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viernes, 8 de marzo de 2013

Por lo pronto

Chávez no llegó a juramentarse como Presidente por tanto no pudo nombrar a Maduro vicepresidente

DIEGO BAUTISTA URBANEJA | EL UNIVERSAL
jueves 7 de marzo de 2013 12:00 AM

La noticia del fallecimiento de Hugo Chávez Frías pone al país ante un nuevo conjunto de problemas, clausurando otros que habían puesto al país en un estado de tensión muy alta, derivado a la incertidumbre que la desinformación oficial producía.

Pero antes que nada, hay que decir que lo que como actitud corresponde ante el deceso de quien gobernara este país por catorce años, es lo que todos se han adelantado a pedir y a ofrecer. Respeto por el sentimiento de su entorno y de sus seguidores, consideración por el tiempo de duelo por el que humanamente han de atravesar ante una noticia que debe serles difícil de sobrellevar.

En lo inmediato, vamos a tener unos días totalmente copados por las exequias, los honores, las manifestaciones de dolor o de respeto, el acompañamiento de los restos del fallecido líder a su morada definitiva.

La evaluación de la significación histórica y política de Hugo Chávez para esta nación va a requerir un largo debate y el paso de algún tiempo. Tal significación tiene muchas aristas y es difícil que las voces que querrán subrayar unos y otros aspectos puedan alcanzar la ecuanimidad requerida. Los momentos actuales se prestan a la reserva y el trato respetuoso de la figura del tan recientemente fallecido. Pero se trata de una personalidad que levanta pasiones muy intensas y encontradas, y a medida que éstas recuperen su voz, el balance de su actuación correrá el riesgo de verse sumergido por ese vendaval. Lo que si debería estar claro, ya como tarea colectiva y democrática, es lograr identificar lo que estos años transcurridos bajo la gravitación de esa figura hayan tenido de positivo y de negativo, para hacer de lo primero un elemento de avance hacia lo que viene, y de lo segundo motivo de lecciones, de corrección y de descarte.

Mucho se ha dicho que Hugo Chávez ejerció sobre parte de sus seguidores una atracción de tipo religioso. Al mismo tiempo, sus dotes oratorias e histriónicas fueron verdaderamente notables. Todo ello brinda la base para la construcción de una mitología y de un culto popular, que por una parte es un producto natural de esos sentimientos y por otra responde a una necesidad política del oficialismo : cómo compensar mediante un mito las carencias de los sucesores y los grandes problemas que estos catorce años legan al país y depositan en esas incompetentes manos.

Pero pronto, poco a poco, los problemas que el país tiene van a ir emergiendo de nuevo a la superficie, retomando poco a poco su dominio de la vida cotidiana. Es obvio que la desaparición de Hugo Chávez deja esos problemas intactos. Como hemos dicho, quedan ellos ahora en manos que, por lo que hemos visto en los meses transcurridos desde diciembre, no parecen capaces de manejarlos con ningún tipo de acierto.

Urgente agenda

Del mismo modo, la urgente agenda política que la ausencia absoluta del Presidente abre, va a ir imponiendo su ritmo en el acontecer político. Por ejemplo, tendremos un nuevo episodio judicial, debido a que no es firme la posición de Maduro al frente del Gobierno. Hugo Chávez no llegó a juramentarse como Presidente para el período 13-19 y, por lo tanto, nunca pudo nombrar a Maduro vicepresidente. La sentencia del Tribunal Supremo, podría decirse, suponía que en algún momento se produciría esa juramentación y ese nombramiento. Parece que ya se oyen voces en el seno del oficialismo que disienten sobre la interpretación correcta de estas cuestiones, aunque suponemos que la incipiente diatriba cesará sin mayores consecuencias.

Sobre todo, se perfila a toda carrera un escenario electoral. En el mes de abril deberemos estar escogiendo nuevo presidente. El oficialismo tiene sus cosas resueltas, si así puede llamarse tener a Maduro de candidato. La alternativa democrática tendrá que acelerar sus ritmos de actuación y resolver de un golpe temas a los que quizás pensaba dedicar algo de más tiempo.

Pero retomemos en estas líneas finales el nivel de reflexión en el que se trataron de mover las primeras. Hugo Chávez deja una marca en el país, que deja poco lugar para la indiferencia. Todo dependerá de en cuál lado de la barrera estaba usted. La marca adorable para unos, que recordarán su protagonista con veneración. Será amarga para otros, que recordarán la experiencia como algo que no querrán volver a vivir. Será inolvidable, por los momentos, para todos.

dburbaneja@gmail.com

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