ANA JULIA NIÑO GAMBOA - Tal Cual
Aprendí que la libertad no significa hacer lo que me dé la gana. Que la libertad es uno de los bienes más preciados del ser humano pero que en el fondo implica una gran responsabilidad, porque se trata de hacerme cargo de mí y de mis acciones. De reflexionar en torno a lo que me conviene y considerar a los afectados potenciales por las decisiones que tome. Pero ante todo, actuar en libertad supone asumir también la responsabilidad por las acciones que ejecuto.
De allí que parte de la enseñanza que se inicia en los hogares, se completa en las escuelas, se fortalece en las universidades y se ejerce en ciudadanía tiene relación directa con la comprensión del ejercicio libre que implica también ejercicio responsable. En pocas palabras, se trata de eso que los filósofos llamarían ética responsable. Que no implica necesariamente actuar como quieren los demás, sino que aun actuando libremente se mantenga la premisa de considerar al otro, al posible afectado. Y asumir la responsabilidad por las consecuencias de mis actos.
Parece sencillo, y como todas las cosas sencillas, en el fondo son de una gran complejidad. Porque ser libre es una carga que a muchos les resulta excesivamente pesada. Eso de hacer la reflexión ética y comprometerse con el resultado, sin poder ir contra otro a reclamar o poder echarle la culpa en verdad puede resultar latoso. Y es posible que esa sea la explicación para que muchas sociedades se sometan al abrazo paternal y limitante de los gobiernos. De manera que, en nombre de ese abrazo protector, se traslada la toma de decisiones sobre mis asuntos más cercanos para que aquel que me cuida y sabe lo que me conviene, porque me quiere, decida y piense por mí. O sea, cedo mi libertad.
Seguramente ese argumento es el que justifica el nuevo sistema de prioridades que acaba de imponer CADIVI.
Ya no se trata solamente de que no se puede disponer libremente de un capital económico ganado con esfuerzo propio para actividades recreativas que son necesarias para todo ser humano, sin el permiso del gobierno.
Ahora, además, este gobierno decide lo que es prioritario que se estudie, como si se tratara de un sistema de becas gubernamentales. Y casualmente, los renglones restringidos tienen relación directa con el ejercicio intelectual, con el desarrollo y fortalecimiento de las ideas.
Por lo que no se trata sólo de la limitación al acceso de divisas con recursos económicos propios, que ya es grave. Ahora se afecta también el espacio de libertad individual, de desarrollo del pensamiento porque no es prioritario para la ideología de este gobierno, ya esto es el colmo.
Al aceptar decisiones como esa, se fortalece el hábito de no pensar. Se arrima un punto a favor del mínimo ejercicio intelectual que en muchos ha quedado supeditado a justificar las proclamas de la revolución sin ningún otro sustento que la pasión que desata el hiperlíder. Se destierran del ejercicio ciudadano la significación de conciencia, de libertad y ética. Se prefiere la debida obediencia. Se fortalece al patriota, se enajena al ciudadano.
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