JORDI MIRÓ/AFP
A las nueve de la mañana, el tráfico entre San Antonio (oeste de Venezuela) y la vecina Cúcuta (Colombia) fluye con normalidad, pero salta a la vista un grupo que aprovecha la abismal diferencia del precio de la gasolina y no se amedrenta con la instalación de un chip para controlar el contrabando.
"Yo la vendo muy barata", dice a la AFP bajo anonimato un joven apostado a un lado de la carretera hacia Cúcuta con una montañita de ’pimpinas’, antes de aspirar el extremo de una manguera colocada en el tanque de un taxi venezolano para que la gasolina corra hasta una de estas garrafas de 20 litros.
En Venezuela, la gasolina, subsidiada, es la más barata del mundo: la que cargan los vehículos cuesta 0,02 dólares el litro, mientras que en Colombia su precio es de 1,25 dólares (62 veces más cara).
El negocio es redondo para los contrabandistas, y más si se hace varias veces al día: un vehículo llena un tanque de 40 litros por poco más de medio dólar en Venezuela, cruza la frontera, vende el líquido a un ’pimpinero’ por unos diez dólares, y éste lo revende en el mercado negro colombiano a unos veinte, la mitad de lo que cuesta llenar el tanque en el mercado oficial.
"En Colombia ya para los viejos no hay trabajo, en ninguna empresa lo reciben, entonces qué más puede hacer uno", explica otro ’pimpinero’, de unos 60 años en la misma carretera. Si el día es bueno, dice, puede ganarse unos 100.000 pesos (algo más de 50 dólares). A pocos metros, las fuerzas de seguridad colombianas hacen la vista gorda.
EL CHIP DE LA DISCORDIA
El gobierno de Hugo Chávez, preocupado por la pérdida de miles de millones de dólares anuales en el contrabando de gasolina, impuso un chip o código de barras pegado en el parabrisas de racionamiento a 42 litros diarios por vehículo particular; y cantidades superiores para los de transporte de pasajeros y mercaderías.
En las calles de San Cristóbal, capital de Táchira, las opiniones de los usuarios del chip, que el gobierno instaló de forma gratuita en todos los vehículos, están divididas.
"Esto no funciona. La gente alquila sus chips o paga a los bomberos (empleados de gasolinera)", explica a la AFP un joven conductor de una camioneta 4x4 mientras espera su turno en una estación de servicio. "La prueba es que en Colombia el precio de la ’pimpina’ ha bajado y no ha subido. Cada vez hay más".
ATENCIÓN USUARIOS DE ARAGUA SIN MIEDO
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