Déjense de consejos

ALFREDO YÁNEZ MONDRAGÓN |  EL UNIVERSAL
sábado 12 de mayo de 2012  05:02 PM

Dicen que no hay peor consejo que aquel que no se pide.

A estas alturas del partido, cuando se supone que buena parte de los venezolanos tiene un postgrado en materia de trapos rojos, mentiras al aire, jugadas adelantadas, improvisación en momentos de apremio y validación del uso de un crucifijo entre manos, es inaudito -por no decir deprimente- que todavía algunos perciban la convocatoria a un "Consejo" como la piedra fundacional de una transición en marcha.

Alguno ha llegado a decir que los integrantes de ese consejo son garantía de seriedad y diálogo. Déjense de consejos. Aquí no se mueve una punta de cabello si antes no se ha medido milimétricamente el efecto que eso puede tener en el desarrollo del plan evidente de destrucción, por un lado, y dominación, por el otro.

¿Qué tipo de recomendación puede salir de un cónclave dominado por una ideología personalista? ¿De verdad alguien puede otorgarle el beneficio de la duda a ese esperpento de tropelías, que aún sin nacer, viene marcado con el sello de la sumisión, de la genuflexión y del servilismo?

Caer nuevamente en las trampas pasadas, ahora rebautizadas, habla muy mal de los voceros que intentan hacer permear esas tesis de democracia, cuando ciertamente nadie las cree, pero habla peor de aquellos analistas empeñados en vender una realidad nacional que en nada se parece, ni menos se le acerca, a la normalidad institucional, ni presente ni próxima por venir.

El petit comité, ahora con un aura constitucional, no es más que el mismo consejo que se ha dedicado por años -con uno que otro cambio de personajes- a condenar inocentes, a montar fraudes, a engordar expedientes, a dilatar procesos y a profundizar un estado de deterioro moral en la sociedad, al punto de hacerle creer que hoy, con un hábito de monje; es prudente entrar en etapas de reflexión; pero guiados por los mismos verdugos, capaces de decapitarse entre ellos.

Vivimos una hora amarga; y esta, como ninguna otra de nuestras vidas, se pasa con consejitos. Es necesario asumir, y que los voceros con algo de liderazgo nos ayuden a hacerlo, que es tiempo de reconocer la debacle, de aceptar que estamos muy mal y que vamos para peor, que no hay caminos fáciles cuando se trata de reconstruir.

Hay motivos para creer que podemos salir de este desastre; pero necesitamos crear argumentos. El consejo hegemónico y excluyente; propio de lo que ha sido esta cofradía de serviles, es un motivo, uno más, que demuestra el secuestro en el que vive el país. Desnudarlo y demostrar la trampa, es un argumento, uno más, que evidencia la complicidad inconfesable de aquellos que aún hoy, bajo la conseja de que los consejos son buenos, pretenden seguirles el juego.

Déjense de consejos.

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