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jueves, 1 de marzo de 2012

SEGURIDAD SOCIAL

LEÓN ARISMENDI - Tal Cual

Qué fácil es pronosticar, cuando el evaluado es un gobierno pirata e ineficiente (valga la redundancia) como este.

Lo que a continuación transcribo fue escrito y publicado en noviembre del 2004: "Una de las señales más notorias de las honduras de la crisis de nuestra sociedad se expresa en el dramático deterioro de las instituciones que se ocupan de la seguridad social. Quizás sea posible establecer relación directa entre tal hecho y la pobreza, cuyos males se acentúan en la medida que la protección social se vuelve una calamidad.

En febrero del año próximo este gobierno cumplirá seis (6) años en ejercicio del poder y la seguridad social de los venezolanos, uno más, a la espera de la avanzada revolucionaria que la colocaría a la altura de los nuevos tiempos.

Como en otros temas, la ligereza en diagnosticar presuntos entuertos y anunciar soluciones mágicas tiene metido al equipo oficial en otro callejón de difícil salida para desgracia de los más pobres, esperanzados con las promesas.

El vituperado acuerdo tripartito de 1997 sirvió de plataforma a una reforma de la Seguridad Social que el viejo Congreso de la República tradujo en leyes y que, a renglón seguido, el gobierno del Dr. Caldera se dispuso a ejecutar, para lo cual se contrató un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo y se instaló una Oficina Técnica encargada.

Algunos llegamos a pensar que el nuevo gobierno aprovecharía el costo político de la reforma encajándolo a su antecesor; que haría las reformas puntuales pertinentes y seguiría adelante, pero ocurrió lo contrario. La bilis ideológica de lo que Teodoro llama la izquierda borbónica venció al sentido práctico. En la misma Constitución se detonó la viabilidad jurídica de la reforma y entramos en el laberinto que, ahora, nos agobia.

En diciembre del 2002, la bancada oficial aprobó una nueva Ley Orgánica de Seguridad Social y desde entonces las leyes llamadas a desarrollarla no encuentran pista de aterrizaje; mientras tanto, el Ejecutivo nacional no parece darse por aludido.

Hay demasiadas razones para suponer que el tiempo seguirá pasando y el afán reformista se irá quedando sin fuelle. Una reforma de la Seguridad Social como la que el país reclama supone, en primer lugar, un plan o programa de largo aliento que trascienda a varios períodos de gobierno; lo segundo es un consenso de, por lo menos, los actores sociales más directamente involucrados (trabajadores, empleadores y gobierno); lo tercero es un liderazgo que explique los alcances de la reforma y facilite su implantación, y, por último, las fuentes de recursos y previsiones presupuestarias que permitan financiarlo.

De los señalados elementos resulta evidente que existe una ley marco aprobada y que en ella se dibuja un plan cargado de estatismo. No hay señales de ningún consenso con los interlocutores sociales y políticos puesto que la propia ley se aprobó con el voto exclusivo de la bancada oficial; del liderazgo de la reforma no hay nada que hablar puesto que no hay un solo ministro en el Gabinete que se ocupe de explicarla y de los recursos para sostenerla, lo único que sabemos es que los ministros de la economía han dicho que se trata de proyectos de imposible financiamiento. Mientras tanto los trabajadores y los más necesitados, esperan."

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