Fernando Luis Egaña - ATV
La Celac o Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños nació torcida en la reciente cumbre caraqueña. Para enderezarse deberá liberarse de la pretendida tutela del señor Chávez y los hermanos Castro Ruz. Ojalá y ello ocurra, porque la iniciativa como tal es positiva y la historia lo viene demostrando desde hace 30 años.
En efecto, como bien acaba de recordar la profesora María Teresa Romero, la Celac tiene una genealogía que se remonta, por lo menos, hasta el Grupo de Contadora formalmente constituido en 1983, a fin de contribuir a la pacificación democrática de América Central, sin la presencia o presión de Estados Unidos.
De Contadora surgió el Grupo de Río o el principal antecedente de la Celac. Y ya en 1975 había sido creado el Sela, o Sistema Económico Latinoamericano, con sede en Caracas. En ninguna de estas instituciones figuraba Washington. De manera que la Celac termina resultando una nueva etapa de un largo proceso.
Pero la misma empezó con una torcedura de marca mayor: la aspirada dirección "ideológica" por parte del grupo Alba, que desearía convertir a la Celac en una instancia de legitimación de su gobernanza hegemónica, bajo la mampara del anti-imperialismo o del nacionalismo justificador de sus ejecutorias anti-democráticas.
De hecho, ya la "cláusula democrática" de la Celac protege poco a las naciones del desempeño no-democrático de sus gobiernos, y en cambio enfatiza más la protección de este tipo de gobiernos frente a los reclamos democráticos de sus naciones. Un claro retroceso, obviamente, con respecto a la Carta Democrática de la OEA.
En todo caso, sólo el paso del tiempo dirá si la Celac se convertirá en un organismo fructífero o redundante. Sin embargo, para el Estado bolivarista la cumbre de la Celac ya supuso un éxito político por partida doble. Primero, porque le refresca la imagen a nivel regional y segundo porque nadie osó plantear observación alguna acerca de su creciente desempeño autoritario.
Acaso menos por cortesía diplomática que por interés económico, y es que Petrocaribe contribuye con la factura petrolera de 18 de los 33 países que integran la Celac. Y con otros existen otras modalidades de "cooperación", léase financiamiento fiscal o empresarial. Hasta la mega-potencia brasileña tiene en la Venezuela bolivarista una fuente significativa de negocios blindados de competencia.
La Celac debería erigirse en un gran foro político para impulsar la democracia efectiva, la economía productiva, la integración institucional, y el fortalecimiento de la gran región latinoamericana y caribeña como motor dinámico de la globalización. Sin complejos ideológicos y con la mira puesta en el ejemplo de otras regiones emergentes.
Objetivos que contradicen la corriente autoritaria, aislacionista y regimentada-estatista que auspician varios gobiernos, con el bolivarista a la cabeza. De allí la necesidad de que el torcido nacimiento de la Celac pueda superarse para bien de todos, y en especial de Venezuela.
flegana@gmail.com
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