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martes, 22 de diciembre de 2015

RSE: en educación falta sostenibilidad

Tal Cual
22-12-2015
KEILYN ITRIAGO MARRUFO


Gracias al aporte del sector privado Fe y Alegría logra mantener y equiparar sus centros de formación. Las compañías telefónicas y bancarias lideran la inversión en el área

La inversión socialmente responsable en educación es, además de estratégica, imprescindible para dar una respuesta a problemas urgentes como violencia delincuencial, ausencia de proyecto de vida en adolescentes y jóvenes, capacidad productiva de los egresados, nivel académico y formación en valores. Así lo deja claro el coordinador de Planificación y Desarrollo de Fe y Alegría, Juan Carlos Escalona, quien sostiene que definitivamente la empresa es un actor que paulatinamente se ha involucrado en la causa educativa de Venezuela.

"La responsabilidad social de la empresa representa un instrumento muy valorado por las escuelas de Fe y Alegría en lo que concierne a la dotación de aulas, laboratorios y talleres, mejoramiento de la planta física de las escuelas, financiación de programas sociales formativos y complementarios a la oferta educativa ordinaria", afirma el representante de una de las instituciones educativas que más ha recibido contribuciones de iniciativas privadas.

En el caso de Fe y Alegría, tal como explica Escalona, los aportes vía responsabilidad social empresarial complementan el presupuesto ordinario de la Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC), pues con los fondos públicos que provienen del Ministerio de Educación se hace el pago de personal, m i e n t r a s que el aporte privado contribuye con el mantenimiento de la planta física, dotación y equipamiento de las escuelas; así como para proyectos de corte socio educativo, como formación docente de mujeres y jóvenes, y emprendimiento. "En Fe y Alegría entendemos que la clave del éxito pasa por lograr una alianza fecunda entre el Estado Empresa-Sociedad".

Escalona recuerda que la educación, en sus distintos niveles y modalidades, es fundamental para el desarrollo de un país y a su juicio el lema que acuñó el Padre Vélaz (fundador de Fe y Alegría) "Un niño sin Escuela es Problema de todos" ha calado en la sensibilidad de muchas personas, asociaciones y empresas. "En Fe y Alegría estamos convencidos de que hay mucha conciencia de que la educación es fundamental para el desarrollo de Venezuela.

En este país el sector privado ha invertido, desde hace varias décadas, a la causa de la educación católica en sectores populares", agrega.

SOSTENIBLES, NO DÁDIVAS

El coordinador del Programa de Buen Trato de Cecodap, Carlos Trapani, no duda en que grandes empresas, sobre todo de telefonía y entidades bancarias, han dado grandes aportes a la educación, pero sostiene que lo que ha imperado es que las experiencias han sido aisladas y poco monitoreadas en términos de seguimiento. Considera que aunque en líneas generales las empresas hayan desarrollado una mayor sensibilidad social, al menos en el área educativa, el gran reto que tienen actualmente desde el componente de responsabilidad social es trabajar mucho más para que los aportes puedan ser sostenibles en el tiempo. Cree es necesario que las ayudas conlleven a empoderar las comunidades en las cuales se trabaja y que la contribución no sea una dádiva sino un apoyo para el fortalecimiento de la ciudadanía en el área de educación, de ambiente, de recreación y de cultura. "Que sean proyectos que permitan impulsar otros y que además respondan a un enfoque de derecho.

Y eso se puede superar en la medida en que las empresas conozcan que no es sólo un aporte económico".

Superar el mero formalismo de dar el aporte porque la ley los obliga, para adquirir un compromiso realmente profundo, tal como señala Trapani, conlleva a que las empresas más allá del posicionamiento de una marca tengan un posicionamiento social, porque en la medida en que las sociedades tienen bienestar y educación en esa medida se fortalecen las relaciones con la empresa misma.

"Si la familia está bien a la empresa les va a ir bien", apunta.

APORTES MENGUADOS

Otro de los desafíos de la responsabilidad social en Venezuela, a consideración de Trapani, es apoyar más iniciativas en zonas rurales y fronterizas donde ni la mano gubernamental ni la de iniciativas privadas han llegado con fuerza. Y así lo han vivido en Asopica, una asociación civil que financia y funda la escuela La Coromoto,ubicada en el estado Apure, en el Caño La Pica, entre los Ríos Cinaruco y Capanaparo.

Su directora ejecutiva, Giovanna Ragusa, cuenta que allí donde la situación es tan vulnerable que prácticamente ha convertido el espacio en una casa hogar, la dotación de ropa, útiles escolares y alimentación se hace a través de donativos con el Plan Padrinos, con el que se beca a los niños, y mediante proyectos presentados en distintas ONG de segundo piso.

Pero, esta mano amiga privada sobre todo desde el año pasado es cada vez más esporádica y escasa. "La crisis económica que vive el país ha impactado a nuestra institución de manera muy significativa. Esto nos ha obligado a solicitarle ayuda al sector público, con el programa de alimentación y la firma del convenio de AVEC para financiar la nómina. Las empresas deben estar haciendo más responsabilidad social con sus empleados y también hay muchas que antes podían ayudarnos pero ahora ni siquiera están en el país", asegura Ragusa.

Algo muy parecido ha ocurrido también en la Gobernación del estado Miranda, en donde la inversión privada ayudó a levantar y mantener muchas escuelas pero este auxilio se ha ido en debacle desde 2010 aproximadamente. El director adjunto de Educación Miranda, Oscar Rose, manifiesta que la colaboración por ejemplo deEmpresas Polar ha sido buena en reparaciones menores y dotación pero actualmente no es lo común. "No podría dar un listado de empresas como en un pasado sí pudimos tener.

Antes algunos programas eran presentados al sector empresarial y ellos colaboraban no monetariamente sino en materiales y proyectos y actividades. Ahora, hemos tenido que financiarnos internamente".

Oscar cuenta que en su momento existió un programa que se desarrolló a través de una asociación civil llamada Mi Escuela, con la cual se trataba de captar comercios o empresas pequeñas que colaboraran con escuelas de los barrios, y ellos daban una cuota mensual que servía para reparar sanitarios, cambiar bombillos y otras reparaciones menores. "Y gracias a esto nuestras escuelas lograban por lo menos tener al día este tipo de detalles. Esto fue reduciéndose porque las empresas o desaparecieron o nos decían que no podían".

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