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viernes, 3 de marzo de 2017

Llegada masiva de venezolanos mantiene en alerta a ciudad brasileña de Boa Vista

Runrunes
Por BBC Mundo
Fecha: 02/03/2017


María José dejó su trabajo de maestra para irse a vender frutas en la calle

El conductor toca ligeramente la bocina y María José Pacheco estira el brazo para mostrar siete naranjas. Sentada bajo un pequeño árbol junto a un semáforo, pela la fruta con rapidez y perfección y la mete en una malla demasiado débil para soportar el peso.

La mujer venezolana dejó su país, a sus tres hijos menores y su puesto de profesora de educación integral para vender naranjas 12 hora al día. Y sin embargo, está satisfecha. “Aquí se consigue comida, se trabaja, pero el dinero rinde”, dice Pacheco, una entre los miles de venezolanos que en los últimos meses cruzan masivamente la frontera con Brasil para huir de la crisis en su país e instalarse en Boa Vista.

La ciudad brasileña, capital del norteño estado de Roraima y de menos de 300 mil habitantes, ha visto sacudida su tranquilidad. La llegada de extranjeros ha sobrecargado los servicios de salud, por lo que la gobernadora decretó en diciembre de 2016 el estado de emergencia, que sigue vigente. Y está generando también tensiones y conflictos entre locales y foráneos.

Boa Vista fue diseñada como París con un centro en el que convergen anchas y largas avenidas. Y aunque dista mucho de asemejarse a la capital francesa y de aparecer en las guías turísticas de Brasil, para muchos venezolanos es un lugar de ensueño.

En algunos cruces de sus planificadas arterias se los puede ver ganarse la vida bajo el sol, fuerte y constante durante todo el año. Pacheco trabaja casualmente en una de las intersecciones de la Avenida Venezuela. A su lado está su hermano. En otro punto de la ciudad, su esposo. Los tres comparten una habitación sin derecho a cocina, lo que les genera más gastos. Pese a todo, consiguen ahorrar y enviar dinero a Venezuela para su familia.

En una semana, Pacheco puede igualar lo que ganaba en un mes en Venezuela como profesora. Además, en Boa Vista encuentra comida fácilmente y a menor precio que en su país, que por la crisis económica sufre escasez de alimentos y de productos básicos y una elevada inflación.

Boa Vista, es la primera gran ciudad que se encuentra después de la frontera entre Venezuela y Brasil. A unos 200 kilómetros del cruce. Yosleidis espera con calma junto a su suegra. “Cualquier sitio es mejor que Venezuela”, me dice convencida.

La razón de su seguridad es que su marido lleva ya seis meses en Boa Vista, donde ha encontrado trabajo en un puesto de comida rápida venezolana. Ella va de nuevo de visita. Cuando los niños acaben el curso escolar en julio, se mudará toda la familia, afirma.

A su lado, Julia, de sólo 19 años, carga con una voluminosa maleta. Ella se va ya definitivamente a Boa Vista, donde su madre lleva varios meses con su hermano de 6 años.

“Él ya habla perfectamente portugués”, me dice, orgullosa del pequeño y atemorizada por el nuevo idioma que le espera.

Julia hace cuentas. De momento no seguirá con los estudios que cursaba en Venezuela. Quiere trabajar y cree que puede ganar 400 reales al mes, que al cambio informal en la frontera son unos 480 mil bolívares, mucho más de los 40 mil (más el bono de alimentación) del salario mínimo mensual en su país.

Tanto el marido de Yosleidis como la madre de Julia pidieron refugio en Brasil y lo lograron, y ellas esperan lo mismo. Es la mejor vía para obtener permanencia legal en el país vecino, que ha limitado incluso a sólo tres días los permisos de estancia.

El gobierno del estado Roraima estima que unos 30 mil venezolanos han llegado por causa de la crisis. Según los datos de la Policía Federal brasileña suministrados a BBC Mundo, 2.238 venezolanos solicitaron refugio en 2016. Apenas cinco casos fueron denegados.

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