IBSEN MARTÍNEZ - Tal Cual
Aló, Presidente ha dado forma al pathos decididamente telenovelesco con que Chávez ha subvertido su propia, anodina biografía provinciana y tratar de convertirla, sin éxito, en un argumento de telenovela.
Un argumento que discurre según las vertientes que cada semana revela el soberbio, incansable televangelista que es Chávez, capaz de hilvanar durante horas un interminable discurso en el que las anécdotas de su infancia pobretona en el estado Barinas engastan con sus andanzas de jefe de Estado en perenne campaña electoral, sus encuentros con líderes de otras revoluciones posmarxistas, sus improbables lecturas, sus pretendidos logros en materia de salud, vivienda y educación, sus disparatadas opiniones, sus arrebatos bélicos, sus efusiones historicistas.
Tan engastada en su praxis está la televisión en vivo que al biógrafo o historiador futuro le será muy difícil dar cuenta de los vaivenes del Partido Socialista Unido de Venezuela, por ejemplo, sin escudriñar primero centenares de miles de pies de video que recogen las intemperancias, los dislates, las inopinadas decisiones políticas adoptadas por Chávez, no en la privacidad de un arduo gabinete ministerial, sino a pleno sol, en una jacarandosa entrega de títulos de propiedad en una finca expropiada, por ejemplo. O bien durante una Cumbre Iberoamericana, la tenebrosa exhumación de los restos de Bolívar o una visita a su Meca personal: La Habana; todo en obsequio de la galería televidente.
El formato del programa ha invadido desde hace años el de las cadenas televisivas oficiales. Valga lo que valiere, la inflazón de su ego telegénico le ha acompañado desde aquella madrugada de video apresurado en 1992, hasta la hora y punto de su apoteosis como estrella de la televisión latinoamericana: la admisión ante las cámaras de estar sufriendo una variedad de cáncer nunca del todo descrita.
El reality colectivista, el telemaratón estatizante, el talk show ideologizador de 24 horas con el que Chávez ha pretendido ahogar el libre debate de las ideas y el acceso público a la verdad en nuestro país, ha incorporado sin melindres la trepidante vida conyugal de Chávez, por ejemplo, y los peligrosos vaivenes que trae consigo su amistad política, pero nunca nada tan desmesuradamente ambicioso en su vocación de torcer el ánimo elector a favor suyo como la impúdica manipulación de su condición médica.
Pocos guionistas de telenovela se atreverían a proponer el cáncer como la enfermedad que, en un atasco del rating, aqueje a la protagonista.
Delia Fiallo, decana de las libretistas de culebrón, le advertiría al osado que se trata, para fines melodramáticos, de un callejón sin salida que, para colmo, no tiene los ribetes de desahucio romántico que tiene la tuberculosis. Para colmo, la salida argumental que ofrece la idea de una curación, desafía lo que sabe la casuística médica. Empero, Chávez abrazó una estrategia basada, al mismo tiempo, en la revelación de su grave estado y en el ocultamiento del tipo específico de cáncer que lo aqueja.
Y ha ido más lejos: ha estirado indefinidamente el reality de su tratamiento, reservándose para sí el rol del médico que lee el parte diario. Chávez no sería Chávez si hubiese de dejar a otro el encargo de anunciar al mundo su milagrosa curación. En vísperas de una contienda electoral, era difícil imaginar una manera más audaz y enérgica de renovar el lazo emocional que lo une a sus millones de seguidores.
Pero, ¡ay!, las encuestas más serias dejan ver que la magia telegénica parece ya abandonarlo en favor de un joven y apuesto Goliath andariego con quien, al igual que con Chávez hace veinte años, nadie contaba.
Luego de desperdiciar catorce años del más prolongado boom petrolero atravesado alguna vez por su país, la pobreza, la indefensión, la inseguridad, la criminalidad y la inflación más alta del continente son el telón del reality sobre el que se recorta, ya no el cautivo suboficial rebelde de antaño, sino un curtido autócrata convalesciente que circula en carroza blindada y desgrana viejas promesas y deslucidas consignas antimperialistas frente a una ciudad de provincia inundada y sin energía eléctrica, un sangriento motín carcelario o una refinería en llamas.
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sábado, 1 de septiembre de 2012
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