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sábado, 3 de marzo de 2012

Trabajo Social

Tal Cual Digital

El epicentro de la violencia universitaria se encuentra en la sede de la Escuela de Trabajo Social de UCV. Desde aquellas imágenes del pistolero, pasando por la suspensión de las elecciones estudiantiles por la violencia de las bandas armadas, hasta las últimas agresiones a la presidenta del Centro de Estudiantes, Sairam Rivas, parece que existiera una guerra civil

LUIS CHUMACEIRO

A fines de los ochenta se me presentó una oportunidad muy particular: impartir clases de derecho de familia y laboral en la Escuela de Trabajo Social de la UCV. No era solo acercarme a la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, en la que estudié sociología en la prehistoria de mi vida, sino la experiencia de compartir con especialistas en un área que siempre he admirado mucho.

Todo se dio a la perfección. La sede de Trabajo Social era la misma en que yo había estudiado antes. Me entrevistó la titular de esas cátedras, próxima a jubilarse, esa dama extraordinaria que es María del Mar Álvarez de Lovera. En aquellos tiempos el área que yo más trabajaba era la laboral y se equilibraba el horario con mis otras clases. Fue una gran alegría ganar el concurso.

Como tenía el mismo apellido de María del Mar, muchos pensaban que existía un vínculo familiar. Ella poco a poco se apartó de la disciplina diaria y creo que se contentó en dejarme la responsabilidad de sustituirla. Así me fui compenetrando en un campo con múltiples posibilidades. Lo que más me llamó la atención fue el inmenso interés de los estudiantes por el derecho y las ventajas que aparejaba el conocimiento del mismo.

Permanecí feliz varios semestres hasta que se atravesaron dos obstáculos en el camino. Invariablemente, los días jueves en la tarde, justo en el tiempo en que se acumulaban mis horas del turno nocturno, llegaban los encapuchados a la puerta de la universidad, seguramente con Jaua a la cabeza, para comenzar una guerrilla que atraía a la Policía Metropolitana y sus gases lacrimógenos. Las escuelas cercanas tenían que ser evacuadas y las clases suspendidas.

La segunda situación se produjo cuando a alguien se le ocurrió un cambio de pensum. Ya lo había vivido cuando se produjo la reforma en Sociología, suspendieron las clases formales y convocaron una asamblea permanente para discutir por todo un semestre el contenido de las modificaciones. Pero eran pocos los que participaban y yo no me sentía cómodo. Un tanto cansado por tanto desorden asumí más horas en Derecho y renuncié a Trabajo Social, pero siempre conservando el mejor de los recuerdos.

Se ha hecho común el encuentro con muchos de esos alumnos, hoy profesionales con gran experiencia. Inclusive, cuando tuve el raro privilegio de ser condenado por un "delito de opinión", como decía la sentencia, actividad subversiva en la que me he convertido en un perpetrador consecuente y reincidente, me sucedió un hecho curioso.

El Tribunal de Ejecución ordenó una serie de exámenes psicológicos y de entorno social que realizan funcionarios del Ministerio del Interior y Justicia. Cuál no sería mi orgullo cuando acudí al organismo y me encontré con trabajadores sociales en todas las instancias; y levantaron el informe el mismo día, no sin cierta sorpresa del Tribunal. La misma que le produjo que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos suspendiera la condena.

Ahora resulta que el epicentro de la violencia universitaria se encuentra allá, en la sede de la Escuela de Trabajo Social. Desde aquellas imágenes del pistolero, pasando por la suspensión de las elecciones estudiantiles por la violencia desatada por bandas armadas, hasta las últimas agresiones a la presidenta del Centro de Estudiantes, Sairam Rivas, parece que existiera una guerra civil.

La otra noche pistoleros irrumpieron en una clase que impartía mi cuñado buscando a un estudiante de su misma tendencia por "sapo". Y es poco el espacio para describir el clima de inseguridad por la violencia política; no hablemos del hampa común. A la comunidad universitaria solo le quedó el mecanismo de un día de paro para llevar a la calle lo que se vive en la UCV.

Por lo pronto, una niña que bien podría ser nuestra hija, recién ingresada a la universidad, tuvo el coraje de enfrentar a los bandoleros y ganar las elecciones de su escuela. Y ganó porque en Trabajo Social están asqueados de tanto delincuente financiado desde el Gobierno. Los mismos que llevan una foto del vicepresidente Jaua, modelo del "encapuchado nuevo", como su héroe más próximo.

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