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domingo, 5 de julio de 2015

Retrato de una promoción en crisis

13 de los 20 jóvenes consultados para esta investigación han trabajado alguna vez

El nuevo milenio le trajo a Venezuela una coyuntura demográfica particular. Se abrió una ventana de cuatro décadas de duración en la cual la mayoría de los habitantes está en edad de producir y es poca la población dependiente. Ese período coincidió con una bonanza petrolera y no se aprovechó para diseñar políticas públicas orientadas a mejorar la calidad de la educación y ofrecer empleos de calidad a una generación que recibe ahora el testigo para empujar el país. El Nacional entrevistó a 20 jóvenes de liceos públicos y privados de Caracas que dejaron este año la camisa beige para dar los primeros pasos hacia la adultez en un panorama nublado por la crisis. Son los bachilleres que nacieron con la revolución

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EMILY AVENDAÑO / Siete Dias - El Nacional
eavendano@el-nacional.com
5 de julio 2015 - 12:01 am

Nacieron cuando la palabra revolución comenzó a apoderarse del vocabulario de los venezolanos. En su mayoría, hasta hace dos años, no había conocido a otro presidente que no fuera Hugo Chávez. Tienen entre 16 y 18 años de edad, y se están graduando de bachilleres. Algunos se quieren ir del país, otros probarán la vida universitaria en Venezuela ­–gracias a los cupos que asignó la Oficina de Planificación del Sector Universitario– y algunos deben comenzar a dar sus primeros pasos en un empleo formal. El panorama no es claro a esa edad y el filtro del país lo hace más borroso.

Desde principios de la década de 2000 Venezuela goza de una coyuntura demográfica particular: se redujo el porcentaje de la población dependiente, menor de 15 años, y aumentó la proporción de la población en edad de trabajar, entre 15 y 64 años de edad, al tiempo que aún es pequeño el peso de la población mayor de 65 años de edad. Es lo que se conoce como el bono demográfico, una oportunidad que da la transición en la pirámide poblacional, y que en el país coincidió con una bonanza petrolera.

Según los resultados del Censo 2011, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística, 66,6% de la población tiene entre 15 y 64 años de edad; 27,6% está entre los 0 y los 14 años y 5,8% supera los 65 años de edad. Quienes están egresando de la educación media forman parte de esa transición demográfica que, según se calcula, se extenderá hasta el año 2040.

Esos bachilleres no son ajenos a la situación del país. Les preocupa la escasez y el alto costo de los productos, pero son pocos los que afirman que quieren irse de Venezuela para nunca más volver. Otros, en cambio, están completamente negados a esa posibilidad, aún teniendo la oportunidad. Algunos creen que en Venezuela se puede progresar. La Encuesta Nacional de Juventudes, realizada por el gobierno, y la Encuesta Nacional sobre la Juventud, realizada por la Universidad Católica Andrés Bello, ambas en 2013, confirman esta apreciación: 7 de cada 10 jóvenes no están pensando en irse a vivir a otro país, pero que 3 de cada 10 quiera hacerlo es preocupante en un país donde la migración no era un opción.

Anitza Freitez, demógrafa del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB, explica que aprovechar este período del que ya se consumieron 15 años se requiere de cinco condiciones: promover un crecimiento económico sostenido, aumentar el gasto público en el sistema educativo, implementar políticas educativas y de empleo integrales, flexibilizar los mecanismos del mercado para aprovechar el potencial laboral y desarrollar programas sociales que atiendan los problemas surgidos en el curso de la transición demográfica, como la maternidad o paternidad temprana y la violencia.

Freitez señala que la transición se ha desaprovechado: “Vamos acumulando años de atraso en un contexto internacional de ritmos rápidos en materia de innovación tecnológica, productividad y competitividad. Claro que ese recurso humano se puede recuperar, pero ninguna persona tiene 20 años dos veces en la vida. Haciendo bien la tarea podemos recuperarlo para que pueda tener mejor vida más allá de los 30 años, pero no podemos reparar el hecho de haberle privado de las oportunidades que debió tener a los 20 años”.

Los resultados de la Encuesta sobre Condiciones de Vida Venezuela 2014, realizada por las universidades Católica Andrés Bello, Central de Venezuela y Simón Bolívar, revelan que entre la población de 12 a 17 años, hay 350.000 jóvenes –varones principalmente– que no asisten a la escuela. La Encovi también señala que 56,2% de quienes interrumpen su trayectoria educativa tienen entre 15 y 19 años de edad. Al ser consultados sobre las razones para dejar de estudiar, una de las principales es la “falta de interés”.

El corneteo de las caravanas que celebran la graduación de algunos bachilleres ha sumado ruido a Caracas las últimas dos semanas. Se festeja el fin de un ciclo. Los contenidos que aprendieron esos bachilleres se definieron en un tiempo en el que todavía no se había inventado Internet. El programa curricular de educación media diversificada data de 1973 a 1975, mientras que el de primero a tercer año fue elaborado en 1987. Ambos están actualmente en revisión. Esta promoción de bachilleres también es heredera de la crisis del déficit de docentes y aulas que los llevó a tener estudios incompletos con materias exoneradas.

Julio Fermín, coordinador general del EFIP –instituto que tiene entre sus proyectos un Observatorio Social de la Juventud Venezolana–, señala que históricamente la sociedad venezolana no ha sabido qué hacer con sus jóvenes.

Recuerda que la primera vez que se planteó un instituto gubernamental para atender a este sector de la población, el presidente era Luis Herrera Campins y sus políticas se enfocaban en organizar excursiones. “Era un ministerio sin cartera”, añade. Luego las políticas se desarrollaron a través del Ministerio de la Familia: en 1993 se hizo la primera Encuesta Nacional de Juventudes y más recientemente a través del Ministerio de la Juventud –ya desaparecido, fusionado con el Ministerio del Deporte– y la Misión Jóvenes de la Patria.

El Instituto Nacional de la Juventud, adscrito al Ministerio del Deporte, orientó sus funciones en 2014 al desarrollo de actividades de formación política, al lanzamiento del Sistema Nacional de Festivales, el rescate de juegos tradicionales; inauguró un estudio de grabación y un plan de turismo estudiantil y campismo, y atendió proyectos socioproductivos. También repartió tarjetas de crédito.

Fermín señala que estos planes no atienden a la juventud de forma integral y desestiman el problema principal que consiste en que hay 700.000 jóvenes en Venezuela que no estudian ni trabajan. Indica que este grupo se encuentra en la calle, lo que los hace vulnerables a caer en la delincuencia –en Venezuela el homicidio es la primera causa de muerte en varones de entre 10 y 19 años de edad, según la Unicef– o en el “bachaqueo”. “No forman parte ni siquiera de la economía informal, aunque eventualmente pueden incursionar en un trabajo temporal”.

Para darles cabida, Juan Maragall, secretario de Educación del estado Miranda, indica que es necesaria la construcción de 1.000 liceos aproximadamente y resolver las carencias estructurales, de dotación y de personal docente especializado en los 5.000 planteles de educación media que hay en el país.

Desempleo juvenil

Las últimas cifras de desocupación suministradas por el INE corresponden al mes de enero. La tasa de desempleo se ubicó en 7,9%, pero el desempleo juvenil es de 15%.

La Encovi señala que 65% de los jóvenes que buscan empleo dejó sus estudios con 15 años de edad o menos. Freitez agrega que más de medio millón de jóvenes entre 15 y 29 años de edad apenas completaron la educación primaria, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Juventud realizada por la UCAB en 2013. “Esa población está ocupada en empleos de alta precariedad y difícilmente puede devengar salarios que permitan la satisfacción de sus necesidades básicas”. Estos empleos pueden ser en tiendas o en el área de servicios, en los que difícilmente tienen posibilidad de acceder a contratos de largo plazo, estar inscritos en el Seguro Social, afiliados a un sindicato o tener beneficios como caja de ahorro.

La especialista afirma que es necesaria una política de juventud de carácter integral, vinculada con planes de empleo de mediano y largo alcance; una política educativa que considere una reforma curricular, formación técnica y mida la calidad de los aprendizajes, y también una política en ciencia y tecnología.

Sobre la educación técnica, Fermín indica que es minoritaria, fragmentada y con baja matrícula. Señala que solo 1,1% de los planteles del país son escuelas técnicas y que únicamente 6,6% de los estudiantes egresa de estas escuelas. El coordinador del EFIP asegura que lo ideal sería implementar un sistema dual en el que estudiar y trabajar puedan realizarse de forma simultánea: “Esa es una manera de garantizar la prosecución. La mayoría abandona sus estudios porque siente que los contenidos que está recibiendo no le aportan algo que puedan aplicar en el futuro. No ven la aplicación práctica y el antídoto es la deserción”.

13 de los 20 jóvenes consultados para esta investigación han trabajado alguna vez, como albañiles, mesoneros, vendedores o recreadores, y quienes no lo han hecho, ahora que se están graduando de bachilleres, ya piensan en comenzar a hacerlo. No obstante, reconocen que tienen carencias en áreas como el inglés. Freitez afirma que al estar el grueso de los liceos enfocados en Ciencias o Humanidades, los jóvenes egresan sin destrezas en algún sector productivo y con poca competencia en el manejo de otros idiomas, expresión verbal, razonamiento lógico y manejo de tecnología que se acentúan si no completan los 12 años de escolaridad básica y media, y si son de los sectores más pobres de la población: “Casi la mitad de los jóvenes que integran el quintil más pobre nunca ha tocado una computadora”. Agrega que esto los pone en desventaja con respecto a los jóvenes de otros países, como por ejemplo, los que forman parte del Mercosur con quienes Venezuela debería tener una relación comercial estrecha.

La investigadora asevera que en el Inces –que anteriormente capacitaba en oficios– ahora el programa formativo está supeditado a componentes ideológicos. De modo que en la fase inicial del bono demográfico, los jóvenes no han tenido oportunidad de adquirir las competencias que los preparen para acceder al mercado laboral: “Así como estamos consumiendo las reservas monetarias, también estamos dilapidando el bono demográfico. Se perdió una coyuntura favorable de expansión de los ingresos por los elevados precios del petróleo, sin que el país pudiera acompañar esa bonanza con medidas adecuadas para corregir problemas estructurales y generar mejores condiciones para un crecimiento económico sostenido”.

Definir proyectos de vida

En la adolescencia se construye la identidad. Se revisan patrones, ideales y expectativas familiares. Alejandra Sapene, psicólogo clínico infantil y de adolescentes, explica que ese proceso además viene acompañado de un duelo por la niñez y porque se deja de contar con los padres como protectores permanentes: “A los 16 años no se tiene la suficiente madurez para tomar una decisión que a la larga es un proyecto de vida y en este contexto país la presión aumenta, por ejemplo, para terminar la carrera en el tiempo justo por el costo económico que eso representa para la familia. Puede haber una crisis si se hace la elección equivocada”. Sapene agrega que también puede haber más interés de los padres para que los hijos se empleen pronto y colaboren con los gastos del hogar.

Gilberto Aldana, presidente de la Sociedad Venezolana de Psicología de la Salud, indica que cuando en un país hay problemas socioeconómicos esto impacta en el proyecto de vida de los jóvenes: “Existen hechos que marcan el llamado 'camino al éxito' como tener una familia, poder comprar un carro o una vivienda. En nuestra cultura, además, se reforzaba el estudio como un mecanismo de ascenso social, pero la crisis ha impactado en esa perspectiva porque vemos que en comparación los profesionales ganan menos que quienes ejercen determinados oficios”. Sapene sugiere que la orientación vocacional no sea algo que se haga al fin de la escolaridad media, sino que se debe trabajar en eso a lo largo de la formación.

Cifras

*2 de cada 4 jóvenes entre 15 y 24 años de edad buscan empleo sin éxito, de acuerdo con la Encovi.

*59% de la población con más de 25 años ha completado, al menos, la educación media, el umbral de escolaridad necesario para reducir el riesgos de caer en situación de pobreza, según la Encovi

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