AMÉRICO MARTÍN - Tal Cual
1. Por rebatir a Laureano Vallenilla Lanz, don Augusto Mijares contraponía al Gendarme Necesario de aquel, la subyacencia democrática, a su juicio más arraigada que el militarismo autocrático, aunque sin el brillo escandaloso que ostenta toda irrupción contra la normalidad. Vallenilla defendía la misión restauradora de los autócratas en países, según su criterio, inacabados e incapacitados para el ejercicio institucional. Pensaba por supuesto en Hispanoamérica. Dictadores, sí, pero "necesarios", cual cirujanos del progreso. Se inspiraba Vallenilla en Hipólito Tayne: "El gendarme electivo o hereditario de ojo avizor, de mano dura que por la vía de hecho inspira el temor y que por el terror mantiene la paz".
Por una rara alquimia, semejante teoría retoñó en los caudillos revolucionarios, Fidel a la cabeza. Dictadura y revolución pasaron de nuevo a ser sinónimos, lo que alimentó la resurrección militarista, pero ya sin la fuerza y la novedad de antaño. Demasiada agua democrática había corrido bajo los puentes del mundo y abrumador fue el desarrollo del Derecho Internacional Humanitario.
Sin que tiremos el sombrero al aire por la OEA, lo cierto es que no hay en ella un solo gobierno que no tenga origen electoral. A Lobo le costó Dios y su ayuda retornar al sistema regionaly Cuba no ha podido lograrl ni con la presión de sus cuatro gatos hidráulicos.
Pero está la novedad del sedicente modelo bolivariano: una autocracia en ciernes revestida de paños democráticos, raídos, pero suficientes por el momento.
El militarismo no parece convencer a la mayoría de los militares venezolanos, tampoco al país. A duras penas gana posiciones en el bloque gubernamental. Es la enfermedad del espíritu militar, sólo eso.
Rocío San Miguel, especialista como pocos en la materia, afirma que el malestar en la Fuerza Armada es muy grande. Hay una mayoría militar civilista y una minoría civil militarista. La robusta alternativa unitaria encabezada por Capriles resalta tales incongruencias.
2. En tiempos idos, de burbujeante exaltación de los héroes de la independencia, los poetas románticos habían sembrado una especie de patriotismo militar de espadas y laureles, al decir de Ezequiel Martínez Estrada, que condujo al advenimiento de dictaduras militares como usufructuarias de la Independencia. Pero todo eso es ya anacrónico. Lo evoco ahora porque las antiguas creencias han sido reactivadas infructuosamente por el presidente Chávez y su círculo próximo. De allí la fachada jurásica del "proceso" que hasta los más cándidos han terminado por descubrir, aunque el líder del pantano no quiera darse por enterado.
Esta atmósfera bélica artificial, construida para justificar lo injustificable, configura el marco de la feroz lucha interna que se libra en el PSUV. El asunto fue registrado como enfrentamiento entre "militaristas" y "civilistas", más por defenderse éstos de aquellos, que por respeto a la verdad. Y sin embargo, verdad también hay
3. "Fachandosos" llamó alguna vez Unamuno a los catalanes porque a su decir eran devotos de la fachada. Fachandosos los que han acentuado la fanfarria militar, los desfiles con armamento ruso para celebrar madrugonazos golpistas, fracasados ambos; los que declaran que no aceptarán el resultado si Capriles gana el 7 de octubre; los que afirman a su aire que la Fuerza Armada es "chavista" y los que rememoran la cursilería del Samán y reintegran como militares activos a quienes disfrutaban de su obligado retiro.
A horcajadas de esa tendencia, con más aire que sustancia, cabalga Diosdado. Con sentido práctico que no puede sino admirarse, le puso la mano a las dos posiciones más importantes del poder: la presidencia de la AN, que lo convertiría en presidente para el caso de la ausencia absoluta del titular, y la vicepresidencia del PSUV, jefatura real del partido. Si agregamos sus progresos en la FA, debemos admitir que es el más lógico sucesor de Chávez si éste no pudiera someterse a la prueba electoral. El avance de Diosdado fue sorpresivo y atropellante. Con Ameliach y Rodríguez Chacín parecía fuera de competencia, y he aquí que pudo sobreponerse al mismo Chávez para lograr lo que ahora tiene. El gesto amigable con el zarandeado Jaua es el propio de quien teniendo la sartén por el mango se da el lujo de ser benevolente con el disminuido rival.
Podría decirse que los "civilistas" están perdiendo la partida. Salieron del juego Aristóbulo, Cilia, anteriormente José Vicente y últimamente los dos delfines del presidente enfermo: Maduro y Jaua. Los rumores que se escapan por las rendijas del hermético escudo de silencio que se ha impuesto en La Habana, han alebrestado la lucha de mastines por la sucesión.
El flanco débil de Diosdado es el fuerte de Chávez: no genera entusiasmo, no encaja en la mitología revolucionaria, por más excesos radicales que se haya permitido en los últimos tiempos.
A diferencia de Cuba, en el chavismo las caídas en desgracia no son definitivas. Maduro y Jaua se parecen, sin ser equivalentes,a Lage y Pérez Roque. Aunque protegidos del caudillo venezolano, éste no los sostuvo en su primer traspié, pero podrían acumular respaldos para una "transición" frente al ultrismo de derecha que simboliza Diosdado, y el de izquierda, que no quiere sino golpes y guerra. Es una causa fuerte, pero no parecen tener hombros suficientes para sobrellevarla. Los de José Vicente, por ejemplo.
El cáncer de los causahabientes parece más grave que el del causante. Podrían desencadenarse tormentas. Y es para prevenirlas que se vislumbra la poderosa y limpia alternativa democrática encabezada por Capriles Radonski.Es la garantía tangible de la paz, la reconciliación y el progreso acelerado de Venezuela.
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