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sábado, 28 de julio de 2012

La gigantocoba

GREGORIO SALAZAR - Tal Cual

Después de todo, conocer el rostro digitalizado de Bolívar no fue tan difícil una vez que se puso su cráneo en manos de calificados forenses, antropólogos, radiólogos, imaginólogos, cosmetólogos y estilistas. Todos venezolanos, lo cual ya resulta digno de encomio.

Creo que todos entendimos bien cómo se hizo: después del estudio antropológico sustentado en los parámetros ontogénicos generales y particulares y en las modernas técnicas craneométricas, evitando así subjetivas desviaciones morfológicas, se pasó a pixelar y a calibrar teniendo en cuenta las simetrías y las asimetrías para luego validar científicamente. Eso está claro.

Lo que sí me parece es que una cosa tan profesional y tan científica no necesitaba de un introito que visto de frente, perfil o de tres cuartos, resultó una tremenda jalada de mecate, al mejor estilo de quienes de esa forma le mecían la hamaca al Libertador durante sus últimos días en Santa Marta. Todo se logró porque este es un gobierno "profundamente bolivariano". Vaya.

Ni en estado de demencia me atrevería a contradecir a los calificados expertos y menos a lo que sus computadoras plasmaron en una gigantografía. Recuerden las calenturas y los aprietos que pasó el maestro Kasparov, ¡que es Kasparov!, cuando se enfrentó tablero de por medio a aquel súper prodigio de la cibernética apodado Deep Blue (Azul Profundo). La muy bicha cuando tuvo una victoria de ventaja se negó a darle la revancha. Claro, aquellas tribulaciones no son comparables con las que pasa el ex campeón mundial de ajedrez ahora que enfrenta con mayores desventajas la dictadura, ¿cómo se dice?, putinina, putiniense, putineana, de Putin.

Me han dicho que no me ponga a porfiar con la ciencia y mucho menos con "Deep Red", pero es que tengo mis peros y por nada voy a dejar de decirlos. Tal vez será que de tanto ver y rever en el Salón Elíptico el retrato de Bolívar hecho del natural por José Gil de Castro en Lima, el mismo del cual dijo el modelo guarda "la más grande exactitud y semejanza", eché de menos la nariz aguileña y ese mentón perfilado que perpetuaron el óleo.

¿Caprichos de uno? No tanto. Perú de Lacroix, que anduvo en Bucaramanga a la pata del genio, paseaba, comía y jugaba tresillo y ropilla con él, nos dejó la descripción física de una cabeza "muy afilada en la parte inferior" y reitera: "la barba es algo larga y afilada". Y su nariz, "proporcionada, aguileña y regularmente plantada".

La explicación de la nueva nariz y la barbilla nos la dio en el mismo acto del martes el primer antropólogo de la nación: "¡Es un Bolívar mestizo!". ¿No le acababan de decir que el tipo era de "tendencias caucásicas"? A lo mejor está dando por cierto el famoso "Nudo de la Marín", que alude a la supuesta negritud de la bisabuela paterna de Don Simón. Si fuera así, es admirable cómo la compu detectó la impronta genética de Doña María Josefa Marín de Narváez, manifestada de manera tan intensa y avasallante justo en esos parajes del rostro del prócer. En esa ocurrencia ni en esa tentación cayó Gil de Castro, a quien por su origen, vea usted, le decían El Mulato.

Que Bolívar tuviera sangre negra o indígena, ¿cuál es el rollo? Pero tampoco es para que el discurso oficial aliñe el resultado de los programas de computación para contradecir lo que nos dicen la iconografía y los testimonios de los contemporáneos de quien ahora vemos su rostro en 3D.

Pero más que decirnos que el rostro está en 3D, bueno sería saber si reproduce a un Bolívar antes de o después de las dolencias que lo bajaron al sepulcro.

Pues si el resultado se limita a mostrar las facciones de Bolívar a los 47 años, lo menos que se puede decir es que no le escatimaron tinte y le ahorraron no solamente las enfermedades sino casi diecisiete años de intenso trajinar y guerrear.

Es, pues, muy dable suponer que ese es un rostro que Bolívar a esa edad nunca exhibió.

Si se trata de cambiar la tuberculosis por la histoplasmosis, como se cambió el escudo y la bandera, bueno es que desaparezcan la calcificación que le encontraron en los pulmones y que se exhibía en el Museo Bolivariano. Y lo que vale para lo fisonómico, que valga también para lo patológico. Basta, entonces, de afirmar que tan ilustre caballero fue asesinado, como lo asegura Corazón Detectivesco.

Curioso que algunos medios oficiales ya hablen del "verdadero" rostro de Bolívar, lo cual hemos establecido después de 229 años aunque, paradójicamente, no sepamos si quien contemporáneamente hace tan ostensible manipulación de su nombre y de su gesta está sano o enfermo.

Lo que sí me parece un acierto del rostro digitalizado son esos ojos chicos y encajonados, esa mirada angustiosa, sufrida, sombría y apesadumbrada del prócer. Nada de aquella mirada que en los momentos de triunfo, dice De Lacroix, hacía brillar su fisonomía.

Y eso es perfectamente comprensible.

¿Ustedes imaginan lo que es haberse jodido tanto para que, en su nombre, sus llamados hijos tengamos esta democracia cobera y, cómo se dirá, putinina, putiniense, putineana...?

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