el siglo - Las Tejerías
fotos | CARLOS PEÑA
La falta del vital líquido ha llevado a los habitantes almacenarla en pipotes cuando les llega el camión cisterna |
El techo de la morada donde reside Reinaldo Balza no aguanta una gotera más |
María Oropeza, comentó que con relación al agua esta llega es por cisternas, sin embargo uno de los vecinos tiene que dirigirse hasta donde está el llenadero para hacer un poco de presión y lograr conseguir que les manden el vital líquido.
“Esta situación no es nada nueva, tenemos entendido que van a meter varios metros de manguera para solucionar ese problema del agua, ahora no sé cundo lo harán, lo cierto es que padecemos con el suministro del agua, la falta de tuberías para las cloacas. El alumbrado público brilla por su ausencia, pues aquí no funcionan ese servicios, los mismos vecinos hemos tenido que pegarnos a un poste de donde tomamos la corriente”, dijo Oropeza.
Por su parte, el joven Ángel Eduardo Fúnez hizo énfasis en un gran árbol de jobo que está en la entrada de este sector, “la parte baja del árbol se está secando y es un peligro tanta para nosotros como para quienes circulan por la Carretera Panamericana a la altura de Bucaral, porque de un momento a otro se viene abajo y no se sabe si cae hacia la carretera o encima de alguna vivienda”, expresó.
Carmen Rodríguez, reforzó las declaraciones de los demás vecinos, agregando que cuando llueve el sector se convierte en un verdadero infierno, pero de lodo, debido a que no se puede salir de los hogares. “Esto es un desastre las familias que vivimos en la parte alta lo pensamos dos y tres veces antes de salir cuando llueve porque no es fácil...”.
Reinaldo Balza, habitante de esta invasión, relató que antes vivía en la ciudad de Caracas, pero por necesidad se trasladó a la población de Las Tejerías y en vista de no contar con los recursos económicos necesarios no le quedó más que construir una humilde morada, pero con la llegada de las lluvias se moja menos afuera que adentro, pues el techo tiene todas las goteras habidas y por haber, pero para cambiar las láminas de zinc, cada una tiene un valor de 130 bolívares, pero como dice el populoso y conocido refrán, no le queda más que “arroparse hasta donde le alcanza la cobija”.
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