Tal Cual Digital
La corbata parece ser solamente ornamental, no cumple ninguna función, así como lo es el pueblo para Chávez, ya que él toma las decisiones y no el pueblo, cuando profesa todo lo contrario
Fernando Rodríguez
La corbata sufre una manifiesta decadencia, planetaria, y en todos los estratos sociales. No obstante, es seguro que volverá a no ser por otra razón sino por el carácter circular que Roland Barthès le atribuye a la moda: hoy los anteojos con pasta, mañana al aire, otra vez la pasta.
Pero es bueno apuntar algunas ocurrencias sobre ese curioso guilindrajo que al parecer tiene, con variantes, una persistencia de siglos. Luego trataremos de politizar el asunto.
Sin duda uno nota en la vestimenta actual una tendencia a la comodidad y a la informalidad. Lo cual parece sano, si uno recuerda lo que debe sufrir una dama con unos tacones de varios centímetros o un militar cargado de medallas y otras bisuterías sobre una gruesa gabardina y además con un sombrero que le sancocha el cerebro.
Además hay que apuntar que la corbata parece ser solamente ornamental, no cumple ninguna función. Características que se agudizan en los trópicos y los veranos de otras latitudes por el calor que ayuda a concentrar.
De esto no hay la menor duda, pero tampoco que la humana vanidad es tan poderosa que suele vencer los derechos del cuerpo y hace posible el bisturí, los corsés, los ejercicios agotadores, la cosmética hiperbólica, los desequilibrios presupuestarios y otras perversidades para lucir la figura deseada y deseable.
De manera que ese hermoso objeto que puede ser la corbata, que ha dado lugar a un verdadero y prolífico arte del diseño y el color, tiene todas las posibilidades de durar otros tantos siglos. Dejo el simbolismo fálico del artefacto en cuestión para los expertos.
A donde quiero llegar es que eso que llamamos populismo se caracteriza, entre muchísimas otras cosas, porque el liderazgo debe parecerse al pueblo, ser pueblo en lo posible. Chávez, quién lo duda, es el pueblo venezolano. Esto repercute en la vestimenta, sobre todo cuando somos visibles por éste.
Lo que ha hecho que en los tiempos de la nueva república el estamento político, tirios y troyanos, se haya vestido con cada vez con menos formalidad. Podría ser que el proverbial mal gusto castrense, circense y gadafiano en el caso presidencial, haya puesto su nota en esos predios.
O la obligatoriedad del rojo-manada que no permite muchas variaciones.
Tengo una simple sensación (en el sentido preciso del tipo que cree ver morir a su vecino de un balazo en la cabeza y no cae en cuenta que es un efecto mediático) de que la corbata está de vuelta, sobre todo en la comarca opositora.
Pues bien yo pienso que puede ser un símbolo de los nuevos tiempos que vienen, en que el desprecio de la meritocracia y la sublimación de la ignorancia y la piratería van a cambiar porque gente más seria y preparada va a tomar el mando.
Por lo tanto el orden y el protocolo ya no serán tan mal vistos. ¿Acaso no se recuerda que el mismísimo Fidel cambió el uniforme glorioso por unos trajes que le hacía una modista, cuando la revolución dejó de ser una rumba para convertirse en un rudo ejercicio de poder? Yo no lo veo mal, la gente quiere orden y progreso, civilización.
El que esto escribe no puede recordar la última vez que se puso corbata.
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