido disimular. Las verdaderas soluciones a las angustias de 1998, y a las de hoy, están aún por darse. La transición será sólo el inicio, hay que partir con buen pie.

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