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martes, 22 de febrero de 2011

Maracay no quiere ser más el polvorín de Venezuela

22/02/2011 - Agradecemos al autor por enviarnos su artículo de opinión sobre Maracay

SANTIAGO QUINTERO | EL UNIVERSAL
lunes 21 de febrero de 2011 04:58 PM


La Ciudad Jardín descubrió el 30 de enero que vivía literalmente sobre un barril de pólvora. Los sucesos de Cavim revelaron la precariedad del mantenimiento y la seguridad en el país, ya no solo en la desmantelada industria petrolera, que hasta gasolina importa para vender y cuya comida se pudre en los puertos, porque no se utiliza para comer sino "para negociar"; ya no solo en la industria de generación y distribución de energía eléctrica, que depende de si llueve o no en el país para producir electricidad; ya no solo en la industria agroalimentaria, expropiada para que no produzca nada sino desempleo ,carestía, escasez, miseria y hambre; ya no solo en el servicio de agua, que llega con sedimentos y mal aspecto, sino que llegó a una institución en la cual no había ocurrido semejante desaguisado en su historia, pero que ahora es capaz de hablar en Ciudad Bolívar sin respetar lo que el Libertador dijo en Angostura, más iletrada y antibolivariana que nunca.

Maracay, aquel 30 de enero, despertó espantada, corriendo de madrugada, como si estuviera enclavada en el cuadro de "el grito" del expresionista noruego Edvard Munch; grito con el cual tomaron la calle los habitantes de Caña de Azúcar, de José Félix Ribas, de la Candelaria, de la Coromoto, del Milagro y la Esperanza. Maracay amaneció de bala, como diría el poeta Varela Mora.

El amigo Ricardo salió de su casa despavorido esquivando las esquirlas de un espectáculo pirotécnico de ojivas que caían de los aires, granadas de mano, municiones por doquier como un maná de muerte. Despertó de súbito a una experiencia no vivida antes en el país: una ciudad bombardeada, pero no por los aviones del imperio yankee, sino por los del imperio del descuido, el abandono, la omisión y la ignorancia, de no saber cuidar la pólvora que se guarda. Vergüenza debe dar hablar en Angostura del Libertador.

Ricardo vio gente en todas partes .Diez mil personas evacuadas y pidiendo refugio, decenas de tímpanos rotos, cientos de mentes traumatizadas y torturadas por el horror de una huida sin salida, porque el pavor te atrapa en su onda expansiva. De pronto, a Ricardo le vino a la mente una percepción real de donde estaba. Hizo un ejercicio de localización y se percató que la ciudad del grito ha estado sitiada desde siempre. Y colocó en un papel sus límites para ver sus opciones de escape: Por el norte, tenía al Cuartel Mérida, el Círculo Militar y la IV División. Por el sur: El Lago de Los Tacariguas (más conocido como Lago de Valencia, una bomba de agua a punto de reventar el muro que la contiene). Por el este: El Club de Suboficiales, Intendencia Militar, Economato, Ipsfa, Brigada Paracaidista, La Placera, Hospital Militar. Por el oeste: Escuela de Suboficiales, Arsenal Militar, Cavim, Base Sucre, Destacamento 21. Por el centro: Museo Aeronáutico, Escuela Básica, Servicio de Meteorología, liceo Libertador, Cuartel Páez. Una ciudad rodeada por la pólvora. Un cuartel que tiene una ciudad por dentro. La ciudad polvorín de Venezuela. Pero Maracay, la Ciudad Jardín, no quiere ser más el polvorín de Venezuela. Y Venezuela no quiere ser más el país donde se fabriquen armas para alimentar la industria de la violencia que ya tiene 150.000 bajas en 12 años, la unica industria que prospera cuando la desidia ante el delito reina. No señor. Venezuela no quiere ser más un cuartel ni Maracay su polvorín.

santiagoquintero@gmail.com

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