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viernes, 7 de septiembre de 2012

El eterno luto de El Limón: a 25 años de la tragedia

LUIS CHUNGA | el siglo
fotos | FREDDY CORTEZ - ARCHIVO


La mayor tragedia de los aragüenos es un recuerdo que flota en la memoria como un fantasma. Los testigos del 6 de septiembre de 1987, los que se salvaron de la desgracia o quienes la vivieron de lejos, recuerdan el gesto como uno de los atenuantes del dolor en días trágicos que jamás hayan experimentado.

Las heridas están latentes y a pesar de que se han cumplido 25 años de aquella fatídica fecha inolvidable de la tragedia de El Limón, todavía no han cicatrizado. Escuchar los relatos en la voz temblorosa de los sobrevivientes es como abrir una caja de Pandora porque cada vez que se abre uno escucha testimonios inéditos de una desdicha prohibida de olvidar.

Los escombros de los barrios terminaron aprisionando decenas de cadáveres, sin sepultura, de gente que por necesidad debía refugiarse en lugares que al final se convirtieron en sus propias tumbas.

Las intensas precipitaciones y continuas lluvias que cayeron durante varias semanas sobre estas zonas causaron saturación en los suelos, lo cual provocó el desprendimiento de grandes masas de tierra, vegetación y rocas que se vinieron abajo, varios ríos y quebradas se desbordaron. El temeroso deslave que arrasó con todo lo que encontraba al paso, dejó casi sepultados bajo el barro a comunidades como La Candelaria, El Progreso, Mata Seca, Los Rauseos, Arias Blanco, Valle Verde, Las Mayas. Los cadáveres quedaron sepultados en el parque Los Apamates.

Luchó para salvar a sus familiares, pero la muerte se los arrebató

“Esas heridas no se han curado, es un dolor muy grande, por más que uno quiera olvidar no se olvida, a veces cuando uno duerme siempre los veo a todos ellos, veo la tragedia, han pasado 25 años pero todavía pareciera que fue ayer cuando ocurrió”.

Nora Barrios, es una ejemplar madre de familia que luchó por salvar la vida de sus hijas y familiares, supo enfrentarse a la naturaleza, pero sus esfuerzos fueron en vano. Cuenta que en la tragedia perdió a su hija, a su cuñada y a una sobrina.

“Mi hija Katiuska Marina, ella murió aplastada por una pared, busqué a mi hija hasta agotarme y el agua me la arrebató, en medio de mi desesperación vi un cuerpecito que era arrastrado por el agua y como pude logré rescatarlo, pero no era mi hija, sino mi sobrinito, gracias a Dios que lo salvé, también mi esposo había sido declarado desaparecido, pero gracias a Dios también lo encontré, pero la tragedia se llevó a mi cuñada, a mi hija y a mi sobrinita.

No pudo olvidar la muerte de su madre

Juan Carlos López tenía 10 años cuando ocurrió la tragedia. A pesar de su corta edad recuerda todos los detalles. Vio a su desesperada madre salir a buscar a su padre, pero de allí en adelante nunca más supo de su hermosa y adorada madre.

“Todo era confuso, afuera el llanto de chicos y grandes, veíamos que el agua arrasaba con todo lo que encontraba a su paso, nuestra casa estaba ubicada en El Progreso, calle Aragua, nunca más volvimos a saber de nuestra madre, al final la dieron por desaparecida, a veces me hago a la idea que en cualquier momento la vamos a encontrar, a veces lloro en silencio, pero no me resigno, sino que le pido a Dios que la tenga en la gloria, a pesar de haber pasado 25 años todavía la recordamos, sobre todo ahora que en la familia tenemos una cofradía de San Juan Bautista. Fue una desgracia de nunca olvidar, pero que nos debe servir de experiencia”, señaló.

El hombre que vivió por negarse a tomar una taza de café

Narciso Ocanto tiene 85 años de edad, cuando la adversidad disfrutaba de sus 60 abriles. “Yo vivía en el sector El Progreso, pero trabajaba en Caracas, justo ese 6 de septiembre mi esposa me dijo que me quedara un ratito más porque me iba a preparar una tacita de café, pero como yo soy muy responsable, le dije que dejara el café para otro día, ella insistió pero yo me negué. Al final salí con mi gusto y me fui a Caracas, pocas horas después mi esposa me llamó asustada diciéndome que El Limón estaba desapareciendo y que había cientos de fallecidos, pues sus cuerpos habían sido arrastrados por el agua. Yo agarré el primer carro que encontré y me regresé a El Limón, pero cuando llegué al barrio comencé a llorar porque me parecía increíble lo que mis ojos veían. El desastre que había, todo estaba destruido, caminaba sobre algunos cadáveres enterrados por el barro, la gente corría desesperada buscando a sus familiares. La madre naturaleza nos había castigado, pero gracias a la misericordia de Dios nosotros estábamos vivos, pero el cielo nublado anunciaba que las fuertes lluvias iban a continuar”, dijo.

El profesor que lo vio todo

Manuel Jiménez, cuenta que era profesor de una escuela en El Progreso y dijo que por costumbre siempre el 5 de cada mes de septiembre tenía la promesa de rezar a la Virgen de La Coromoto, “cuando me dirigía a la escuela me encontré con dos amigos y nos pusimos a conversar y compartir nuestras anécdotas, en ese momento escuchamos un fuerte estruendo, los tres nos arrodillamos y conforme el ruido se iba haciendo más fuerte observé que desde el cerro venía un alud arrasando con todo lo que encontraba a su paso, comencé a gritar y empezamos a correr sin dirección mientras veíamos que enormes piedras pasaban por encima de nosotros. Se veía el lodo, nos ocultamos en una casa y en esos momentos nos cayeron encima dos pequeños cuerpos mutilados. En ese momento me desmayé y terminé en un campamento de militares.

Jiménez dice que cuando recobró el conocimiento salió corriendo a buscar a su familia pero no los encontró, desapareció su papá, su mamá, su esposa embarazada, de cuatro meses de gestación, horas más tarde encontró una chaqueta de cuero que era de su padre, semienterrada en el barro muy cerca de su casa.

Una tragedia de nunca olvidar

El eterno luto que la comunidad carga sobre sus corazones es la tragedia de El Limón, que hoy cumple 25 años. Son muchas las cifras de las personas que fallecieron. Unos dicen que pasaron de 500 los muertos, otros hablan de 300 desaparecidos, y miles de damnificados.

Lo único que se sabe con certeza es que fueron días de dolor y desesperación. Las fuertes lluvias caídas en esos días provocaron el deslave en las montañas del parque Henri Pittier sobre las mencionadas comunidades de MBI, las consecuencias fueron devastadoras. Se pudo notar en aquella oportunidad que una vez más el pueblo venezolano se solidarizó con sus hermanos, víctimas de la tragedia, pero también los organismos de seguridad del estado trabajaron día y noche para lograr rescatar a quienes lograron salvarse de la tragedia. Prohibido olvidar.

Según la red de gestión local de la reducción riesgo de desastres del municipio MBI, dice que el 6 de septiembre de 1987, fecha que vivirá en la memoria de aquellas personas que sobrevivieron.

Las fuertes precipitaciones prolongadas por un periodo de 6 horas en la cuenca del río El Limón, significaron unos 180 milímetros de agua, lo que equivale a las lluvias de aproximadamente dos meses normales.

Cuenta la historia que a eso de las 1:00 de la tarde ya la carretera se encontraba abarrotada de temporadistas que regresaban de un día de playa. Media hora después, el primer derrumbe trancó la vía y provocó las primeras víctimas. La larga cola impidió que los conductores pudieran devolverse, pues la fuerte lluvia provocó múltiples derrumbes y deslizamientos que fueron tapiando la vía y lanzando vehículos por los barrancos.

A las 7:00 de la noche se desencadenó la tragedia. El río El Limón arrasó con los barrios antes mencionados, y a las 11:00 de la noche las aguas alcanzaron a La Candelaria y Caña de Azúcar. Según reporte de aquella época fueron más de 8 kilómetros de carretera destruida y más de 100 personas fallecidas.

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