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lunes, 17 de enero de 2011

El Año de la Liebre

Opinión de Ibsen Martínez
TalCual - Domingo, 16/01/2011


Me propuse hacer un balance y un pronóstico para el año de la liebre. Lo que sigue resume lo que, sin torcedura retórica, escribí para mis propios fines. La experiencia me sirvió como recordatorio de dónde estamos.

Este año nuestro país podría llegar a la última parada en la vía que lleve a este país suramericano de ser una convulsa democracia no liberal a una autocracia militar comunista.
El hecho central de Venezuela en 2011 no es Hugo Chávez, sino el que seamos uno de los petroestados más antiguos del mundo.

Los gobiernos de los petroestados populistas son cazadores de renta y suelen atravesar fases "maníaco-depresivas" que se corresponden con los ciclos del negocio petrolero global: la fase maníaca coincide con los booms de precios del crudo; la fase depresiva a las caídas de precios o de la producción.

En las fases maníacas, el boom no es administrado juiciosamente y no parece haber límites para lo que pueda hacerse con los colosales ingresos: "tenemos petróleo, todo puede hacerse".

Característicamente, Chávez se adentra en un período seriamente recesivo de la economía del país, conduciéndose como si sus ingresos petroleros continuasen en fase maníaca. Es justamente ahora cuando más decidido está a concretar a todo trance su designio de instaurar en Venezuela un Estado comunista. Tiene mucha urgencia de lograrlo antes de fines de 2012, para cuando están previstas elecciones presidenciales, y tiene muchas posibilidades de salirse con la suya. ¿Qué puede hacer la coalición política opositora para impedirlo? A simple vista se diría que muy poco.

Ciertamente, los resultados de la elección parlamentaria del 26 de septiembre de 2010, llamada a renovar la unicameral Asamblea Nacional, lucieron inicialmente halagüeños para la oposición.
La coalición opositora, que agrupa varias decenas de partidos y asociaciones de electores bajo las siglas MUD (por "Mesa de la Unidad de Democrática"), logró romper la mayoría calificada de que hasta entonces gozaba Chávez, al alzarse con dos tercios de los escaños en disputa. Y esto bajo condiciones tan adversas que a muchos observadores aquí recuerdan las de la oposición bielorrusa. Chávez, por cierto, no ha ocultado nunca sus simpatías por Alexander Lukashenko y su "filosofía y método" electorales.

La respuesta de Chávez a este revés ha sido "apretar el acelerador" de su Revolución Bolivariana, ordenando una ola de expropiaciones al ya muy golpeado sector agroindustrial 3 millones de hectáreas de tierras dedicadas al agro y la cría; según el gobierno, el 10% del total productivo, pero mucho más del 40%, según las cámaras de ganaderos y agricultores , y haciendo aprobar por la Asamblea saliente un paquete de leyes que limitan gravemente las libertades individuales y económicas de los venezolanos.

Las leyes, aprobadas sin mayor discusión durante un "período extraordinario" de sesiones convocado de emergencia por la Asamblea saliente durante el pasado mes de diciembre, incluyen una Ley Habilitante que otorga a Chávez ilimitada potestad de gobernar por decreto durante 18 meses; esto es, hasta mediados de 2012, año de las próximas elecciones presidenciales.

Para justificar jugada tan aviesa, Chávez desplegó con astuta rapidez lo que quizá sea su mejor recurso de carácter como político: un pasmoso y resuelto sentido demagógico de la oportunidad para la agitación. Menos de dos meses después de la derrota electoral en las parlamentarias, inesperadas y torrenciales lluvias que entre noviembre y diciembre, según cifras del gobierno, causaron varias decenas de muertes y dejaron sin hogar a más de 120.000 personas, proporcionaron a Chávez un pretexto plausible.

La ley Habilitante, arguyó Chávez, le es imprescindible para enfrentar lo que llama "emergencia social" y dotar de viviendas a millones de venezolanos. Este último episodio es relevante pues deja ver lo que cabe esperar de Chávez en 2011 y es consistente con el patrón hasta ahora seguido por el caudillo venezolano ante cada revés electoral desde 2006.

La ley especial, aprobada faltando apenas días para el final de la legislatura saliente, sin aguardar a que la bancada opositora recién electa la bloquease, permite a Chávez legislar por decreto sobre nueve áreas de la vida social, mucho más allá de las estrictamente afectadas por la contingencia de las lluvias. La potestad de Chávez para cambiar el régimen de propiedad privada e imponerse con mano férrea sobre las telecomunicaciones e Internet, por ejemplo, ya es un hecho legal. Esto se une al efecto intimidador y paralizante de la actividad privada que han tenido cinco años de expropiaciones arbitrarias, indiscriminadas y en su mayoría llevadas adelante sin indemnización.

Todo indica a las claras que Chávez no depondrá su estrategia de siempre ante cualquier desventura electoral. La totalidad de las leyes hechas aprobar en diciembre contienen provisiones estatistas que ya habían sido rechazadas explícitamente por el electorado en repetidas ocasiones.

Lo fueron primero en el referéndum que, a fines de 2007, buscaba allanar el camino de una vasta reforma a la Constitución de 1999, la "más perfecta del mundo", según Chávez.

Los resultados de las elecciones regionales de 2008, que dieron el triunfo a la oposición en los estados más populosos y económicamente importantes, junto con las alcaldías de Caracas y Maracaibo (la segunda ciudad del país), fueron también desconocidos más tarde, despojando inconstitucionalmente a gobernadores y alcaldes de oposición de potestades locales y recursos económicos.

Otro referéndum, convocado y ganado muy reñidamente por Chávez, sancionó una "enmienda" que elimina para siempre el principio de alternabilidad y le permite postularse a la presidencia repetidamente por tiempo indefinido. Las condiciones para perpetuarse en el poder lucen así aseguradas, salvo por adversarios de cuidado: la caída sostenida de la productividad, una aplastante deuda externa, la inflación más alta del mundo y, last but not least, las crueles paradojas del petroestado.

Si bien las cifras oficiales de producción de crudo pronostican para 2011 unos 2,6 millones de barriles diarios (mbd), cálculos privados la sitúan, más verazmente, en 2,3 mbd una caída sostenida desde los oficiales de 3,0 mbd de hace tres o cuatro años , pero gracias al repunte de los precios del crudo, Chávez podrá contar en este año pre electoral con algo más de 200 mil millones de bolívares fuertes (unos 22.000 millones de dólares al cambio paralelo).

Pero con una caída sostenida del Producto Interno, Venezuela cerró en 2010 en abierto contraste con el resto de los países de América Latina. La inflación podría ubicarse, a fines del año de la liebre, entre 35 % y 45%, fruto de sucesivas devaluaciones. El desmantelamiento de las instituciones policiales y judiciales ha favorecido al narcotráfico y a su correlato: una criminalidad letal que crece vertiginosamente cada día: 18.000 impunes homicidios durante el años pasado, de los cuales menos del 3% resultaron esclarecidos y no necesariamente castigados. Todo ha contribuido a que la intención de voto chavista haya sido irreversiblemente negativa desde 2007, al tiempo que la oposición parece al fin haber hallado el norte y ve crecer su caudal de votos. ¿Se verá sostenida esa tendencia? ¿Será posible sostenerla, sin caer en provocaciones, hasta dentro de 23 meses? Los tiempos de la democracia no liberal y del soberbio "autócrata competitivo" que se medía en elecciones parecen llegar a su fin. La fase maníaca de "petrogobernante" se prolonga fútilmente en una era de vacas flacas y, tarde o temprano, Chávez se verá en la disyuntiva de dar el paso irreversible hacia la dictadura o perder el poder en las elecciones de 2012.

Hasta ahora su historial sugiere que no vacilará en darlo, llegado el momento.

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