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lunes, 30 de julio de 2012

Lo nocivo del pueblo

Paula Vásquez - Tal Cual

Roger Bartra escribía hace poco en un dossier sobre el populismo publicado en la revista Letras Libres sobre la construcción de la idea de pueblo. Dice Bartra que el concepto de pueblo está basado en un a priori binario que es terrible: unos son pueblo y otros no lo son. El populismo chavista se dirige con una gran carga emocional al corazón de los que creen que son el pueblo, único y legítimo, y desestima a todos aquellos que no entren en esa categoría. Claro, esa manera política de funcionar y construir a las amasas es propia de los regímenes fundados en la fuerza de sus dirigentes y en la autoridad incontestada e incontestable. Pero lo que quiero resaltar hoy es que esa manera de hacer del presidente Chávez se ha anclado muy bien en cierta forma de ser muy venezolana en la que según las circunstancias hay unos que merecen ser tratados como personasy otros que no. Hay como una conexión entre el autoritarismo leninista del presidente y formas microsociales de relacionarse en lo cotidiano.

Hay unos que merecen la atención del funcionario y otros que no. El que tiene poder, redes, palancas, pinta, el que parece revolucionario y el que mete la coba al menos. Ya eso existía en Venezuela y Chávez lo exacerbó. En vez de construir una ciudadanía que respete la diversidad y que considere a los diferentes como iguales se propuso construir una masa de unos que tienen derechos y otros que no.

Eso cuadra muy bien con el clientelismo porque los que reciben son los que se cuadran, los que saben pedir y los que saben ofrecer cosas a cambio. La inmensa estatolatríaclientelislista venezolana está basada en una enorme maquinaria de discriminación y de arbitrariedad. Todo es una cuestión de suerte en un banco o en una oficina pública, todo depende de como lo vieron a uno y qué criterios discriminatorios aplican los funcionarios que reciben directivas. Todo es discriminación en Venezuela, todo está hecho para restringir los derechos y las posibilidades de ejercerlos.

Nunca fuimos muy "republicanos" en el sentido de considerar ciudadanos a todos sin distinción independientemente de lo que sean o de lo que parezcan ser. Pero a lo largo de esta década, la arbitrariedad propia de la incultura y la ignorancia cuadra muy bien con esa idea de hacer a unos legítimos y buenos revolucionarios y suponer que los demás son ya sea malandros ya sea majunches.

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