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lunes, 1 de agosto de 2011

Autocracia, superstitución y muerte

Tal Cual Digital

Cuando en el balcón del pueblo el teniente coronel Chávez Frías exclamó "¡Viva Chávez!", es decir, "¡¡Viva yo!!" pone en evidencia cuán menguado y estrafalario es este "socialismo del siglo XXI"

Por: Enrique Ochoa Antich

Cuando un régimen político es patéticamente autocrático, la muerte, su solo aleteo amenazante, es un contratiempo insalvable, estremecedor. Y el nuestro lo es.

Autocracia pura y simple, a la usanza de nuestro siglo XIX latinoamericano. Autocracia más que totalitarismo comunista, más que dictadura militar: en éstos, mal que bien, el tirano obedece a unos ciertos cánones colectivos (el partido, las fuerzas armadas, las clases sociales mandatarias).

Nuestro tiranuelo, sostenido por el voto del lumpenproletariado... y por los dólares del imperio, sólo se obedece a sí mismo... y a Fidel, claro.

Autocracia que es de suyo personalista, donde el culto a la personalidad juega un papel esencial: de Chapita Trujillo a Chávez. Punto éste sí en común con los regímenes comunistas aunque, claro, en nuestro caso el asunto se salpique con las ridiculeces propias de nuestro tiranuelo tropical.

¿Se escuchó alguna vez a Stalin, a Mao, a Tito echarse vivas a sí mismos? ¿Oyó usted alguna vez al autócrata de Cuba vocear la consigna "¡Patria o Muerte!, ¡Viva Fidel!"?

Cuando en el balcón del pueblo el teniente coronel en situación de retiro Chávez Frías exclamó "¡Viva Chávez!", es decir, "¡¡Viva yo!!", puso en evidencia cuán menguado y estrafalario es este "socialismo del siglo XXI" que no es socialismo ni del siglo XXI sino más bien otra de nuestras autocracias decimonónicas: los hermanos Monagas (¿Adán en lontananza?), el Manganzón redivivo, el Cabito otra vez.

Y es que, la verdad sea dicha, este marxista en alpargatas que es Chávez, aún conserva su alma embutida en aquel raído liqui-liqui verde con el que recorrió el país al salir de Yare. Corazón y mente en el llano inconmensurable. Rural por los cuatro costados. Y, como todo campesino, supersticioso.

Espantos y aparecidos rondan su universo mágicoreligioso. Los espíritus de la sabana, según evocó. Sé que por los corredores de Miraflores rondan la Sayona, la Chinigua, la Llorona.

Que en el despacho presidencial más de una vez en los últimos 12 años se ha escuchado el quejido lastimoso, inquietante, torvo, maligno, del Silbón.

De modo que estando el cerebro del autócrata poblado de estas sombras, atemorizado por la maldición de Bolívar una vez abierto su sarcófago, rozado su rostro por la caricia helada de la muerte, su última contra (¿y quién le discute al autócrata?) ha sido cambiar la consigna "¡Patria socialista o muerte!" borrando toda alusión a la Pelona. Qué patético el héroe del Museo Militar en estos momentos cruciales de su vida.

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