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martes, 31 de julio de 2012

Mi Caracas

Este gobierno ha fracasado y los principales testigos, unos 100.000 están en los cementerios

CARLOS MACHADO ALLISON |  EL UNIVERSAL
martes 31 de julio de 2012  12:00 AM


Pienso que buena parte de mi generación recuerda a Caracas con nostalgia y hay buenas razones para ello. Poblado pequeño y acogedor, profusamente arbolado, pleno de chicharras que me acompañaban cuando caminaba hacia el colegio. Música de Billo y retreta en la plaza Bolívar. Caminábamos de la casa al colegio y viceversa desde los siete u ocho años por calles seguras. En diciembre, en la madrugada, patinábamos y a veces largas distancias hasta llegar a la avenida Páez de El Paraíso y a los once o doce años nos íbamos a pie al antiguo estadio del Cervecería Caracas pasando por el parque de Los Caobos. Los delincuentes más peligrosos robaban gallinas de los patios traseros, o alguna sábana tendida en un techo.

Entré al liceo Fermín Toro en los albores de la dictadura de Pérez Jiménez y hacía el recorrido en bicicleta. Allí me enfrenté por primera vez al peligro al participar en protestas estudiantiles, pero realmente nada muy grave ocurría en las mismas. Eran piedras contra peinillas y, recuerdo solo una vez, que lanzaron una bomba lacrimógena. Sin duda que hubo presos, torturados y algunos muertos, pero la suma de la década tuvo menos víctimas que las registradas en la Caracas de hoy por semana. Protestábamos contra el régimen y simultáneamente jugábamos metras, trompo, rayuela o volábamos papagayos en plena calle. Al anochecer familias y vecinos, con las puertas abiertas, se reunían para escuchar a través de la radio "El derecho de nacer" o "El castillo de las tres torres". En 1950 salimos al exilio como junto a miles de venezolanos que se oponían a la dictadura militar y al regreso, casi una década después, la ciudad había crecido, pero seguía siendo segura.

Una prisión

Hoy, Caracas es una prisión: rejas, puertas de seguridad, barreras en las calles, vehículos blindados, cámaras de seguridad y vecinos reunidos para diseñar modos para conservar la vida. Entre mi familia, vecinos amigos y compañeros de trabajo solo una persona se ha salvado del hurto: celulares, cadenas o reloj arrebatado, atraco dentro del vehículo, clonación de una tarjeta o secuestro. Ningún hampón identificado o capturado. Este año serán asesinados entre 18.000 y 20.000 venezolanos, la mayoría jóvenes habitantes de los barrios. Cifras superiores a países en guerra. Cien planes han sido anunciados y cien veces han fracasado, ¿Será que existe un plan perverso? ¿O es solo incompetencia? Policías mal pagados y peor entrenados. La ciudad está preñada de vigilantes privados que poco pueden hacer para proteger bienes o vidas. Entre empresas y ciudadanos gastamos miles de millones de bolívares en seguridad, casi siempre presos entre límites autoimpuestos. Le tenemos pánico a los policías, no denunciamos los crímenes por temor a represalias, las balas y las armas en manos de los delincuentes tienen su origen en organismos públicos. Este gobierno ha fracasado y los principales testigos, unos 100.000 están en los cementerios. Vota bien en octubre para cambiar este lúgubre panorama.

cemacallison@gmail.com

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