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domingo, 23 de noviembre de 2014

Entrevista a Elías Pino Iturrieta: Construir la República

Prodavinci.com
por José Useche y Ricardo Zambrano
#EntrevistasBicentenarias | 21 de noviembre, 2014


Elías Pino Iturrieta, fotografiado por Roberto Mata

De la identidad a la independencia. La independencia no es el hecho que inicia la formación de una identidad venezolana, afirma el historiador, es la existencia o el nacimiento de una identidad venezolana lo que va dando forma y hace emerger el proceso independentista venezolano.

“La independencia ocurre siempre y cuando ocurra antes un proceso de identidad, un fenómeno identitario. Si nosotros no nos sentimos venezolanos, no vamos a hacer la independencia. Esto no es un problema de pensamiento sino de sentimiento”, señala.

Para explicar la formación de ese sentimiento de identidad necesario para buscar la independencia, el historiador acude al pensamiento de Leopoldo Zea, filósofo mexicano que al hablar de las distintas independencias de naciones latinoamericanas, desarrolló el concepto de “Orgullo Telúrico”; noción a través de la cual explicó que el habitante de estas tierras, antes de los procesos independentistas, empezó a sentirse dueño real de ellas, y por tanto, presuroso, acogió la empresa de liberarlas para dominarlas.

El Orgullo Telúrico, resalta Elías Pino, es el proceso que enciende la llama desencadenante del proceso de emancipación de Venezuela. “Al sentirse varón y señor de la tierra, es decir, cuando ya me diferencio del metropolitano, construyo una frase que se repite mucho en la Venezuela del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX: Somos americanos y no gachupines, es decir, no nos parecemos a los españoles, somos distintos. Cuando ya te abriga ese sentimiento de pertenencia, vas a hacer la revolución, es decir, vas a hacer la independencia”.

Sin embargo, cuando se habla de este nuevo sentido de pertenencia por la tierra, de identidad naciente, no se puede generalizar a todos los estratos y aspectos de la sociedad venezolana, porque la independencia es impulsada por un sentido de pertenencia, pero pertenencia de aquellos que en la estructura social colonial tenían la capacidad de poseer tierras, entre otros privilegios sociales. “La identidad es un fenómeno propio de aquella época histórica de Hispanoamérica, propio de las élites –resalta Pino Iturrieta–. Cuando las élites se identifican con su propiedad, con su tierra, con sus intereses, son capaces de tirar los dados en la ruleta de la independencia”.

El sentimiento de pertenencia; esa identidad venezolana que se fue formando durante la segunda parte del siglo XVIII, abrió las puertas al pensamiento de la ilustración, a las ideas modernas, apropiándose de ellas para sentar las bases y fundar la nueva República.

“Estamos hablando de la identidad como un sentimiento. Es el abono que permite la entrada del pensamiento y el ajuste o adecuación de ese pensamiento moderno a sus necesidades, a sus prioridades; entonces llegamos a los sucesos de 1810, que no se producen para buscar una identidad, sino para afirmar la que ya existía y para convertirla en realidad. Es un proyecto político que nace de la previa existencia de esa identidad”, afirma.

En ese mismo sentido, el año de la declaración de independencia sólo sienta las bases de la creación de la República, puesto que su construcción se entiende en términos progresivos, en la medida en que la nueva situación, el nuevo orden estructural del país, iba integrando, a través del discurso y otras formas, esa gran parte de la sociedad que no compartía con las élites iniciadores y responsables de la gesta emancipadora, el mismo sentido de pertenencia e ideas de organización.

La República. Moral y Luces. Para Elías Pino, el proceso de independencia no debe ser menospreciado, puesto que significa la ruptura que da origen a Venezuela, dado que las concepciones de gobierno establecidas durante trescientos años de colonia dejaron de privar. La idea de monarquía y del derecho divino del rey se sustituyen por ideas de república y de soberanía.

Adicionalmente los cambios sufridos en la raíz estructural del país tuvieron consecuencias en la vida social, porque “esta ruptura de los hechos, es la ruptura de los espacios estamentales. En la colonia cada quien vive en su lugar; el pardo vive con los pardos y no puede vivir con los indios ni con los blancos. Eso se rompe por completo, los pardos cogen calle y a ese pueblo que coge calle hay que cuidarlo o hay que controlarlo. Y ¿por qué se le temía a ese pueblo? Porque nunca había actuado como estaba actuando ahora. Esa es la ruptura”.

Esa nueva realidad es el ambiente en el cual los dirigentes de la independencia inician, más allá de las estructuras ya creadas, la formación de la República en el nuevo orden existente, donde se intenta desde las élites, sumado al sentido de pertenencia, llevar los conceptos modernos de la Ilustración a esos grandes grupos sociales desconocedores de la forma de organización republicana.

Moral y Luces son nuestras primeras necesidades. “Cuando Bolívar dice eso, ¿qué nos quiere decir? Tenemos que darles morales, darles luces. ¿Quiénes? Nosotros, los grandes maestros, las instituciones, los tutores de estos muchachos que son muy buenos, pero son jóvenes e inexpertos. Vamos a dárselas y llegará el momento en que puedan manejarse en libertad e igualdad, pero de momento por su inexperiencia, por su falta de familiaridad con la realidad republicana, tenemos que mantenerlos dentro del corral y dárselas poco a poco”.

El historiador resalta que, más allá de enjuiciar en la actualidad estas sentencias con los conceptos de justicia, igualdad y libertad manejados en el siglo XXI, se debe entender que no son equiparables con el manejo y uso de esos conceptos en el siglo XIX, cuando eran esgrimidos por personas formadas en una sociedad colonial de castas, por lo cual entendían hacer la independencia “no para que ellos sean mis pares, sino para que ellos se incorporen bajo mi tutela”.

Anti republicanismo. Para el historiador, tras conseguir la independencia, el trabajo pendiente en Venezuela sigue siendo crear la República, pero adaptada a nuestras realidades, a nuestra actualidad como país y a la del mundo; sin embargo, hay factores en la historia que han impedido la consolidación de un estado y una sociedad republicanos.

Un factor que Iturrieta considera dentro de esta concepción anti republicana es el personalismo, repetido en distintas ocasiones a través de la historia nacional. Un personalismo que principalmente nace como producto de la ruptura con el estado monárquico, esa ruptura dada con el estado colonial luego de la emancipación de Venezuela.

“Bolívar es la encarnación del personalismo, Páez la encarnación del personalismo, los hombres de armas son la encarnación del personalismo, la aparición de liderazgos regionales son vinculadas con los personalismos”. Y este personalismo no se encuentra únicamente en los actores históricos de la independencia. Se extiende en el tiempo, acercándose a nuestras épocas, pasando por figuras como Guzmán Blanco, como Gómez, como Pérez Jiménez. Personalismos como estos, a pesar del discurso republicano que entonaban, forman parte de estos factores que niegan la República.

Pino Iturrieta sostiene que en la etapa democrática el factor antirrepublicano existe igualmente en las estructuras gubernamentales que dirigen las riendas del estado venezolano. No obstante, los personalismos se ven transformados en partidismos, desvirtuando de igual forma la naturaleza del estado republicano mismo.

País archipiélago. Otro factor referido por el historiador son las condiciones geográficas del territorio nacional, las cuales impidieron, durante muchos años, la consolidación de la República, sobre todo por la falta de infraestructura y vías de comunicación para conectar el país. Estas dificultades imposibilitaron comunicar un mensaje homogéneo, provocando un país archipiélago donde se forman, progresivamente, ínsulas o penínsulas de anti república, que no permiten la planificación de un proyecto de país republicano, ocasionando que el discurso independentista se desconectara paulatinamente de la realidad del país.

El nacimiento de espacios alejados del orden republicano fue ocasionado también por ser Venezuela un país pobre, condición que empieza a cambiar con la aparición del petróleo; pero a pesar del surgimiento de la Venezuela de recursos petroleros, el país no logró construir la sociedad republicana, puesto que: “Cuando hay dinero, el dinero no se usa para subsanar esas falencias de anti republicanismo y de antiliberalismo, sino para profundizar la anti república y para convertirse en (Estado) donador de favores o en administrador de castigos, es decir, para seguir castrándote como republicano”.

Estos factores, concluyó Pino Iturrieta, ayudaron a la no formación de ciudadanos, los cuales son la materia prima de la República. Ese ciudadano que se fundamenta en el orden y en el compromiso por el bien común, es requerido, exigido y necesitado por la República.

Refrescar la independencia. Buscando caminos en el inmenso horizonte, Pino destaca la importancia que debe tener para nosotros, y para el desarrollo del país, mirar cada cierto tiempo hacia la independencia, pero no para repetirla, sino para refrescarla; para ajustarla a nuestras vivencias y preocupaciones, reviviendo todo aquello planteado en papel, en el credo de nuestra fundación, para intentar convertirlo en realidad, ya que la independencia nos legó el más importante tesoro de la nación, el credo republicano, y desde entonces en nuestra sociedad nadie ha jurado ni negado ese credo.

Resaltó, igualmente, que no se debe intentar calcar el ideario de Bolívar, y recordando a la escritora Ana Teresa Torres en La Herencia de la Tribu, explica cómo el imaginario heroico, bélico, romántico, el de las batallas de nuestra independencia, estorba en la formación de un mejor país, porque es necesario entender que la obligación no es la independencia, sino la República.

Por eso, refiriéndose al ideal heroico que ha plagado nuestra historia nacional, el historiador señaló que: “La solución no está allí, la solución está en nuestros días, pero partiendo de un credo, del credo republicano, que es el que importa como obra y como herencia de la independencia”.

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