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sábado, 28 de julio de 2012

Las nueve letras de la palabra burguesía

ALONSO MOLEIRO - Tal Cual

"La burguesía": con ese mote jaquetón y prepotente, el gobierno nacional, encabezado por su Presidente, despacha sin contemplaciones su relación con el mundo de la disidencia y sus expresiones políticas.

El que no se le pare firme a Hugo Chávez pertenece a "la derecha": el club de millonarios que se defiende de la realidad amurallándose con sus colegas y aliados en torno a sus privilegios. Eso representan, a los ojos del fanatismo facistoide, los adversarios del gobierno: un minúsculo conciliábulo de familias privilegiadas y enemistadas con la causa popular.

El candidato que escogió el amplísimo número de venezolanos consultados en las pasadas primarias del 12 de febrero será irremediablemente "el candidato del imperialismo": el líder de la causa antinacional. Atuendo perfecto para que, en contrapartida, Hugo Chávez, en su carácter de abanderado vitalicio, sea bautizado por los medios del gobierno, en un arranque de cursilería superlativa, como "el candidato de la Patria".

A propósito de los remoquetes y las etiquetas, no deja de ser un ejercicio interesante pasarle revista a todos los relieves sociales y cotidianos del complejísimo mundo de la disidencia, expresadas políticamente en la Mesa de la Unidad Democrática: esa que ha escogido un líder para que la represente en estos comicios, Henrique Capriles Radonski, y que tiene delegada en el Comando Venezuela la estrategia de la campaña en desarrollo. Se trata de un reconteo sencillo para contemplar el bosque completo: para sacudirnos de una vez el polvillo retórico y las lamentables simplificaciones que son lanzadas desde la acera vecina.

El grueso determinante del estamento profesional del país, con todos sus colegios, cámaras y ligas; la aplastante mayoría de las Universidades Públicas y Autónomas; casi todas las federaciones estudiantiles de educación superior de la nación: son estos dominios exclusivos del presunto nido de privilegiados que tanto encrespa al gobierno.

A ellos podemos agregar un apreciable espacio existente en el universo obrero: sindicatos petroleros ­no mayoritarios, pero imposibles de no tomar en cuenta­; en las empresas de Guayana ­los sindicatos de Alcasa, Venalum y otras­; la administración pública, y también del sector privado, en el cual es ampliamente mayoritario, responsable, como sabemos, pese a su deteriorado estado, de la producción y comercialización de la mayoría de los bienes y servicios que consume la nación.

La oposición es una realidad consolidada y un enemigo a vencer en Maracaibo, Valencia, Maracay, el eje que comprende Puerto La Cruz y Barcelona, Puerto Ordaz, San Cristóbal, Porlamar, Ciudad Bolívar, Mérida. Es decir, en al menos 7 de las 12 ciudades más importantes del país.

Podemos agregar otros perímetros urbanos y espacios subregionales, en los cuales hace tiempo que el descontento colonizó sus estructuras, probablemente para siempre: Los Teques y los Altos Mirandinos, los Valles del Tuy, Barlovento y el municipio más poblado e importante de todo el país, Sucre.

Petare, todo un bastión opositor desde hace rato, ha sido la mecha de la cocción a fuego lento en la cual se gesta la molestia con el gobierno en la capital de la República, lugar que, contado completo, de Catia a Petare, hace rato tiene perdido. Todavía más: la tibieza de las concentraciones oficialistas en las barriadas del municipio Libertador y el sistemático sabotaje que le orquestan a las incursiones de Capriles en algunos de sus parajes, nos están indicando que muy probablemente la derrota chavista gestada en el otrora imbatible municipio Libertador regrese por sus fueros, tal y como hizo en las pasadas elecciones parlamentarias de 2010.

Porque si cerramos todavía más el radio para el análisis en las parroquias caraqueñas nos podemos llevar sorpresas, muy bien disimuladas por la propaganda oficial: el gobierno debe olvidarse de aquellos peregrinos análisis en los cuales se confina la molestia con el chavismo a las urbanizaciones del este. Altagracia, Santa Teresa, Catedral y San José, parroquias de la clase media popular que el chavismo considera propias, tienen rato votando en contra de Chávez. También San Juan y Coche; dentro de muy poco, La Pastora.

En Caricuao, una de las más grandes y de las más pobladas, ya la oposición obtuvo su primera victoria en las elecciones pasadas, y todo indica que lo hará de nuevo. La ventaja ha ido quedando reducida a la nada en dominios anteriormente considerados inexpugnables, como Sucre y La Vega.

También tiene sus simpatías con Capriles y la MUD el grueso del estamento intelectual del país, al menos en un 70 por ciento. Los intelectuales chavistas existen y son una minoría robusta y activista, pero no dejan de ser eso: una minoría. Los cañones oficialistas alternan aquí sus dardos de forma oportunista cuando tienen que drenar su desconsuelo por no contar con las simpatías de los escritores, los intelectuales y los artistas venezolanos: o los desprecian, a la manera maoísta, destilando toda suerte de complejos y taras del espíritu; o los coaccionan para que disimulen lo que en realidad piensan; o sencillamente mienten.

Las voces más importantes de la narrativa, el ensayo y las letras venezolanas (Barrera Tyszka, Rafael Cadenas, José Balza, Oscar Marcano, Ana Teresa Torres, Ibsen Martínez, Federico Vega, Francisco Suniaga) están en la oposición. Como también lo estaban el finado Adriano González León y Eugenio Montejo. Como sucede en el universo de la plástica y el teatro.

Ese laberíntico y desigual universo policlasista, sostengo en esta hora que mayoritario en Venezuela, es el que Chávez y sus colaboradores quieren reducir a las dimensiones de un vocablo de 9 letras.

La realidad está cerca de estallarles en la cara.

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