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martes, 13 de noviembre de 2012

La oposición y el Estado comunal

Vladimir Villegas - El Nacional
13 de noviembre 2012 - 00:01


El gobierno de Hugo Chávez ha anunciado el inicio de un proceso constituyente para la discusión del segundo Plan Socialista de la Nación 2013-2019, y en el marco de ese anuncio el canciller vicepresidente, Nicolás Maduro, ha dicho que le extiende la mano a quienes no votaron por el actual jefe del Estado, pero, conociendo la reciente historia, hasta prueba en contrario, se trata de un mensaje con ribetes electorales, que cae en el vacío.

Si vamos a las definiciones, el constituyente es el pueblo entero, todos los ciudadanos, sin excepción alguna, sin distingos políticos, partidistas, socioeconómicos, de carácter racial, u orientación sexual, por lo cual no se concibe un proceso que se denomine constituyente al margen de lo que paute la constitución y que parta de la exclusión, de la segregación, del apartheid. Y menos cuando se trata de discutir el rumbo del país.

Esta convocatoria del Gobierno se parece mucho a las que ya conocemos, particularmente aquellas que han sido organizadas cosméticamente para discutir leyes como la del Trabajo, la de Educación y otras que sólo pasaron por asambleas formales constituidas fundamentalmente por militantes y periferia del PSUV y alguno que otro aliado. Si desde Miraflores no se han dado pasos visibles, más allá de esporádicas declaraciones, para concretar un diálogo nacional integral, que está siendo reclamado incluso por sectores del chavismo, es poco lo que se puede esperar de esta nueva invitación. Así que el referido Plan Socialista arranca desde la falsa premisa de que el constituyente será el protagonista.

Entre los elementos que el Gobierno anuncia como parte de ese proceso “constituyente”, está el impulso de las comunas, como forma de organización política y socioproductiva. Realmente son muchas las dudas, muchos los temores existentes en densos sectores de la población con respecto a cuáles son los verdaderos objetivos del llamado Estado Comunal. Los empresarios, grandes, medianos y pequeños, nadan en la incertidumbre con respecto al futuro. Los vecinos que no son afectos al chavismo también se preguntan, con toda razón, si deberán entrar por el aro rojo rojito para ser considerados tan ciudadanos como quienes adhieren al proyecto político de Chávez. Y en las escuelas el cuadro es similar con respecto a los consejos educativos, ante el temor de que se fortalezca una burocracia comunal y se traduzcan esos consejos en trabas al proceso educativo, en imposiciones indebidas y contrarias al espíritu de la Constitución.

En lo personal no le temo a la organización popular, a las comunas, a los consejos comunales ni a los consejos de trabajadores. Le temo, y mucho, a que estas formas de asociación y participación nazcan “bozaleadas” por el poder central, castradas, condenadas a convertirse en apéndices del partido de gobierno y en escuelas de incondicionalidad, sectarismo y exclusión. Le temo, por ejemplo, a consejos de trabajadores domesticados frente al patrono, y principalmente frente al patrono Estado. A que en nombre de la economía alternativa se produzca un proceso de destrucción acelerado del ya aporreado aparato productivo nacional. Y esos temores son compartidos por miles, y cuidado, si millones de venezolanos.

Los partidos e individualidades agrupados en torno a la Mesa de la Unidad Democrática tendrán que dar el debate con respecto a si lo correcto es participar o no en estas estructuras que están en proceso de nacimiento. Si allí estará buena parte del pueblo venezolano, ¿es justo aislarse? ¿Basta con aferrarse a un viejo lenguaje anticomunista y oponerse sin una propuesta alternativa, que optimice la participación, sin chantajes y con pleno apego a la carta magna? ¿El liderazgo opositor entiende lo que pasó el 7 de octubre?

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