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viernes, 30 de marzo de 2012

CHÁVEZ Y LA POLITIZACIÓN DEL TRABAJO


OSWALDO BARRETO - Tal Cual

Hay quienes, en base a la idea de que el hombre es un animal político, considera que hablar de la politización de cualquier facultad o atributo de la condición humano no es otra cosa que un truismo o una majadería. No hay régimen político, dicen que, por una parte, carezca de concepciones propias de la salud y de la educación, del reposo, el ocio y la distracción, de los sistemas del pensamiento y de las facultades creadoras del hombre y, por la otra, que toda la acción de quienes gobiernan esté dictada por esas concepciones ¿Por qué habría de incurrir algo distinto en lo que respecta al trabajo en esta época del gobierno absolutista del Presidente Chávez? Pero esta visión aristotélica de la política, a pesar del gran consenso que ha alcanzado, nos puede ocultar una visión paralela de las cosas, completamente opuesta.

Sucede que esta visión de la política no puede ocultarnos que es precisamente la idea o apreciación en que un régimen se hace de estas facultades o atributos del hombre lo que sirve para caracterizarlo y diferenciarlo de los demás regimenes. Y que no existe quizás facultad propia del ser humano que haya sido objeto de tan distinta apreciación por los regímenes o sistemas políticos como la facultad que tiene el ser humano como el único animal capaz de trabajar.

Recordemos apenas las bases de nuestra actual vida política. Marx, en El Capital dice: "Nos referimos en esta obra a trabajo como una actividad que sólo pertenece al hombre". Es Marx quien, por una parte, "ha subrayado la especificidad del trabajo humano que implica un plan y un proyecto espiritual " y, por la otra, ha "condenado el trabajo alienado, el que se hace por necesidad, sin plan ni proyecto espiritual propio". Y es Marx, siguiendo a su maestro Hegel, quien más ha insistido en el trabajo como el proceder del hombre que le permite hacerse, construirse como el quiere, pues, en definitiva, "el trabajo es la libertad" (Hegel). Recordemos que nada ha dividido a la humanidad en estos dos últimos siglos tanto como esta visión del trabajo y sus consecuencias en la organización y funcionamiento de la sociedad: ¿Deben trabajar todos los seres humanos para hacerse justamente eso, seres humanos? (la gran utopía socialista) ¿O debe trabajar de manera alienada sólo un grupo de hombres para garantizar a otros que trabajen en los que se les antoje (las democracias capitalistas que hemos conocido? O, deben excluirse del mundo del trabajo grupos de hombre, por su procedencia social, su raza, su religión o su comportamiento sexual (como aconteció en los regímenes totalitarios del siglo pasado). A esos distintos resultados se ha llegado por la politización respectiva del trabajo.

Y, ¿qué sucede entre nosotros hoy día? Lo que desde ha tiempo sabemos todos: hay gente que no consigue trabajo por ser la de oposición. Hay gente que todavía cobra precarios sueldos pero no está habilitado para ejercer trabajo ninguno. Y hay gente que trabaja donde el chavismo quiere, en la condiciones que el chavismo impone, para hacer y producir lo que Chávez, en definitiva, quiere que se haga y se produzca. Cualesquiera de los otros tipos de trabajo que aún subsisten, bien sabemos que están amenazados de muerte. Contra todas las leyes y todos los principios.

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