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domingo, 6 de mayo de 2012
La Carlota
ELÍAS TORO - Tal Cual
Hace apenas unos días, el día 22 de abril, terminó la fase de inscripciones del importantísimo concurso de ideas convocado con acertada iniciativa política por la Alcaldía Mayor de Caracas para transformar las ciento diez hectáreas del terreno donde hoy funciona la Base Aérea Francisco de Miranda de La Carlota, en un parque de uso metropolitano.
Que en el clima político que vivimos, tan enrarecido por la gravosa deriva autocrática que exhibe el gobierno, se dé un evento de esa naturaleza, involucrando asunto tan importante para el futuro de la ciudad, resulta esperanzador porque pone en evidencia la voluntad que ponen fuerzas democráticas en el propósito de someter al escrutinio público todos aquellos asuntos que como este, el régimen se empeña en mantener en secreto, igual que ha hecho inclusive con la salud del Presidente o con la recientísimamente promulgada Ley Orgánica del Trabajo, desconocida por todo el mundo y hasta por la Asamblea Nacional antes de su promulgación.
En sentido general, la gran cantidad de grupos inscritos: 133, incluyendo, según informa la Alcaldía, una buena cantidad de solicitudes provenientes del exterior, pone por lo demás de manifiesto la preocupación que la pérdida de contacto con la naturaleza que produce la expansión de las grandes megalópolis, donde reside hoy en día tal vez el 50% de la población mundial, suscita a escala mundial.
En cuanto a Venezuela, y especialmente Caracas, la situación luce aún más grave, ya que, en comparación con otras urbes del mundo, los ciudadanos disponemos de apenas menos de 1 m2 de área de parques por habitante, incluidos los 0,30 m2 adicionales que ofrece La Carlota, mientras las urbes equivalentes y aún más grandes en otros países llegan a disfrutar de 9 m2.
Aparte el importantísimo papel que el ambiente natural, no edificado, como el que proporcionará La Carlota a la ciudad, juega como alivio a la excesiva concentración y "artificialidad" que amenazan la salud física y espiritual de quienes vivimos en el medio urbano, resulta que como ha sido señalado tantas veces, el espacio ocupado por la base aérea genera específicamente algunos serios problemas para el funcionamiento de la ciudad.
La pista de aterrizaje de dos kilómetros de largo, por ejemplo, que afecta prácticamente la totalidad del espacio en sentido longitudinal, Este-Oeste, dificulta la comunicación vehicular Norte-Sur, en un tramo demasiado largo para tan importante sector urbano. Este desde luego, será un aspecto al cual los proyectistas deberán prestar mucha atención, y requerirá posiblemente conexiones a desnivel entre la trama vial del Sur con la del Norte.
Soy de los que creen que por esa y otras razones la pista de aterrizaje tiene que salir definitivamente del lugar, ya que el muchas veces invocado pretexto de la evacuación por vía aérea en casos de catástrofes civiles o naturales se pone en evidencia al considerar que las emergencias pueden ser ventajosamente satisfechas hoy en día por medio de helicópteros, naves que operan sin necesidad de grandes espacios para el aterrizaje y despegue, por lo que pueden ser desplegados tanto en el interior del área en cuestión como en muchos otros lugares estratégicos de la ciudad accesibles desde el aire para los helicópteros. La experiencia de la vaguada de Vargas en 1999 es una prueba contundente a favor de esta afirmación: en aquella ocasión todos los desplazamientos aéreos de emergencia entre el litoral y Caracas se hicieron en pequeños aviones que podrían haber sido ventajosamente sustituidos por aquellos, atendiendo a la calamidad sin mediación de aeropuertos.
Resulta también obvia la oportunidad de establecer un buen enlace con el Parque del Este de modo de integrar ambos espacios en un todo que alcanzará la significativa cifra de 450 hectáreas de espacios verdes unificados, con accesos desde el norte y desde el sur, para un más eficiente servicio a la comunidad Pero también hay que destacar que el paso del río Guaire, a todo lo largo del lindero Sur del ahora aeropuerto, genera un corredor tal vez único, libre de obstáculos, sobre el cauce mismo del río y de más de 40 metros de ancho, que recorre prácticamente toda la ciudad de Oeste a Este, ofreciendo la posibilidad de vincular La Carlota con otros parques, como el jardín Botánico de la Ciudad Universitaria, el Parque del Oeste, y a final de cuentas, con otros tantos lugares donde podrían crearse espacios para uso recreacional.
Por último, pero no por ello menos importante en un momento en que la humanidad comienza a transitar una crisis energética de dimensiones diríase bíblicas, mucha atención debería prestarse a una circunstancia hasta ahora poco tomada en cuenta por la cultura correspondiente: tratándose de espacios libres de construcciones, los parques urbanos son lugares donde en principio se trata de restituir, por así decir, la virginidad originaria, donde reinan los elementos naturales: el sol, los vientos y la lluvia, aquellos en los que comienza a fijar la atención la humanidad como alternativa a las fuentes energéticas de origen fósil.
En consecuencia, los parques podrían, además, así como el Parque del Este alberga un Planetario, y con más razón aún tratándose de un asunto crucial como este, propiciar el establecimiento de laboratorios para la experimentación (y divulgación) en las energías renovables: fundamentalmente de las fuentes solar y eólica. Ello tal vez constituya el nacimiento de un nuevo servicio, invalorable, que ofrezcan los parques a las ciudades, sobre todo a aquellas tan aquejadas como Caracas por la crisis energética.
@toroelias
www.eliastoro.net
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