ALIDHA AVILA - Tal Cual
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Que un Jefe de Estado, cuya obligación constitucional es velar por el bienestar y la convivencia de la ciudadanía, al margen de sus diferencias políticas, se permita proferir la infeliz y miserable frase, "quien no es chavista no es venezolano", evidencia a las claras que el candidato del oficialismo está incapacitado para gobernar el país moderno, democrático y progresista al que aspiramos la mayoría de los venezolanos.
Definitivamente, el abuso de poder intoxica tanto que termina por afectar el juicio de quien lo ejerce.
Los griegos llamaban "Síndrome de Hubris" a esa paranoia o trastorno delirante que ataca generalmente a gobernantes mediocres, cuya limitación intelectual los ciega de tal manera que les lleva a creer que el mundo es una prolongación de sí mismos. Como se sienten dioses, sospechan de todo aquel que haga la más mínima crítica; se vuelven imprudentes y no consultan sus decisiones, ejerciendo un autoritarismo anárquico y desorganizado que caotiza a la sociedad; cada vez se aíslan más de la realidad, rodeándose de una corte de aduladores que alimenta su delirio para asaltar impunemente las arcas públicas.
Ni más ni menos lo que ocurre con Hugo Chávez y su gobierno. Justo lo contrario de lo que viene sucediendo con Henrique Capriles Radonski, quien, a su paso por pueblos y ciudades del país, en una campaña admirable de contacto cotidiano con los ciudadanos, para escuchar de viva voz sus quejas y sus esperanzas, y dar a conocer su proyecto de progreso, crece cada día no sólo en popularidad sino, más importante aún, como estadista. La elegancia y la sindéresis política con las que responde a los insultos y bajezas del otro candidato, la serenidad del juicio para posicionarse frente a los problemas del mundo y del país, demuestran que estamos en presencia de un político muy inteligente, que comprende a cabalidad el tamaño de su desafío y que no pretende adhesiones perrunas sino que nos convoca para que, mediante el procedimiento de legitimación democrática, definamos cómo queremos construir políticamente nuestra responsabilidad colectiva: o súbditos o ciudadanos. He ahí el dilema que habremos de dilucidar el próximo 7 de octubre.
No abrigo la menor duda de que en ese día histórico una avalancha arrolladora de ciudadanos venezolanos, esperanzada y optimista, optará por el camino del futuro.
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