GISELA ORTEGA - Tal Cual
En Venezuela, los ricos todos son nuevos; porque, comparadas las fabulosas fortunas recién habidas con las de los ricos tradicionales, proporcionalmente apenas si merecen estos últimos ser nombrados, a pesar de ser los únicos atacados.
Pero el mal no está en ser nuevo rico ojalá todos lo fueran sino en cómo se ha llegado a serlo y en la actitud de quien lo es frente a la novedad de su riqueza. Y, en ese sentido, existe más de un comportamiento nuevorriquista. Uno, el clásico, el de los que estrenan fortuna y no se conforman con poseerla, sino que quieren alardear de ella y restregarla en el rostro de los demás.
Los de ese estilo han traspuesto el ámbito local y son hoy producto de exportación que, cual hordas enarbolando jugosas comisiones y petrodólares, invaden otros países.
Sin embargo, los más notorios entre los súbita y sospechosamente enriquecidos han comprendido que hay que empezar a disimular y se han dedicado a sacar, ocultar y depositar.
Hay otro tipo muy lastimoso: el que sin ser rico aparenta serlo y para no ser menos ni quedarse atrás actúa como el más genuino de los nuevos ricos. Y otro grupo, el más chocante, integrado por los que siempre han tenido dinero pero, ante la amenaza de una avalancha de ricos último modelo que pueda desplazarlos, se comportan con el mal gusto, la echonería y el rastacuerismo característicos del más insoportable nuevorriquismo (todo lo cual parece demostrar que son muy pocos los venezolanos que no se comportan como nuevos ricos).
Un nuevorriquismo saludable, de existir en el país, constituiría una actitud social, tal vez equiparable al triunfalismo norteamericano.
El nuevo rico no sólo es un recién llegado al mundo de los negocios, de la sociedad lo que resulta del todo legítimo, sino que además hace ostentación de su dinero como el boxeador de sus puños, agresivo, desafiante. Primero que nada, cambia de casa, de automóvil. Luego establece nexos no sólo a nivel social, sino también con el poder de turno.
Y compra de todo ropa, muebles, joyas falsas y auténticas, yates y avionetas, en un derroche de consumismo.
El venezolano es el reflejo de un país de nuevo rico. El nuevorriquismo se caracteriza fundamentalmente por gastos excesivos y superfluos, ausencia de futuro y de planes: así somos el país y sus ciudadanos.
Lo interesante es que no solamente la burguesía y los poseedores de nuevas fortunas se comportan con actitudes de nuevos ricos, sino que aun las clases más desposeídas del país asumen las mismas conductas.
Vista históricamente la situación del país frente al nuevorriquismo, lo único que nos queda es tomar conciencia individual de que tenemos que mantenernos íntegros frente a una actitud que envilece al espíritu.
Hacer del enriquecimiento una verdadera oportunidad de progreso y superación y no un atajo hacia la vanidad y el derroche es, definitivamente, una responsabilidad personal.
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lunes, 9 de julio de 2012
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