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jueves, 9 de agosto de 2012

Acoso

AGLAYA KINZBRUNER - Tal Cual

El acoso es una de las formas más depravadas de control social.

Puede ser ejercida por cualquier persona en situación de mando, hombre o mujer. ¿Qué otra cosa sino acoso es la prohibición expresa a Capriles de usar la cachucha tricolor? Sobre todo cuando lo que obviamente molesta no es lo que Henrique Capriles tenga sobre la cabeza sino lo que tiene dentro de ella.

Esperamos que el acoso de las rectoras no llegue al punto de emular la conducta de Salomé.

Por ser el acoso algo tan básico puede derivarse muy fácilmente en acoso sexual.

Así se explica la actitud del desaparecido embajador Gerardo Carrillo Silva quien en pelotas acosó a sus empleados en la embajada venezolana de Nairobi.

Quizás había leído El Mono Desnudo de Desmond Morris y sacado la conclusión equivocada. A su vez, la pobre embajadora Olga Fonseca quien había llegado a Kenya para solucionar los problemas dejados por el embajador, fue acosada hasta la muerte.

La impunidad favorece el acoso. En este régimen de acosadores se la pasan de un acoso a otro. Y un ejemplo de esto son las cadenas. Son bombardeos verbales que se dan a cualquier hora, especialmente a la hora del Ciudadano porque es cuando más molestan, persiguiendo al involuntario oyente hasta en la sopa. Y a veces una piensa (¡oh ilusión!) que quizás valga la pena escuchar tanto hablar de patria demostrando quererla tan poquito y venderla por retazos como nos están vendiendo a Mercosur, porque pudiera tratarse de algo importante.

Pero eso no sucede nunca.

No debe pensarse, en ningún momento, que el acoso es algo que sucede únicamente aquí y que no existe en otros lugares del mundo.

Para mejor ejemplo nos remitimos a la historia de Koko, una gorila nacida en los años 70 en el Zoológico de San Francisco. Koko, dueña de una increíble inteligencia, entiende más de dos mil palabras y domina en el lenguaje por señas a más de 1.000 símbolos.

Por supuesto que Koko representa todo un experimento científico y ha sido mimada en exceso.

Da la casualidad que Koko tenía un misterioso fetiche por los pezones y eso causó que la entrenadora de Koko, Francine Patterson, obligara a sus dos asistentes, Nancy Alperin y Kendra Keller, a desnudarse los pechos para que Koko se deleitara con ellos. Cuando ellas se cansaron de esta situación, fueron despedidas. Ni cortas ni perezosas, metieron una demanda por acoso sexual por un millón de dólares. Después del escándalo que causó este caso bizarro, las aguas volvieron a su cauce. Hubo un arreglo fuera de la corte.

A veces el acoso lleva implícita una descalificación. Un niño, después de una exhaustiva explicación en clase sobre la teoría de la evolución, le pregunta a su mamá: ¿Es verdad mamá, que vengo del mono? Y la madre contesta: No sé, nunca llegué a conocer bien a la familia de tu papá.

aglaya@cantv.net

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