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viernes, 31 de octubre de 2014

Vienen por tí, Diosdado

Tal Cual

El presidente de la Asamblea Nacional descubre que no se puede barrer porque los colectivos están hasta debajo de la alfombra. Maduro habría recibido un ultimátum de sectores paramilitares para que eche a Diosdado Cabello. Antes de la destitución del ministro Rodríguez Torres, eso parecía una bravuconada más de los colectivos. Ahora la situación ha cambiado de manera drástica

MARIO SZICHMAN

Ambrose Bierce decía que el futuro era "ese período en que nuestros negocios prosperarán, nuestros amigos serán leales, y nuestra felicidad estará asegurada". Ese futuro puede aplicarse a muchos países, pero definitivamente, no a Venezuela. O por lo menos, a la inmensa mayoría de los venezolanos.

No es que todo pasado fue mejor, es que inclusive el minuto pasado ha sido mejor que el presente para los venezolanos en su conjunto. Y además, muchísimo mejor que el minuto siguiente. Ya los habitantes de la República Bolivariana empiezan a añorar inclusive este presente de colas interminables, pañales repartidos por cuotas, tras presentación de partidas de nacimiento, anaqueles cada vez más íngrimos y solos, escasez de analgésicos, ausencia de sonrisas, una exasperación cada vez mayor. Pues saben que todo declinará, y se aproximan penurias mayores.

Uno de los afectados por esos lúgubres pensamientos es Diosdado Cabello, el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela. Aunque ignore qué es eso de las colas, la escasez y la falta de productos de consumo diario –no porque sea un acaparador, o alguien que se aprovecha de su cargo, sino porque es una persona muy frugal– también recuerda tiempos mejores en que su cargo estaba a salvo de esa espada de Damocles rebautizada como “colectivos”.

En estos días, el dirigente chavista debe evocar con amable nostalgia la época en que los grupos paramilitares equipados por el gobierno del presidente Hugo Chávez Frías eran una absoluta entelequia. Si bien actuaban como bandas armadas, algo que está prohibido por la Constitución Nacional, que otorga el monopolio de la violencia a las fuerzas armadas y policiales, sus acciones no requerían de excesivo músculo a la hora de la represión.

Y en el interín, esos colectivos podían dedicarse a sus brumosas tareas específicas, la mayoría, hay que reconocer, absolutamente ilegales. Aunque los dirigentes de los colectivos se atribuyen razones legítimas para su accionar, y juran y perjuran que realizan tareas sociales y su único objetivo es la prosperidad del pueblo y la defensa de la revolución bonita, la realidad ha terminado por desmentirlos.

En la isla de la fantasía en que vive la nomenclatura chavista, no hay contradicciones, precariedades, falta de alimentos u otros productos de la cesta básica, y el país vive en el mejor de los mundos posibles. Pero el asesinato del diputado del PSUV Robert Serra y de su asistente María Herrera permitió por unos breves días descorrer la cortina de las contradicciones. Y éstas fueron ominosas y flagrantes.

La realidad se desdobló, y de manera simultánea, los héroes aparecieron como villanos. Luego volvieron a ser héroes, y quienes los abatieron pasaron a ser los villanos, y fueron echados de sus cargos sin agradecerles ni siquiera los servicios prestados.

José Odreman, líder del colectivo 5 de Marzo, apareció al mismo tiempo como un venerado dirigente comunal, sonriendo en fotos con el fallecido presidente Chávez, con el actual presidente Nicolás Maduro, con la primera dama Cilia Flores, y con otros calificados representantes del gobierno. Parecía que muchos se peleaban por aparecer retratados junto a Odreman.

Y luego, la hecatombe. El 7 de octubre pasado, los portales de las redes sociales parecían haber sido afectados por ataques de esquizofrenia. ¿Cómo era posible que ese humanista, tras ser acribillado a balazos por la policía junto con otras cuatro personas, fuese acusado de integrar una banda de asesinos?

No fue la oposición quien formuló esa grotesca denuncia, sino las propias (ex) autoridades policiales. José Gregorio Sierralta, ex director del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), dijo que Odreman y el resto de los muertos eran integrantes de una peligrosa banda responsable de múltiples homicidios.

Según indicó el ex jefe policial, Odreman lideraba una organización delictiva integrada por más de 25 hombres. De ellos cinco murieron el 7 de octubre, otros cinco fueron capturados, y unos 15 eran buscados. Los prófugos habrían estado implicados “En al menos cuatro casos de homicidio, con siete personas ultimadas y varias heridas, además de los delitos de robo y cobro de vacunas a comerciantes”.

El Cicpc dijo que tras intensas pesquisas y experticias técnico-científicas, determinó que José Miguel Odreman Dávila (43) y su lugarteniente Carmelo Ramón González (27) se habían camuflado “bajo la figura de ´colectivo´ para burlar a las autoridades y cometer delitos”. La única macabra ironía de esa información es que se habla de un camuflaje bajo la figura del “colectivo”. Como si la marca “colectivo” fuera una estampa de honor, y sus integrantes sucedáneos de San Francisco de Asís.

De todas maneras, el Cicpc, que en una época intentaba cubrirse de laureles y ser respetado por la ciudadanía debido a su infatigable lucha contra el crimen, está ahora cubierto de ignominia, y las afirmaciones de sus ex directivos han sido descalificadas. Por lo tanto, las acusaciones del Cicpc no valen ni el papel en que han sido escritas.

Pero, por si las moscas, pues la historia tiene sus bemoles, y en ocasiones vuelve a refulgir la verdad, veamos lo que decía el cuerpo policial de Odreman y de sus compañeros. Por ejemplo, que lideraba una banda delictiva “autora de al menos cuatro casos de homicidios, donde aparecen como víctimas siete personas, hechos ocurridos en Caracas durante el presente año”.

También el Cicpc indicaba que “esta organización criminal cobraba de vacunas a comerciantes del centro de Caracas, fomentaba la prostitución en la zona y protegía a delincuentes que cometían robos y luego se escondían en el edificio Centro Manfredir del sector Quinta Crespo”.

Entre los casos investigados por el cuerpo policial y “atribuidos a Odreman, es el triple asesinato, por múltiples heridas causadas por arma de fuego, del funcionario de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) Francisco Antonio Viloria (24), Yohanny Wilfredo Rojas Figueira (22) y Luar Rafael Pérez Fuentes (35), ocurrido el 9 de enero en el barrio José Gregorio Hernández de Cotiza”.

Otro homicidio múltiple “ocurrió en la parte posterior del Mercado de San Martín, parroquia San Juan, el 19 de abril pasado, las víctimas fueron identificadas como Johandry Carolina Calvo Torres (21) y Jesús Alberto Fajardo (35), ultimados a tiros. Los cadáveres presentaban signos de tortura y fueron localizados embalados en bolsas de basura, en las riberas del río Guaire”.

Igualmente, esos (presuntos) delincuentes liderados (aparentemente) por Odreman, “aparecen involucrados en el crimen de Hernán Celestino Paraqueima (53), localizado maniatado con signos de tortura y presentando heridas por armas de fuego, hecho ocurrido en la avenida Boyacá, a la salida de San Bernardino, el 5 de mayo; mientras que a Yohan José Alaya Pérez (33), lo ultimaron de varios impactos de bala el 5 de agosto en San Agustín del Sur, luego de ser sometido a terribles torturas, incluso le arrancaron las uñas. El cadáver estaba maniatado hacia atrás y tenía un vendaje en los ojos”.

Hubo otras denuncias de hechos desagradables. Un vecino de la zona dijo al hoy vituperado organismo policial que “desde que esa gente invadió ese edificio, allí ocurren cosas raras; aumentó la criminalidad en la zona, allí consumían y vendían drogas, celebraban fiestas a todo volumen hasta altas horas de la noche, lo que atraía a mujeres de la mala vida, lo que causa zozobra entre los que llevamos años viviendo aquí”.

LLEGÓ JOSÉ VICENTE Y MANDÓ A PARAR

La muerte de Odreman y otros miembros de su entourage causó gran indignación en el Frente 5 de marzo. Muchos de sus integrantes comenzaron a organizar una marcha para reclamar justicia y el 18 de octubre exigieron la renuncia del ministro de Interior Justicia y Paz, Miguel Rodríguez Torres.Y su reclamo tuvo éxito. El ministro fue renunciado.

En un artículo periodístico, el ex vicepresidente de Venezuela José Vicente Rangel dijo que “La manera como comandos del Cipc asesinaron a cinco militantes chavistas, integrantes de un colectivo, y en vez de detenerlos y requerir la presencia de la Fiscalía procedieron a acribillarlos ante sus familiares y con docenas de disparos, es algo inaceptable en democracia”.

Y el doctor Rangel formuló luego la pregunta de los 64.000 dólares, que lo acosará hasta el final de sus días: “¿Cuándo Odreman, Chávez y el resto, muertos en Quinta Crespo, dejaron de ser luchadores populares y se convirtieron en hampones?”.

Con su peculiar inteligencia, Rangel desmontó la manera en que funciona el aparato de propaganda del gobierno. Quienes están con el gobierno son siempre luchadores populares, sin importar su abultado prontuario. Quienes lo adversan, son siempre hampones, aunque sean dechados de decencia.

Y luego, JVR selló con algunos precisos clavos, el sarcófago del régimen. “Estos graves hechos acaecidos en el país, todos por el mismo corte, obligan al gobierno a adoptar medidas de excepción para impedir la metástasis, para impedir la impunidad, para impedir el deterioro de la imagen gubernamental”. Sabias palabras: metástasis, impunidad, deterioro.

Nadie sabe a quien aludía precisamente José Vicente Rangel. Borrón y cuenta nueva. Lo único cierto es que la política aborrece el vacío. El Frente 5 de Marzo, y presumimos que otros colectivos, ha conseguido una formidable victoria frente al gobierno venezolano. Por lo tanto, se dispone a cosechar otros triunfos.

Ha dado un ultimátum al presidente Maduro para que haga renunciar al presidente de la Asamblea Nacional. Es un reto aún más grande que el formulado contra Rodríguez Torres. Y debemos aceptar que Rodríguez Torres no era un párvulo. Contaba, además, con el respaldo de las fuerzas armadas. Pero eso ha perdido toda importancia. Una vez que un grupo paramilitar disfruta de las mieles de la victoria, el cielo es el límite.

Se avecinan tiempos aún más difíciles para Venezuela. Antes de la destitución de Rodríguez Torres Diosdado Cabello disfrutaba, a diferencia de muchos venezolanos, de un próspero, luminoso porvenir. Pero, bruscamente, el porvenir empieza a tener una duración de 24 horas. Cada jornada será para él una odisea, con múltiples preguntas y escasas respuestas. ¿Quiénes son sus amigos? ¿Quiénes se proclaman sus amigos y en realidad intentan serrucharle el piso? La invulnerabilidad de ayer ha sido reemplazada por la precariedad de hoy.

Tal vez no le ha llegado el momento de hacer una cola para conseguir productos en el supermercado, o trato preferencial en el taller mecánico. Pero a partir de ahora, Diosdado Cabello deberá vivir en el eterno presente.

@mszichman

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